Algunas hornacinas y capillas con San Martín de Porres en Canarias

1. Capillita particular en La Orotava

2. Hornacina en una casa particular en el barrio de La Romera (Los Realejos)

SAN ANDRES Y SAUCES (LA PALMA)

 3. Hornacina en San Andrés y Sauces

Cruz de la Cebolla (La Orotava)

4. Capilla en la Cruz de la Cebolla (La Orotava)

smp la romera-placeres

  5. Capilla de San Martín de Porres en La Romera (Los Realejos)

capillita

El Paso (La Palma)

6 y 7. Capillita en el Barrial (El Paso)

Las capillas, especialmente dedicadas a la Santa Cruz o al Calvario, y en ocasiones acompañada de alguna advocación mariana o santo de devoción, de diferentes tamaños y formas, son comunes verlas a lo largo de nuestro territorio, formando parte del paisaje —urbano y rural— de las islas y convirtiéndose en lugares de culto y de oración. Las hornacinas son pequeños huecos de diferentes estilos, excavados en la pared, rematados con arco de medio punto y con marco de madera y cristal protector. Ambas construcciones son habituales encontrarlas en fachadas o en el interior de casas, en patios y caminos o cruces de caminos de nuestras islas. Algunas ya deterioradas por el paso de los años y otras todavía en pie gracias al fervor religioso de los vecinos, dan lugar a una costumbre popular que deriva de nuestras raíces cristianas y que supone una «sacralización del espacio urbano» (así lo define el poeta:«ciudadela, que guarde la hornacina salvadora; centinela del bien, de tu legado, mi Señora»). En este sentido, tampoco debemos olvidarnos de las urnas portátiles o capillitas de visita, con su específica oración en la puertecita dedicada a la advocación de la imagen, que recorren los hogares uniendo en la piedad a las familias y a los vecinos.

Son las capillas y hornacinas un modo sincero y público, incluso conmemorativo, de expresar la devoción y encomienda a la Cruz bendita, a Jesús, a la Virgen, a un Santo-a, o un sentido expiatorio o de recuerdo de algún acontecimiento importante. Cómo se ha comentado anteriormente, no es difícil localizarlas en muchos rincones de nuestros barrios o municipios, pues ciertamente cada una posee su propia historia. Y es que la iniciativa privada, movida a veces por una profunda devoción o por el pago de alguna promesa, ha sembrado muchos lugares de capillas particulares o vecinales, calvarios y cruces, que también forman parte de la historia religiosa y popular de Canarias. Todas ellas son el resultado de sentimientos, pensamientos y recuerdos que avivan la fe y que, en buen modo, bendicen los lugares.

Ermita de la Inmaculada Concepción (Masca) 1

8. Capillita de madera en la ermita de Masca 

Santa Catalina - La Guancha

9. Capilla de visita en el barrio de Santa Catalina (La Guancha)

Ahora nos centraremos en aquellas, que a lo largo de estos años, hemos encontrado con la imagen de Fray Martín: En Los Realejos, más concretamente en el lugar denominado La Romera-Placeres, existe una capilla (ver foto central) que se ha convertido en unos de los centros de devoción a San Martín de Porres más importantes de Canarias. En la localidades de Santiago del Teide y Buenavista del Norte hemos visto en caminos con dirección a algunos barrios o caseríos capillas u hornacinas con cruces, a veces con alguna imagen de la Virgen o el Sagrado Corazón y otras también presente alguna figurita de fray Martín; e incluso, alguna dedicada casi de manera exclusiva a San Martín de Porres. Asimismo, en la ermita del caserío de Masca —dentro del Parque Rural de Teno—, dedicada a la Inmaculada Concepción, existe otra capillita tipo urna con Fray Martín (foto 8). En el barrio de Santa Catalina del municipio de La Guancha una capilla de visita recorre las casas de los vecinos del lugar de manera ya tradicional (foto 9).

Ermita de San Juan (Los Carrizales) 1

Ermita de San Juan (Los Carrizales)

10 y 11. Urna en la Ermita de San Juan, caserío de los Carrizales (Buenavista del Norte)

En el caserío de Los Carrizales (Buenavista del Norte), paraje enclavado en un barranco de majestuosas dimensiones, existe en su ermita de San Juan una pequeñísima imagen de San Martín en una urna. Lo llamativo es que dicha urna mantiene todavía la limosna dada por los feligreses muchos años atrás, con las antiguas pesetas y con algún que otro billete de la época que se conserva en recuerdo de los antepasados del lugar. Un papelito advierte: «el que coge este dinero se sabe… Dios castiga rápido» (fotos 10 y 11).

En el municipio del Paso, en la isla de La Palma, existe una bonita devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Pino, así como un gran cariño por San Martín de Porres que se manifiesta con la Bajada del Santo (el sábado más próximo o siguiente a la festividad). Emociona caminar en la enigmática zona del Barrial —también en El Paso—, donde se sitúa una ermita dedicada a San Martín de Porres, y descubrir por el camino referencias que muestran el afecto que se profesa a Fray Martín.

el berriel bajo

Cerámica

Todo es bueno cuando San Martín se encuentra en los hogares y en los corazones

San Martín de Porres, también conocido cariñosamente como Fray Escoba, se ha introducido en los corazones de muchos canarios, y junto a la Virgen María —en sus distintas advocaciones— como patrona de cada una de las islas bendicen nuestra tierra, suplican por sus habitantes y cuidan de nuestros hogares.

¡Martín de Porres! Cuida de nuestros hogares y a todos los que viven en él. Benditos sean los amigos que entran y las ventanas que se abren al cielo. Intercede ante el Señor para que nos guarde en paz y su bendición venga siempre sobre nosotros.

Iglesia Nuestra Señora de La Luz (Villa de Garafía, La Palma)

Iglesia de La Luz - Santo Domingo de Garafía

La iglesia parroquial Nuestra Señora de la Luz, también conocida como de Santo Domingo, en el casco histórico de Santo Domingo de Garafía, es un ejemplo único en La Palma y uno de los pocos templos canarios de presentar una planta de dos naves. Bendecida por el obispo de Marruecos, don Sancho Trujillo, en 1552, tiene unos magníficos artesonados en madera del país.

Iglesia de Ntr. Sra. de La Luz y de Santo Domingo de Garafía (La Palma)

Imagen de San Martín de Porres en la Iglesia de Nuestra Señora de La Luz. La imagen no está habitualmente expuesta al culto, pero sí en las fiestas de Nuestra Señora de La Luz (Foto por gentileza de Juan Luis Bardón)

La Noble y Leal Villa de Garafía, el municipio más al norte de la isla de La Palma, es un pueblo para perderse y un tesoro por descubrir. Los senderos y caminos reales recorren por laderas y barrancos el municipio, permitiéndonos conocer sus caseríos y bellezas naturales e históricas. A mediados de agosto, a partir del 15, comienzan las fiestas patronales del municipio, en honor a Nuestra Señora de La Luz. La Parroquia de Nuestra Señora de La Luz de Garafía tiene la singularidad de presentar una planta de dos naves, ejemplo único en La Palma y uno de los pocos que se encuentran en el Archipiélago. Su cabecera muestra la Capilla Mayor, dividida de la nave principal por arco triunfal, y dos colaterales, con arco abierto a la mayor. La del Evangelio, dedicada al Buen Jesús, es a su vez cabecera de la Segunda nave; la de la Epístola, que lleva la advocación de Nuestra Señora del Rosario, fue proyectada de igual manera, como capilla cabecera de una tercera nave que nunca se llegó a hacer. Los retablos -restaurados hace ya algunos años-, policromados de estilo manierista, datan del siglo XVIII, si bien se desconoce su autoría.

La hermosa imagen de la Virgen de La Luz es de las llamadas de candelero, es decir, solo tiene talladas la cabeza y las manos. Se trata de una imagen de autor desconocido, fechada a principios del Siglo XVIII, y de autor canario.

Virgen-de-la-Luz

Nuestra Señora de La Luz (Foto Luisa Castro)

Una Luz brilla en Garafia
Una Luz despierta el Nuevo día
Es la Virgen que nos Guía
Y nos trae su melodía.

Ilumina a tu pueblo Virgen Santa
Con tu arco iris de mágicos Colores
Y que tu imagen bella y sacrosanta
Nos Gratifique con el poder de tus favores.

De Garafia eres la fiel Patrona
Que honras con tu nombre luz divina
Serás por siempre la eterna faraona
Que nuestros pasos diriges y encaminas.

Eres Reina y Señora de nuestra Villa
Y eres la madre buena que nos cobija
Tú eres de La Palma la Luz y Guía
La aurora de la fe que la ilumina.

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Nuestra Señora de La Luz

Nuestra Señora de La Luz – Villa de Garafía

Martín de la Caridad

Iglesia San Martín de Porres - Mar de Plata

“Martín de la caridad”

Homilía del Obispo de Mar del Plata en la memoria de San Martín de Porres

Mar del Plata, 3 de noviembre de 2014

Convento de frailes dominicos, San Martín de Porres

Esta comunidad conventual de frailes dominicos, sede del noviciado de la Orden, celebra hoy con gozo la fiesta de su patrono, San Martín de Porres. Hablamos de una de las glorias de la Orden de Predicadores, y una de las primeras flores de santidad en América Latina.

Como obispo de Mar del Plata, siento un gran gusto al responder positivamente a la invitación de presidir esta Misa. Este convento dominicano manifiesta continuamente su voluntad de comunión con la Iglesia diocesana y lo demuestra de muchas maneras. Sé que siempre puedo contar con su activa colaboración a la hora de proponerles una tarea pastoral, la suplencia puntual de un sacerdote, la ayuda en el sacramento de la Confesión, la presencia en las manifestaciones de fe, lo mismo que en eventos de trascendencia diocesana, o bien el compromiso de asumir una cátedra.

Recuerdo el día de mi ingreso en esta diócesis, el 4 de junio de 2011. Estaba previsto hacerlo a partir de este lugar, pero sin ingresar en este templo. Por detalles del protocolo, la oración del obispo ante el sagrario se reservaba para el ingreso en la Catedral. Con sana e ingenua picardía, los frailes, presididos por el Provincial, habían preparado un reclinatorio ante el altar y entre tímidos y distraídos me preguntaron si no deseaba pasar a saludar al Señor. ¿Cómo negarme?

Transcurridos unos instantes, después de rezar ante el Santísimo y la Virgen del Rosario, volví la mirada hacia la hermosa imagen de uno de mis santos preferidos, San Martín de Porres. Soy sensible ante las manifestaciones artísticas de calidad, y sé que esta talla se debe a uno de los mejores artistas que trabajaron la escultura en madera, Leo Moroder, abuelo de un querido sacerdote porteño, fallecido en plena juventud.

No vine para hablarles de arte ni quiero distraerlos. A este santo siempre atribuí una gracia decisiva en mi juventud, al término de una novena. Algún fraile de este convento conoce mi relato. Por eso, a los dos meses de ingresar en el Seminario, en el año 1962, sentí inmensa alegría por la canonización de este humilde hermano lego dominico, hijo de padre español y de madre mulata. Luego leí con fruición en L’Osservatore Romano la homilía del Papa San Juan XXIII.

Con el paso del tiempo, quise conocer más sobre la vida de este santo y leí una biografía que en su momento me hizo mucho bien.

Sobre su biografía no abundo, pues estoy hablando ante sus hermanos en religión, que bien la conocen; y ante una feligresía habituada a escuchar hablar de él.

Me complazco, en cambio, en recordar algunos rasgos de su estilo de vida, de su camino de santidad, que pueden servirnos a todos, cualquiera sea nuestro estado.

En las lecturas bíblicas, podemos encontrar la clave de comprensión de su existencia. El profeta Isaías habla del sentido del verdadero ayuno: “compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (Is 58,7). San Pablo al describir las diversas funciones en el Cuerpo de la Iglesia, nos dice: “El que tiene el don del ministerio, que sirva … El que comparte sus bienes, que dé con sencillez … El que practica misericordia, que lo haga con alegría … Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos” (Rom 12,7-9). El Evangelio nos trae la exclamación gozosa de Jesús: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Mt 11,25).

En la vida de este humilde hermano lego, estas cosas resplandecían mediante sus obras.

Lo primero que destaco es la forma específica en que se tradujo su ardiente caridad. En una orden religiosa donde es bien conocido el lema contemplare et contemplata aliis tradere, vale decir: “contemplar la verdad y ofrecerla a los demás”, San Martín nos invita a ahondar en este aserto y darle a esta afirmación un significado que no excluye el esfuerzo del estudio, pero indica otra vía de conocimiento de la verdad y sabiduría del Evangelio, que Dios regala a los humildes y sencillos.

Conocer la sagrada doctrina, como base para instruir a los demás y dar respuesta a los numerosos interrogantes que se plantean en el encuentro entre el Evangelio y la vida de los hombres, es tarea irrenunciable en la vida de la Iglesia. Algunos miembros del Pueblo de Dios están llamados a conocer la revelación cristiana mediante el arduo estudio de la ciencia teológica en sus distintas áreas. Algunas órdenes, en particular, y entre ellas la dominicana, recibieron históricamente este carisma. Pero este camino es para pocos en comparación con la mayoría del Pueblo de Dios.

 En cambio, es para todos, incluidos los teólogos, el camino de la humildad y de la caridad, que se revestirán de expresiones diversas según cada estado de vida.

San Martín fue un gran contemplativo, aunque su fuente de sabiduría no eran los libros ni el esfuerzo de la ciencia. Él nos enseña con su vida que la contemplación no es un simple mirar y entender, ni sólo razonar  con fría objetividad sobre lo que es verdadero. La contemplación cristiana consiste en conocer a Dios mediante el amor. Por eso dice el Apóstol San Juan en su primera carta:  “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4,7-8).

La vida de San Martín de Porres abunda en gestos e iniciativas permanentes de conmovedora caridad, encendida en su oración constante, alimentada en su devoción eucarística y en su actitud receptiva ante los relatos y enseñanzas del Evangelio. Al pensar en la pasión del Señor, no podía evitar las lágrimas.

Este “Martín de la caridad”, como fue llamado, no había leído la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, dominico como él, pero sabía por la enseñanza interior del Espíritu Santo lo que el gran doctor enseñaba: “donde hay amor hay visión”, ubi amor ibi oculus (In Sent.III, 35, 12). Y también aquello que enseña Santo Tomás, siguiendo a San Gregorio Magno: “ «Cuando se ha visto a quien se ama se enciende más ese amor». Y esa es la perfección última de la vida contemplativa: no sólo la visión de la verdad divina, sino también su amor” (II-II, q.180, a.7 ad 1).

Hoy la Iglesia, bajo la guía del Papa Francisco, quiere volverse decididamente misionera, ser Iglesia en salida, que va al encuentro de las periferias geográficas y existenciales de la sociedad; testigo de la misericordia de Dios, al encuentro de las llagas de los hombres, sin excluir a nadie, pero privilegiando a los pobres.

De todo este programa puede ser modelo inspirador San Martín de Porres, a quien encomendamos hoy esta comunidad y esta feligresía, junto con los trabajos misioneros de nuestra diócesis.

+ Antonio Marino

Obispo de Mar del Plata

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Capilla de San Martín de Porres

Iglesia Convento San Martín de Porres, Mar del Plata (Argentina)

Martín de Porres: un corazón abierto al Corazón

Martín de Porres: un corazón abierto al Corazón

El corazón de Martín y el corazón de Dios

Martín de Porres nació hace más de cuatrocientos años atrás, en 1579, en Lima, Perú. Nació mestizo, mulato, hijo de una mujer africana (Ana, nacida en Panamá de padres esclavos africanos) y un padre español, llamado Juan de Porres. El alma de Martín era negro y su corazón español. Y no había dado aún su primer aliento, cuando el enfrentamiento entre estos dos mundos comenzó a lidiar en lo más profundo de su pequeño corazón. En 1533, unos cuarenta y cinco años antes del nacimiento de Martín, Atahualpa, el rey de los incas, había sido asesinado por el conquistador español Francisco Pizarro. De la noche a la mañana, los pueblos indígenas y afro de Perú en las Américas se convirtieron en siervos y esclavos del Imperio. Bartolomé de las Casas, fraile dominico, que había escrito poco tiempo antes del nacimiento de Martin, describió lo que había presenciado en las tierras recién descubiertas de las Américas:

«Dejé en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotado, afligido y crucificado, no una, sino miles de veces por aquellos que asolan y desoyen a los indios …» en su búsqueda codiciosa de oro y poder. Es una guerra que sigue asolando a nuestro mundo a día de hoy.

Pero Martín de Porres, era algo más que un niño pobre nacido en un mundo difícil y hostil, era también un santo. Y por eso lo recordamos hoy.

Poco después de su nacimiento -posiblemente incluso el mismo día- Martín fue bautizado en la Iglesia de San Sebastián en Lima. Su fe de bautismo dice: «El miércoles, nueve de diciembre de 1579, se bautizó a Martín, hijo de padre desconocido y de Ana Velázquez, una mujer liberada negra». No fue un comienzo fácil -especialmente con un padre ausente- de la manera en que se desarrolla la historia de Martín; no se puede dejar de vislumbrar el plan maravilloso de la bondad y providencia de Dios. El agua vertida sobre la cabeza de Martín ese día -llena de la gracia salvífica del Espíritu Santo- fluyó en su corazón, marcando el comienzo de una nueva creación.

Dios transformó lo que parecía un lamentable error en una bella obra de arte. «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas!», Dice el Señor, nuestro Dios (Apoc. 21:5). Seis años más tarde, la pila bautismal misma daría la bienvenida a otro hijo amado de Dios en la Iglesia. Su nombre era Rosa de Santa María, Rosa de Lima, la primera persona canonizada nacido en las Américas.

La infancia de Martín fue difícil, por decir poco. Se rieron de él, se burlaron y lo ridiculizaron. A menudo llamado «perro», es precisamente en medio del dolor y las luchas donde vemos el milagro del amor de Dios en el trabajo de su «mulato». Herido una y otra vez por el odio y el racismo, Martín encontró una manera de aceptar -e incluso celebrar- el color de su piel y los colores del arco iris que brotaban de su corazón; y de esta manera, fue capaz de convertirse en un icono del amor y la libertad humana. Su corazón, al igual que Dios, parecía llegar a todo el mundo -amigos y enemigos- dándonos un ejemplo poderoso de lo que significa aceptar la diversidad en nuestros tiempos. Lo que para otros hubiera sido fácil transformarlo en una vida de amargura y de ira, para Martín se convirtió en una oportunidad para la santidad. Martín se confió a Dios en el caos y la pobreza de aquellos primeros años; tomando los hilos españoles y africanos de su corazón los tejió en un hermoso tapiz de amor.

Si fuéramos realmente honestos, tendríamos que admitir que todos somos mulatos y mestizos, personas de «sangre mezclada» de una u otra manera. La mayoría de nosotros somos hijos e hijas de inmigrantes y refugiados. Somos ítalo-americanos e irlandeses-americanos, polaco-americanos y afro-americanos. Nuestras familias emigraron aquí desde Puerto Rico, Alemania, Irak o Filipinas. Dios no inventó los pasaportes, lo hicimos nosotros. Y las fronteras en el mapa de Dios no existen.

Lo cierto es que navegamos todos en un mismo barco. Nuestro mundo es un arco iris hecho a imagen y semejanza de Dios. Algunos de nosotros disfrutamos con un buen arroz con pollo, mientras que otros prefieren una ensalada griega, un falafel, pizza o una hamburguesa jugosa. Ya sea con la música que escuchamos, los alimentos que comemos, las noticias que leemos o con el cónyuge que nos casamos, vivimos, nos movemos y tenemos nuestra existencia en un mundo de increíble diversidad. Algunos nacieron aquí y otros han nacido allí. Algunos son demócratas y algunos republicanos. Pero no importa, los colores del arco iris que corren en nuestras venas a través de la sangre, nos demuestra que todos somos hijos de Dios. Esto es lo que Martín de Porres aprendió de la vida. Cada respiro suyo era un descubrimiento de que el corazón de Dios es universal: un corazón de muchos colores.

abierto al corazón

Uno de los dominicos de la comunidad de Martin dio este testimonio de Martin:

«El hermano Martín era un hombre de gran caridad, que sanando a sus hermanos cuando estaban enfermos, también colaboró en el deber más grande de difundir el gran amor del mundo … [Ellos lo llamaron] ‘padre de los pobres’. «Por otra parte, se preocupaba por laicos fuera de estas paredes [] de todos los estados de la vida, curarlos de sus dolores, heridas e inflamaciones … y por lo tanto un número infinito lo buscó y encontró en él toda la ayuda: el alivio de los enfermos,, el consuelo a los afligidos, y el resto, refugio. Lo hizo de buena gana, su semblante [siempre] feliz y en paz. «Fr. Antonio Gutiérrez, OP (Proceso de beatificación de Fray Martín de Porres, O.P.)

San Pablo dice en su Carta a los Efesios:

Ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, en su carne de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación … que podría crear en sí mismo una humanidad nueva, de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz a través de la cruz… Así que no son más extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y también a los miembros de la familia de Dios «(Ef 2:13-19).

Toda la vida de Martín fue un testimonio vivo de cómo Dios puede crear armonía y belleza a partir de las diferencias aparentemente opuestas.

No hay mayor amor

Desde el momento en que cumplió unos ocho años hasta el día en que entró en el convento dominico, a los quince años, Martín vivió en la casa de una mujer llamada Isabel García, en una de las comunidades más pobres —la afro-peruana— del barrio de Malambo. Cada día Martín había visto a los esclavos africanos que iban por las calles (encadenados) a la espera de ser vendidos para trabajar en las minas de oro y plata. Los esclavos se hacinaban en los cercados de la zona, los llamados corralones, vigilados por perros. Sólo podemos preguntarnos qué pensaba su joven mente al pasar por estas jaulas llenas de seres humanos. ¿Qué piensa? ¿Qué sintió cuando vio el color de su piel, dándose cuenta de que era del mismo color que la de los esclavos? ¿Cómo fue ese ambiente de violencia que tanto afecta a un niño? Y hoy, ¿cómo le afecta a nuestra juventud, muchos de los cuales viven en barrios asolados por la violencia?

Quizás el mayor regalo de Martín fue su capacidad para dejar que Dios convirtiera su sufrimiento en compasión. ¿Dónde aprendió esto? ¿Cómo supo entregar su corazón herido a Dios para que pudiera sanarlo? Es interesante notar que fue precisamente durante esos años, que vive en el barrio de Malambo, cuando Martín comenzó a pasar largas horas de la noche en oración. Esto es lo que uno de los testigos testificó durante el proceso de beatificación de Martín:

de niño rezando

Martín pidió a Isabel García un cabo de vela de cera … temerosa de un incendio, pero sobre todo queriendo saber lo que estaba pasando, Isabel se dejó tentar por la curiosidad. Al acercarse a la habitación del niño, ella miró a través de las rendijas de la puerta. Lo que vio la dejó profundamente conmovida. Martín estaba de rodillas, tranquilo, en silencio, y rezando ante una imagen del Crucificado [de Cristo]. Su silueta oscura se esbozó piadosamente contra el resplandor de la vela … parecía casi imposible para un niño tan pequeño.

Allí estaba él -un joven de diez u once años de edad- dialogando con Dios en el silencio de la noche. ¿Qué palabras hablaría con el Cristo Crucificado durante esas noches de oración?… Era de noche, si tenemos en cuenta, que fue cuando Dios visitó el pueblo de Israel, esclavizado por Egipto, y los liberó de sus ataduras. En medio de la noche el joven Samuel fue llamado por el Señor, respondiendo en su inocencia juvenil, «Aquí estoy» (1 Samuel 3:4). Fue en la densa noche de la muerte en que María Magdalena oyó la voz de Cristo resucitado, llamándola por su nombre (Jn 20:16). Como el salmista canta: «Es bueno dar gracias al Señor y celebrar tu nombre, Dios Altísimo, proclamar tu amor por la mañana y tu fidelidad durante la noche (Sal 92, 2-3)… Parece que no sólo Martín pasaba las noches dialogando con Dios; también Dios pasó esas mismas noches hablando con Martín.

A los quince años, Martín se despide de la Sra. García: avanzamos unas manzanas de casas hasta el convento dominico de Nuestra Señora del Santísimo Rosario, y allí pedirá ser aceptado como hermano lego. Le dieron la bienvenida y de inmediato asignado a cuidar a los hermanos enfermos como ayudante de enfermero. Martín estaba bien preparado para la tarea, porque cuando era un niño había sido aprendiz con dos barberos de la época (una especie de curandero o médico rural), tanto en el arte de preparar las hierbas medicinales como en las múltiples facetas de un barbero. En aquellos días, los barberos realizaban casi todo lo que un médico de familia, el dentista, el farmacéutico, una enfermera o un fisioterapeuta harían en la actualidad, y acaso un poco más: cortaban el pelo, sacaban las muelas, trataban las quemaduras tratadas, cosían las heridas, entablillaban fracturas, realizaban cirugías menores y prescribían los medicamentos necesarios.

A pesar de que Martín se encontraba en su nueva tarea de cuidar a los hermanos enfermos en el convento, su trabajo en la enfermería no estuvo exento de desafíos. Un día, Martín fue a visitar al Padre Pedro Montes de Oca, quien acababa de ser informado de que su pierna tendría que ser amputada al día siguiente. Tratando de suavizar un poco las cosas, Martín hizo algún comentario gracioso que enojó al sacerdote. El P. Pedro reaccionó mal, llamando a Martín «perro mulato». Martín no se sintió ofendido por las palabras de enojo de Pedro. Al día siguiente, Martín regresó con algo bastante extraño: una ensalada de alcaparras para el Padre Pedro. «Bueno, Padre, ¿usted todavía sigue enfadado? Coma esta ensalada de alcaparras que yo le he traído…»el sacerdote quedó en estado de shock, pues durante todo el día había estado deseando una cosa: ¡una ensalada de alcaparras! Atormentado por el dolor y al darse cuenta de su error y consciente de la bondad infinita de Dios, le pidió a Fray Martín que le perdonara su arranque de ira. Martín sonrió, sin ningún rencor por el comentario racista del día anterior. Entonces, poniendo las manos sobre su pierna, el Padre Pedro fue sanado.

Esto es lo que significa cruzar la frontera y entrar —sin violencia— en el mundo de nuestro vecino, que, por desgracia, a veces es nuestro enemigo. Martín, en lugar de devolver mal por mal, optó por el camino sabio, tratando de ganarse a su enemigo con el humor y el amor. Dice San Pablo: «No seas derrotado por lo malo, sino vence el mal con el bien» (Romanos 12:21).

Juicioso Martín, su respuesta de amor nos recuerda una historia en la víspera de Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial en el campo de batalla de Flandes, cuando de repente -de la nada- un soldado alemán joven comenzó a cantar «Stille Nacht» («Noche de Paz): «Algunos compañeros se unieron, y antes de que se diera cuenta, el británico y el francés respondieron con sus propios villancicos. En poco tiempo, los enemigos de ambos lados salieron de sus trincheras, se dieron la mano, intercambiaron regalos y compartieron fotos de sus seres queridos. Y entonces, allí mismo, en medio de la guerra, jugaron un partido de fútbol». ¿No es esto el amor que nace cuando se escucha a Dios en el silencio de la noche? ¿No fue durante las conversaciones de Martín con Jesús en el silencio de la noche, iluminadas con la tenue luz de una vela, cuando se enteró de propio corazón del bendito amor de Jesús?

Por supuesto, en plena Guerra Mundial, los generales no estarían en absoluto satisfechos con la espontánea expresión de amistad entre las fuerzas enemigas. ¿Cómo demonios se puede ganar una guerra si nuestros soldados muestran al enemigo unas fotos de su familia? No está en el interés nacional hacerse amigo del enemigo! Si Martín de Porres estuviera hoy aquí —tal vez él— nos invitaría a resolver los conflictos mundiales con partidos de fútbol o, mejor aún, con un concurso de creativas ensaladas! ¡Imagínese! Después de ocupar Wall Street, podríamos empezar un nuevo movimiento: «los amantes de la ensalada de alcaparras por la Paz!»

Martín creía que el mundo podía ser curado a través de la compasión. El racismo es un pecado, pero no llegaremos a ninguna parte si se matan a los racistas. Martín, quien fue víctima de racismo, optó por romper el ciclo. ¿Quién va a enseñar a nuestros hijos, hoy en día, para responder al odio con el amor? ¿Cuántos suicidios, cuántos asesinatos de adolescentes tenemos que leer en la prensa antes de aprender a tender la mano y abrazar a nuestros jóvenes, pasar tiempo de calidad con ellos, amarlos incondicionalmente?

Martín no respondió atacando al enemigo. Él escogió el camino más difícil: una victoria con la ensalada de alcaparras! No sólo es contentar al sacerdote con su ensalada favorita, sino que durante el proceso él también sanó su pierna: y su corazón y su alma. Se necesita más valor para perdonar que para mantener al enemigo obligado por su pecado. Se necesita más coraje para amar que para odiar. Pocos lo han dicho con más claridad que otro Martín, Martin Luther King, Jr. En su predicación en la Iglesia Bautista Dexter Avenue en Montgomery, Alabama, en 1957, el Dr. King dijo:

“Diremos a los enemigos más rencorosos: a vuestra capacidad para infligir el sufrimiento, opondremos la nuestra para soportar el sufrimiento. A vuestra fuerza física responderemos con la fuerza de nuestras almas. Haced lo que queráis y continuaremos amándoos. En conciencia no podemos obedecer vuestras leyes injustas, porque la no-cooperación con el mal es, igual que la cooperación con el bien, una obligación moral. Pero tened la seguridad de que os llevaremos hasta el límite de nuestra capacidad de sufrir. Un día ganaremos la libertad, pero no será solamente para nosotros. Lanzaremos sobre vuestros cuerpos y a vuestras conciencias un grito que os superará y nuestra victoria será una doble victoria”.

Una de mis camisetas favoritas es la que dice: «Hacer actos de bondad al azar». ¿Podría ser tan fácil? ¿Nos atrevemos a conquistar el mundo con el amor, y de esta manera, hacer lo que Jesús enseñó a sus discípulos a hacer?

Jesús, la noche antes de morir en la cruz, y a sabiendas de que estaba a punto de ser traicionado, no despertó a sus discípulos para atacar al enemigo. No. Él se reunió alrededor de una mesa con todos ellos, en esa santa noche dedicada a recordar el Éxodo del pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto, y compartieron una cena. Pero no fue sólo una comida. Él entregó —con este acto— su vida entera por ellos y por nosotros. Todo: el Cuerpo y la Sangre. Él eligió amar a todos, incluso a sus enemigos, en lugar de hacer daño al otro. ¿Nos atrevemos a unirnos a Jesús y a Martín en la construcción de un nuevo mundo, en un gozoso acto de bondad conjunta?

Texto adaptado por fraymartinblog.wordpress.com  

Tomado de dominicanvocations.com

Centro Parroquial San Martín de Porres, Parroquia de San Mateo (Cáceres)

San Martín de Porres (Cáceres)

Imagen de San Martín de Porres en la capilla del centro Parroquial que lleva su mismo nombre. El lugar pertenece a la parroquia de San Mateo (Cáceres, ciudad)

Este Centro Parroquial San Martín de Porres fue inaugurado en el año 2006, en un acto presidido por el obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres. Tiene dedicado su nombre porque el matrimonio que donó el terreno para su construcción era muy devoto del Santo de la escoba, trasladándose la imagen desde la iglesia de San Mateo al Centro Parroquial. Dispone el edificio de amplios espacios para el despacho de la parroquia, Cáritas, el taller de costura, además de salas para catequesis y otros grupos. También cuenta con una capilla en la planta baja y otro salón para mayores. La parroquia celebra la memoria de San Martín todos los años, cada 3 de noviembre, de manera sencilla y humilde -como lo era Fray Martín- con una Eucaristía. Seguidamente, el grupo de la limpieza de la Parroquia suele ofrecer un chocolate con pastas a todas aquellas personas que han participado de la celebración y que desean disfrutar de un rato ameno en comunidad. Sin duda, un lugar de encuentro y de estímulo para los feligreses de la ciudad de Cáceres.

Oración a San Martín de Porres 

Señor Jesús, que has puesto en nuestro camino el ejemplo, la sencillez, la humildad y el servicio de San Martín de Porres.

Queremos intentar seguir sus huellas, porque él siguió las tuyas.

Ayúdanos a:

  • Ser personas que no vayan buscando el aplauso y el figurar en todas partes.
  • Buscar siempre el servicio de los demás, de los que nos caen bien y mal.
  • Procurar que hagamos felices, con nuestro trabajo de cada día a las personas que viven junto a nosotros.
  • A preocuparnos de los pequeños detalles que hacen falta en nuestra familia y que casi siempre se descuidan por ser menos importantes y llamativos.

Todo ello te lo pedimos, a través de San Martín de Porres, Amén.

Oración compuesta por el Padre Paulino Hernández, párroco de San Mateo (Cáceres)

Nota: Queremos agradecer al Padre Paulino su amabilidad para con nosotros. Gracias de corazón.