Oración a San Martín de Porres

San Martín de Porres (Playa de Arinaga)

Oración por la Paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de uno mismo
como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo, como se resucita a la vida eterna.

Todo esto te lo pedimos, Señor.
Por intercesión de San Martín de Porres. Amén

(Oración franciscana por la paz. Parroquia de Nuestra Señora del Pino, Playa de Arinaga)

San Martín de Porres en la Playa de Arinaga (Agüimes, Gran Canaria)

SMP Playa de Arinaga

«Tan pintoresco lugar, ha tenido, por especial designación de la Providencia, la suerte única de tener por Patrón, a la extraordinaria figura del seráfico San Martín de Porres, el santo moreno de Lima, que siempre ayuda a quienes con fe le imploran interceda ante el Señor, en demanda de algún celestial favor y la verdad es, que no creemos exageran, cuando tal cosa aseveramos; los que conocemos bien a Arinaga, su vida, sus costumbres, etc, y la del humilde fraile peruano creemos ver un cierto paralelismo entre el popular Patrón y la popularísima barriada» (José Gil Bosa)

Reliquia San Martín de Porres en Arinaga

Reliquia «Ex Ossibus» de San Martín de Porres que se venera en la iglesia de Nuestra Señora del Pino de la Playa de Arinaga

La imagen y una reliquia de San Martín de Porres se veneran en la Iglesia Nuestra Señora del Pino, en el barrio costero de la Playa de Arinaga, municipio de Agüimes, al sureste de Gran Canaria. En la parroquia, que se caracteriza por su dinamismo y una gran actividad pastoral, existe una asociación de amigos de Fray Martín de Porres que ha logrado —con su cariño y dedicación— que perdure con fidelidad el sentimiento hacia San Martín en los vecinos del lugar y alrededores. Una devoción que llegó a esta localidad de la mano de algunos devotos, entre ellos Juan Domínguez o José Quintana González, personas que se desvivieron por la grandeza de su pueblo y por el amor a nuestro santo mulato. También las primeras fiestas, siempre con gran júbilo y éxito de participación, eran organizadas por la Asociación de Cabezas de Familia de la Playa de Arinaga. Una festividad que en el transcurso de los años llegó a contar con la presencia, entre otros ilustres invitados, del obispo de la Diócesis, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, el prior de la basílica de Candelaria (Tenerife), el párroco del Santuario de Nuestra Señora del Pino y, en definitiva, de personas de prestigio en los diferentes ámbitos de la sociedad grancanaria. Entre los actos religiosos cabe destacar la misa de enfermos -siempre especial, muy concurrida y esperada-, en la que se imparte el sacramento de la Unción y se realiza la ofrenda de los alimentos para los más necesitados. Finalizada la misma se da a besar la reliquia del santo junto al reparto del «pan de Fray Martín» o «pan de los pobres», toda una llamada a la generosidad propia de los cristianos y, en particular, de los vecinos de este lugar. Al día siguiente, durante la fiesta principal, tiene lugar la celebración de la misa solemne y posterior procesión.

Los catecismos cristianos aseguran que el hombre más santo es aquel que tuviere mayor caridad, sea quien fuere, y aquel mulato arrebatado de amores, el lego dominico Fray Martín de Porres, condensa en su entrega solidaria al prójimo, las máximas virtudes en los modos a que pudo entregarse un hombre de su tiempo. La Playa de Arinaga, por tanto, no ha podido escoger figura más simpática para que se funda y confunda con sus marineros, mulatos también de sol y de brisas ensalitradas, capitanes de sus barquichuelas verdes, para cuyos remos pedimos la compasión que exige el progreso mínimo… Fray Martín de Porres, un hombre sencillo posado en una playa de pescadores igualmente modestos, sobre cuyos hombres cetrinos pesan el sol y el viento, como en los torsos de la figuras bíblicas…

Orlando Hernández (del pregón de las fiestas de San Martín. 1966)

Esta entrañable fiesta se celebra el fin de semana más próximo a la festividad de San Martín —3 de noviembre—; preparada con humildad y entrega, con respeto y admiración hacia nuestro querido santo, con una sincera invitación se nos anima a participar en la celebración y, sobre todo, a que nos acerquemos a conocer un poco mejor la figura de Fray Martín: «¡Canario, Amigo de San Martín de Porres, honra al Santo con tu presencia; San Martín de Porres espera tu visita!»

cuadro con oración

Cuadro con una poesía dedicada a San Martín de Porres, «Arinaga, Santo Moreno» (picar en la imagen para agrandarla)

…Oh! San Martín como te amo yo.

Arinaga sin ti estaba muerta, ahora vivió,

al pobre alimentó,

al enfermo con su bondad sanó,

Martín, el Señor su espíritu te dio.

Santo eres, gracias a tu amigo Jesús tu Dios.

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smp arinaga 001

Decreto de Erección Canónica de la Asociación de Amigos de San Martín de Porres en la Playa de Arinaga:

«Nos doctor don José Antonio Infantes Florido, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, obispo de Canarias. Por las presentes, y a petición de Fray Benigno de la Cruz de la Riva, O.P., director del Secretariado de la Asociación de Amigos de Fray Martín de Porres, en virtud de nuestras facultades Ordinarias, erigimos dicha Asociación con sede en la iglesia de Nuestra Señora del Pino, de la Playa de Arinaga, con todos los derechos y obligaciones canónicos, además de los expresados en el Reglamento del Secretariado Nacional de Palencia.

Lo que firmamos y sellamos en Las Palmas de Gran Canaria a 7 de Abril de 1972

José Antonio, Obispo de Canarias

Siervo de Dios Antonio Vicente González, «el Buen Pastor Canario»

Siervo de Dios Antonio Vicente González

Retrato del Siervo de Dios Antonio Vicente González realizado por J. Suárez.

Antonio Vicente González Suárez nace en la Villa de Agüimes (isla de Gran Canaria) el 5 de abril de 1817. Hombre incansable y de gran talla intelectual, desempeñó múltiples tareas siempre con espíritu servicial: párroco de Santo Domingo de Guzmán de Las Palmas de G.C., fiscal de la Diócesis de Canarias, secretario, vicerrector y catedrático de Teología fundamental del Seminario Diocesano; aunque será especialmente recordado por la esmerada atención a sus feligreses, de su generosidad con los más necesitados y con aquellos que acudían a él buscando ayuda.

Gran orador, distinguido y elocuente, sus homilías eran escuchadas con admiración. Asimismo, el Siervo de Dios Antonio Vicente fue una persona en la que destacó la virtud de la Fe: que dio como fruto su testimonio vivencial de mártir de la caridad y de la obediencia. Sobresalió en su sacerdocio por su amor a los pobres y a los enfermos, desprendiéndose de lo que era necesario y anteponiendo su propia salud por servir al prójimo. Como buen pastor había encontrado la fuerza y el alma de lo que sería su vida heroica en su amor especial a la Eucaristía y la devoción filial a María, profesando especial veneración a la Virgen del Rosario y a la Virgen de los Dolores del barrio capitalino de Vegueta.

Fue el obispo Monseñor D. Luis Folgueras, Obispo de Tenerife, quien ordenó sacerdote a Antonio Vicente, el 19 de Enero de 1845, en la iglesia parroquial del Puerto de La Orotava (actualmente iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, Puerto de la Cruz). El obispo de la Diócesis de Canarias, Monseñor Romo, cumplía condena de alejamiento de Canarias (1842 -1845), impuesta por el gobierno liberal de la época, por el único delito de haber defendido la libertad de la Iglesia. Desde su ordenación como sacerdote fue responsable de la parroquia de Santo Domingo, en el barrio de Vegueta (Las Palmas de G.C.). Tuvo el honor de ser el primer párroco que tuvo Santo Domingo; desarrollando con éxito su labor apostólica, no en vano se había educado entre los dominicos de Agüimes lo que le permitió una concienzuda preparación. Pero el destino quiso que su labor religiosa se viera perturbada dramáticamente por dos episodios históricos, de consecuencias nefastas para la población grancanaria de la época: una tremenda hambruna y la posterior epidemia de cólera, que dejó un reguero de muerte en la Isla. Se volcó en la ayuda a los apestados del cólera morbo, y víctima de su atención a esos infectados contrajo la misma enfermedad, de la que murió al poco tiempo en Las Palmas de Gran Canaria a la edad de 34 años. Su muerte fue muy sentida en toda la isla, quedando muy afectado por su fallecimiento el Obispo Buenaventura Codina a quién le unía una gran amistad. Ambos se distinguieron en su dedicación a los pobres, obediencia a la Iglesia y entrega a las víctimas de la epidemia de la Cólera. El recuerdo y devoción de estos dos siervos de Dios ha permanecido vivo entre los fieles, principalmente en la isla de Gran Canaria.

Continuamos recordando, algo más detalladamente, los acontecimientos vividos y la ejemplaridad cristiana de este sacerdote canario, mártir de la Obediencia:

En 1847, la isla padece la calamidad del hambre, y frente a la Iglesia, D. Antonio crea un pionero centro de caridad donde reparte sus ingresos con los pobres. En esta época de hambre en las islas, acogió y daba ropa a los necesitados, aunque él mismo no tuviera abundancia. Algunos años después, en la primavera de 1851, el horror comienza en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente en la Vega de San José, donde una mujer enfermó de forma repentina y murió al día siguiente. Las condiciones insalubres en la cual vivían las clases más pobres, faltos de comida y debilitados, propiciaron la rápida propagación de las enfermedades y, en las noches siguientes, el miedo se apoderó de parte de la población de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que huyó despavorida. Para fortuna de algunos, ahí estaba el religioso Antonio Vicente González, «que primero trató de alimentar a los más necesitados y, ya con una plaga de cólera encima, se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote»; convierte la vivienda donde realizaba el reparto de alimentos en un pequeño hospital, al que acude cada día para visitar y aliviar a los enfermos, no habiendo calamidad ni enfermedad que dejara de atender. Finalmente, acabó por contagiarse de la enfermedad que lo lleva a una hermosa muerte a los ojos de Nuestro Señor Jesucristo. Antonio Vicente había manifestado a sus feligreses, al arreciar el cólera morbo, en junio de 1851: «Yo vendré todos los días a las siete de la mañana a celebrar la misa, de no llegar es porque el Señor ha aceptado ya el sacrificio de mi vida». Llegó la mañana del día 23 de Junio y Antonio Vicente no aparecía. Comentaron todos: «nuestro Cura ha muerto«, y así fue, víctima voluntaria del contagio de la peste y del cólera había fallecido el día anterior, 22 de Junio de 1851, después de haber celebrado su última misa. Pasaría a la historia como «el Buen Pastor Canario», como así lo proclamó a modo de merecido homenaje la comunidad diocesana. En recuerdo a una ejemplar vida cristiana cada 22 de junio se realizan diversos actos en su homenaje, tanto en la parroquia de San Sebastián de Agüimes como en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Las Palmas de Gran Canaria.

Escultura Siervo de Dios Antonio Vicente González

Escultura del Siervo Antonio Vicente González junto a su casa natal, en la Plaza de Santo Domingo (Agüimes), donde todos los años se le realiza una ofrenda floral en su recuerdo. Foto Domingo Martín.

El 19 de mayo de 1998 se clausura el proceso diocesano de canonización. El Obispado de Canarias actualmente investiga, con la aprobación del Vaticano, un presunto milagro, ocurrido entre 2005 y 2006, atribuido a este siervo de Dios a quien se encomendó una familia de Gran Canaria para salvar la vida a uno de sus miembros, aquejado de un aneurisma de cuarto grado que le mantuvo dos meses en coma¹.

En la actualidad existe una biografía sobre su piadosa vida titulada «No encontraron su tumba» escrita por Don Juan Artiles Sánchez, Vicario Judicial de la Diócesis de Canarias y Canónigo Chantre de la Santa Iglesia Catedral.

(¹).- El 23 de Junio de 2011 fue clausurado, en su fase diocesana, el procedimiento «super miraculo» de un presunto signo atribuido a la intercesión del Siervo de Dios Antonio Vicente González. El Señor Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, conoce la vida de nuestro querido párroco, ya que el procedimiento de heroicidad de virtudes de este siervo de Dios se encuentra muy avanzado, y cuyo postulador romano del proceso de beatificación es el Padre Fray Antonio Sáez de Albéniz. Pedimos a Dios, unidos en la oración, para que muy pronto el Siervo de Dios Antonio Vicente González sea beatificado. En este caso sería el primer canario beatificado que realizara su misión y muriera en nuestra tierra canaria.

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Siervo de Dios Antonio Vicente González, santo por la cólera de Dios

Siervo de Dios Antonio Vicente González: Diócesis de Canarias

San Martín de Porres, maestro de oración

 rezando

San Martín es maestro de oración no por lo que dejó escrito, sino por lo que vivió, por su ejemplo

San Martín, maestro de oración

San Martín de Porres fue un hombre de oración. La oración de San Martín es un medio para entrar en su corazón. Era su oficio preferido y su puesto privilegiado. En ella se encontraba con su Señor. Encuentro feliz y dichoso, privilegio de los que aman.

Hay quien minimiza este supremo saber en nuestro Santo, porque carecía de estudios superiores, de los que su Convento era modelo. No confundir teorías con vivencias. Era una fe vivencial, un amor permanente. Por eso, para él no había lugares o tiempos para la intimidad con su Señor presente, porque él era el “lugar” de oración, intimidad y diálogo gozoso. Todos los tiempos, todas las circunstancias eran oportunas para vivir en la presencia de Dios. Y las aprovechaba. Este es su secreto.

Una forma de orar muy querida por San Martín era El Rosario. Le era útil cuando oraba con los pobres como forma de enseñar a honrar a la Santísima Virgen visualizando la vida de Jesucristo y de su Madre de una manera plástica.

La popularidad de que gozaba San Martín no lo apartó del diálogo permanente con Jesucristo. El silencio interior es condición para una oración de intimidad. La noche, la paz, el sosiego era su tiempo preferido, el de las grandes confidencias, el de la comunicación sin prisas. Como el Señor Jesús, como Santo Domingo, como todo el que desee saber de intimidades divinas, al modo de San Martín. No es tiempo de palabras, sino de amistad, de comunión. San Martín es maestro de oración no por lo que dejó escrito, sino por lo que vivió, por su ejemplo. No pidió que se le imitara, sí que imitáramos al Señor, como lo hizo él. Es el mensaje que ofrece a sus amigos.

Una buena forma de ser seguidores y devotos de San Martín de Porres es valorar la oración, aprender a orar como él lo hacía.

Parroquia Nuestra Señora del Pino (Playa de Arinaga, Agüimes. Gran Canaria)

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San Martín de Porres en la Playa de Arinaga