El crucificado

Cristo Crucificado, de Luis Salvador Carmona (Museo del Prado)*

El crucificado
Probé, sí, muchos caminos
perdido y desesperado;
sin encontrarme a mí mismo.
¡Mi alma estaba agonizando!

Después me acerqué a tu templo
y me arrodillé a tu lado;
¡alcé mi vista a tus ojos:
que con los míos cruzaron!

Y miré tu rostro hundido
y tu cuerpo ensangrentado;
y la expresión de tu cara,
que a mí me estaba gritando.

¡No busques más, hijo mío!
que por ti estoy crucificado,
y me encuentro en esta cruz
con el cuerpo maltratado.

Quiero acabar con las penas
redimiendo los pecados:
Muchos, como tú, perdidos
llorando me están buscando.

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En medio de la dicha

En medio de la dicha

En medio de la dicha de mi vida
deténgome a decir que el mundo es bueno
por la divina sangre de la herida.
Loemos al Señor que hizo en un trueno
el diamante de amor de la alegría
para todo el que es fuerte y es sereno.
El corazón al corazón se fía
si el alma cual las águilas natales
estrangula serpientes en la vía.
Gloriosa palma la que de los males
del huracán se libre porque eleve
la fruta con sus aguas tropicales.
El corazón al corazón se fía
lo mismo en esas palmas que en el breve
corazón de la perla más sombría.
Porque la flor más alta dance y ría,
y viento entre los árboles se mueve.
Mi corazón, Señor, como el poema,
sube la escalinata de la vida
y te da su pasión como una gema.
Por la divina sangre de la herida,
es fuerte y es sencillo y cancionero.
Filas de oro pusiste a su ola henchida.
El amor, que en el caos fue primero
lo lanzó sobre la órbita más pura
y así cumple su ciclo, dulce y fiero.
En medio de la dicha…
Órbita la mejor, porque es ternura
esquilmada a la oveja del pastor
que en diciembre hace eterna su ventura.
Izaré las banderas del amor
lo mismo en esta magna venturanza
que en el palacio en ruinas del dolor.
Danzaré alegremente, y en la danza
anillaré las espirales nobles
con que subo hasta Ti viva alabanza.
Sembrar mi vida de cordiales robles
—hóspitas curvas para el peregrino—,
y en junio darte mis cosechas dobles.
Ser bueno como el agua del camino
que la herida refleja y que la alivia.
Ser dichoso, Señor, no es ser divino,
pero ser bueno, sí. Por eso, entibia
la nieve, y que sea lago. La infinita
palabra del amor arda y convivía
en mi ser, y se dé la estalactita
de la obediencia a Ti. Toma mi frente,
y cíñela, Señor, con la infinita
corona del amor.

Carlos Pellicer

Soneto a Cristo

Soneto a Cristo

I

No te entiendo, Señor, cuando te miro
frente al mar, ante el mar crucificado.
Solos el mar y tú. Tú en cruz anclado,
dando a la mar el último suspiro.
No sé si entiendo lo que más admiro:
que cante el mar estando Dios callado;
que brote el agua, muda, a su costado,
tras el morir, de herida sin respiro.
O el mar o tú me engañan, al mirarte
entre dos soledades, a la espera
de un mar de sed, que es sed de mar perdido.
¿Me engañas tú o el mar, al contemplarte
ancla celeste en tierra marinera,
mortal memoria ante inmortal olvido?

II

Ven ya, madre de monstruos y quimeras,
paridora de música radiante,
ven a cantarle al Hombre agonizante
tus mágicas palabras verdaderas.
Rompe a tus pies tus olas altaneras
deshechas en murmullo suspirante.
De la nube sin agua, al desbordante
trueno de voz, enciende tus banderas.
Relampaguea, de tormenta suma,
la faz divinamente atormentada
del Hijo a tus entrañas evadido.
Pulsa la cruz con dedos de tu espuma.
Y mece por el sueño acariciada,
la muerte de tu Dios recién nacido.

III

No se mueven de Dios para anegarte
las aguas por sus manos esparcidas;
ni se hace lengua el mar en tus heridas
lamiéndolas del sal para callarte.
Llega hasta ti la mar, a suplicarte,
madre de madres por tu afán transidas,
que ancles en tus entrañas doloridas
la misteriosa voz con que engendrarte.
No hagas tu cruz espada en carne muerta;
mástil en tierra y sequedad hundido;
árbol en cielo y nubes arraigado.
Madre tuya es la mar: sola, desierta.
Mírala tú que callas, tú caído.
Y entrégale tu grito arrebatado.

José Bergamín

En Cristo mi confianza

En Cristo mi confianza

Sea mi gozo el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso
y mi bonanza el quebranto.
Entre borrascas mi amor
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida
y en desprecios mi favor.

En Cristo mi confianza
en su imitación mi holganza
en Cristo mi confianza
y en su imitación mi holganza.

Mis tesoros en pobreza
y mi triunfo en pelear,
mi descanso en trabajar
y mi contento en tristeza.
En oscuridad mi luz,
mi grandeza en puesto bajo,
de mi camino el atajo
mi gloria sea la cruz.

En olvido mi memoria,
mi alteza humillación,
en bajeza mi opinión,
en afrenta mi victoria.
Mi lauro está en el desprecio,
en las penas mi afición,
mi dignidad el rincón
y la soledad mi aprecio.

Santa Teresa de Ávila

Río de amor (sonetos)

Río de amor

Río de amor 

¡Amor de Cristo de Cruz colgando!
Del centro de su pecho sale un río
de agua y sangre, que lleva el regadío
a todo árbol que se esté secando.

Por todos los humanos se esté pasando.
Si el huerto de tu alma está baldío
y de rosas de amor está vacío,
con esas aguas vételo regando.

Si de egoísmos tu huerto se ha secado,
que ese río de amor tan limpio y terso
te riegue el alma y eche nueva flor.

¡Río de sangre y agua del costado
de Cristo-Dios, regando el universo!
¡Sacrificio perpetuo del Amor!

                  Manuel Lantigua

* * *

Hacia el fondo de Dios

El ala, por el cielo: es su camino.
Y yo, también, escala tras escala,
quiero hacer el camino a pie de ala
hasta el fondo de Dios, que es mi destino.

Mi destino está en Él. En Él termino
empezando a vivir. Se desiguala
el peso de mi cuerpo, y se resbala
por los bordes de Dios. Todo me inclino

sobre el pecho del cielo. Enamorado
estoy de Dios. Oh carne fugitiva
del hombre, por su peso aprisionado.

…Y el ala, por el cielo, a la deriva.
Y yo también de mí tan libertado,
tan sin peso, cayéndome hacia arriba.

            Javier de Bengoechea

* * *

A Cristo Crucificado

Prosternado a tus pies, ¡oh, Jesús mío!,
santo dolor llorando mansamente,
yo te pido perdón por mi desvío,
mi culpa, que abrazara torpemente.

Mi corazón sintióse con tal frío,
tal gélido abandono, que, demente,
me perdí por placer en el sombrío
sendero del pecado, vanamente.

Mas, ahora, levanto a ti mis ojos
y, en los tuyos fijados sin antojos
de males que mi pecho ayer guardara,

lloro ¡oh, Dios! por tu cuerpo asaz herido,
y al ver por mí lo mucho que has sufrido,
la vida con amor yo te ofrendara.

      Andrés Casasnovas Marqués

* * *

Encontrarse a Dios

Yo me encontré con El. Era en la vida.
Más que en la vida fue en la primavera.
Una mañana triste de cualquiera
amanecer. Le conocí enseguida.

El me pidió dolor. Le di mi herida,
en el silencio de una larga espera.
La soledad me dio por compañera.
Y por amor la fe para la huida…

Me conoció también. Seré tu amigo
mejor. Y para muestra una cruz era
la voz de la amistad tan verdadera

que me ponía enfrente por testigo.
Y quédeme en silencio comulgando
la paz, ¡oh más que paz!, enamorando.

                 Graciano Peralta