¡Abre los sentidos!
Escucha
atentamente,
afincado en la realidad siempre,
esos silencios que hablan,
esas voces de angustia y esperanza,
esa sinfonía humana no acabada…
¡No me digas que tus tímpanos
carecen de tal gracia!
Olfatea
hasta embriagarte
esos olores y perfumes
de flores y basureros a tu alcance,
de personas con sudor en su frente,
de pueblos y vidas haciéndose, muriéndose…
¡No me digas que eres insensible a náuseas
y fragancias tan penetrantes!
Palpa
suavemente, como sabes,
esas costras y blandas realidades,
esos hermanos con heridas para besarse,
esas soledades aisladas para no tocarse,
esas estructuras tan frías para abrazarse…
¡No me digas que tus yemas táctiles
no sienten ni se estremecen!
Mira
con tus ojos penetrantes
y ve el inmenso horizonte que existe,
eso que nadie enseña serena y dignamente,
lo que el mundo esconde de forma vergonzante,
lo que es deleite o bajar la vista te hace…
¡No me digas que tus pupilas son reacias
a las tres cuartas partes que existen!
Gusta
sin pensar en precios, pues es gratis
todo lo que tienes y se te ofrece:
la vida a raudales, tan patente;
el hambre que no puede masticarse;
esos granos a punto de reventarse…
¡No me digas que tus papilas
no están hechas para tales sabores!
Y si un sexto sentido tienes,
como a veces se dice,
haz que por él penetre
lo que es espíritu de tu vida
y alimento de tu carne y sangre:
las estructuras y detalles
de ese Reino que llora y crece;
todo lo que yo pensé y recreo,
y todo de lo que sois artífices…
¡No me digas que renuncias a lo que te ofrezco
con amor de Padre y Madre,
o que me he equivocado contigo
en esta aventura amante!
¡No me digas que te escandaliza
la pequeñez del Reino,
mi vida con aire nuevo,
un horizonte abierto
o las consecuencias de tu actuar profético!
Señor, aquí estoy;
ábreme los sentidos
para escuchar,
olfatear,
palpar,
mirar,
gustar
y vivir, como tú, el presente.
Florentino Ulibarri
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