*Homilía
Queridos hermanos, Compañeros, representación del Ayuntamiento de la ciudad, asociación del barrio, comunidad parroquial: a todos nos acoge y nos saluda el Señor Jesucristo. Él es el que nos acoge y él es el que nos saluda. Bienvenidos.
También en este día celebramos como parroquia la fiesta del Hermano Rafael, el Señor nos llena de esperanza. A lo largo de toda la Sagrada Escritura, en un relato precioso, los momentos más gozosos que el pueblo experimenta, son los encuentros de Dios con su pueblo. Hoy también en honor de Cristo Resucitado, y en honor del Hermano San Rafael sentimos la alegría que Dios da al corazón humano, no solamente como un hecho psicológico, sino como un hecho profundo de la realidad de nuestra propia vida.
Estamos en unos días preciosos de la celebración en este tiempo solemne de Pascua, y el Señor Jesucristo resucitado y glorioso nos acompaña con su cercanía y la certeza de su amor. Vemos en estos textos los primeros testimonios de Cristo resucitado que realmente llenan nuestros sentimientos y nuestra mente. Es tan intensa la realidad de la fiesta pascual que ilumina nuestra vida, la belleza de Cristo resucitado se hace luz, se hace esperanza en el corazón, es la verdadera alegría. Dice la Escritura, que sólo Dios puede alegrar el corazón humano.
Estamos celebrando también la fiesta del Hermano San Rafael; sin duda vosotros mismos conocéis tantas cosas de él y de su vida, realmente entrañable por muchos motivos, también por su proximidad histórica, ya que casi pisamos sus huellas. Simplemente en este rato quisiera recordar, a la luz de la fe pascual, la humanidad profunda del Hermano San Rafael, la experiencia impresionante del hombre que se acerca a Dios en una actitud de adoración, en una actitud de fe profunda que encierra toda su vida.
Rafael encontró en la fe, la luz y la alegría de concebir a Dios, y por eso concibió el ser humano, la realidad y la existencia de su vida… También nosotros estamos llamados desde la realidad de nuestra propia vida, nuestra propia tierra, nuestras propias gentes; estamos llamados a buscar el bien de los bienes, el mayor bien, aquel que sostiene la creación, aquel que sostiene y da la vida al ser humano.
Queridos hermanos: Rafael tenía la actitud de reflexionar los hechos, de pensar la vida.
Rafael amaba la vida y amaba a Dios por encima del corazón, los sentimientos; la calidad humana del corazón nos hace nobles, le hizo noble a Rafael ante los demás y ante Dios mismo. Rafael llevó el amor a la vida, el amor a Dios y el amor a la creación entera, con un amor entrañable.
Dice la Escritura, que estamos llamados a amar, desde la inteligencia, desde el corazón y también desde las entrañas; la Escritura hace también referencia hacia las entrañas, a las partes nobles de la vida que quedan en nuestra propia existencia; normalmente en nuestro lenguaje todavía usamos esa expresión: esa persona, ese hombre, esa mujer tiene buenas entrañas. Rafael quería a Dios con un amor realmente entrañable.
En definitiva, nos encontramos con un hombre creyente en Dios. Él vivió la fe cristiana que recibió signado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Del mismo modo, todos los que estamos aquí hemos sido bautizados y llevamos en nuestro cuerpo las señales de Jesucristo porque fuimos ungidos y bautizados en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, llevamos en nuestro cuerpo la muerte y la resurrección de Jesucristo. Este misterio tan sencillo de fe, lo vivió Rafael con una intensidad profunda en el aspecto de acoger en su vida de Dios Padre, el amor a Cristo y la presencia constante del Espíritu.
Hoy es un gran día de fiesta y ojalá la sepamos vivir con intensidad, con amor, con frescura, con la fuerza misma que da la fiesta; pero a la vez quisiéramos recordar la realidad de nuestro mundo para acoger el misterio de Dios en nuestra vida, en nuestras personas, en la realidad incluso de la Iglesia, por eso, en este tiempo pascual e imagen del Hermano San Rafael, verdadero injerto del cuerpo del Señor, vamos a hacer también ese recorrido, ese itinerario que de alguna manera es el camino de Dios en el silencio del amor, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Cristo nos ha permitido en su cuerpo humano y glorificado, ser de Él y para Él para siempre.
Hermanos es la actitud de vivir la fe cristiana con gratitud y con esperanza todo este tiempo de pascua, para que el Señor nos de la alegría de la vida, la fortaleza en la tribulación, para que el Señor limpie nuestro corazón con la túnica blanca del bautismo, una túnica blanca de la dignidad eclesial; los santos padres decían que representa la túnica del despojo de Cristo que se dejó en su desnudez y vistió el ser humano; a cada uno de nosotros el Señor nos ha vestido con su túnica de amor en el día de nuestro bautismo, de ahí la esperanza para que la fe vaya creciendo, no por lo que otros nos han dicho de Cristo, sino por lo que cada uno de nosotros podemos experimentar y ser testigo de Él.
Y ya para terminar, Rafael nos habla de la ternura y cercanía de Dios. También a nosotros nos toca ser testigos de Dios, de la ternura y del cariño de Dios en medio de nuestro mundo, como sin duda alguna Rafael ha sido.
Ánimos hermanos, escogisteis en vuestra parroquia al Hermano San Rafael. Hay muchos espejos en la vida en los cuales podemos mirarnos, vosotros habéis escogido a Rafael para miraros en él. Cada día que amanece también aparece la vida entrañable de los hombres y mujeres buenos y santos de ayer y de hoy que son el viento y voz profética de todos nosotros.
Ánimo hermanos, el Señor por mediación de Rafael, ha tenido aquí su mano limpia, profundamente limpia y generosa para poder escuchar su Palabra. Que en este escuchar su Palabra se pueda también encender el ardor en nuestros corazones, como en el camino de Emaús.
*Homilía de D. Miguel Ángel Delgado. Burgos, 27 de abril de 2017.
* * *
Rafael, no te fuiste
tú siempre vivirás entre nosotros.
Volverá tu alegría trascendente
a darnos el sonrís de tu mirada,
más pasos en tu ruta de desierto,
más sed con el torrente de tus aguas,
más luz que rasgue tules de inconsciencia,
más fuego con el fuego de tu brasa.
Tú siempre vivirás entre nosotros
sencillo: sin palabras.
¿Volverás, Rafael? No te fuiste,
permanece tu luz serena y blanca
tus escritos en alas del misterio,
son dardos, son hoguera, son espada.
Tu espíritu que arranca decisiones
tu fuego que enardece y arrebata
tu fe en incesante forcejeo
se clava en los rincones de las almas.
Hoy el mundo comprende tu alegría,
tu dolor, tus renuncias, tus llamadas.
¡Rafael, no te fuiste,
hoy el mundo… ¡es tu Trapa!
M. Gemma Abia, Filipense
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