Cruz de madera pulida…

«Cruz de madera pulida
enmohecida por el tiempo…
espejo de sinsabores y
lagar de mis sarmientos…”

Así te busco en mi lecho
pues de otra forma te vi,
y sé que abrazada a Ti
estoy de Noche y de Día…
Tú fuiste figura mía,
cuando Contigo sufrí…
Tan mojada yo te vi
Que pensé que Tú sudabas
y sufriendo, te llamaba
y mi sudor fue por Ti…
Te buscaba y no te hallaba
y gritando te llamé
te estrujaba y te empapé,
de lo que fueron dolores…
pero más fueron dulzores
cuando al final te besé…
y nunca te soltaré
y serán nuestros amores,
la mecha de tus sudores
en mi Getsemaní doliente
pues fueron tales mis Fuentes
que la Vida hasta infinito
beberé mi cervatillo
¡y me embriagaré en tus Fuentes!

María del Rosario Navarro

No está aquí el que buscáis

* No está aquí el que buscáis

Aún, sin el sol alumbrando el nuevo día,
hacia el huerto, más cercano que lejano,
sus pasos, cuatro mujeres encaminan.

Sobre las colinas de oriente,
una blanca esperanza, ligera
cual remoto reflejo de una tierra
vestida de lirios y plata, lentamente
se elevaba entre el palpitar
de las lejanas constelaciones;
venciendo el fulgor tenue
del centelleo de la noche.

De esas albas serenas era el día,
que a pensar llevan en los inocentes
que dulcemente duermen su alegría;
y en la belleza de las promesas,
y en que el aire, benigno y limpio,
por el vuelo de ángeles parece,
un momento antes conmovido.

Dulces y virginales días
que preparan lúcidas palideces,
con alegre verecundia,
con estremecimientos jóvenes,
con inmarchitables candores.
¿Quién del sepulcro apartará la piedra?
Las cuatro mujeres se decían.

Cuatro eran, eran cuatro mujeres,
debilitadas por el amor y el dolor.
Eran cuatro débiles mujeres,
a quienes ese dolor y ese amor
las hacían mujeres fuertes.

La oscura boca de la gruta
en la reinante oscuridad se abría,
con mano temblorosa, una,
tanteó el umbral atrevida.
No se decidan a volverse,
y a entrar no se atrevían.

Emergiendo por entre las crestas
de las cercanas colinas,
el sol alumbró de la gruta, su abertura.

Atesorando ánimos entraron,
por un sobresalto estremecidas.
Un joven vestido de puro blanco,
cándidas y radiantes vestiduras,
estarlas esperando, parecía.

¿Por qué entre los muertos buscáis al que da la vida?
No está aquí el que buscáis, Resucitó a la Vida.

J.R. Pablos (del poemario inédito: Pasión).

Fuente: hispanidad.com

Pastor que con tus silbos

Pastor que con tus silbos

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

Lope de Vega

Oración a Santa María

Oración a Santa María
Oh Virgen, tu gloria supera las cosas creadas.
¿Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza,
Madre del Verbo de Dios?
¿A quién te compararé, oh Virgen,
de entre toda la creación?
Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles,
Pero, ¡cuánto los superas tú, María!
Los ángeles y los arcángeles sirven con temor
a Aquel que habita en tu seno,
y no se atreven a hablarle;
tú, sin embargo, hablas con Él libremente.
Decimos que los querubines son excelsos,
Pero tú eres mucho más excelsa que ellos.
Los querubines sostienen el trono de Dios,
tú, sin embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos.

     San ATANASIO, siglo III

Noche de Reyes

Noche de Reyes

Los Magos de Oriente pasaron
por mi ventana;
dejaron a su paso un rosal
de rosas blancas y un cielo azul
de mi infancia.

Detuve la mirada, hasta verles
perderse en la bruma de la noche
mágica,
y, sólo en el recuerdo, pude abrigarles
en el alma.

Dejaron sus pisadas en el barro
marcadas, que pronto se hicieron
espejitos del agua,
donde la luna de Enero
pálida se miraba.

Tomás Arroyo