Cruz de madera pulida…

«Cruz de madera pulida
enmohecida por el tiempo…
espejo de sinsabores y
lagar de mis sarmientos…”

Así te busco en mi lecho
pues de otra forma te vi,
y sé que abrazada a Ti
estoy de Noche y de Día…
Tú fuiste figura mía,
cuando Contigo sufrí…
Tan mojada yo te vi
Que pensé que Tú sudabas
y sufriendo, te llamaba
y mi sudor fue por Ti…
Te buscaba y no te hallaba
y gritando te llamé
te estrujaba y te empapé,
de lo que fueron dolores…
pero más fueron dulzores
cuando al final te besé…
y nunca te soltaré
y serán nuestros amores,
la mecha de tus sudores
en mi Getsemaní doliente
pues fueron tales mis Fuentes
que la Vida hasta infinito
beberé mi cervatillo
¡y me embriagaré en tus Fuentes!

María del Rosario Navarro

La Cruz

La Cruz

Aunque entre sangre se presente adusta,
La paz sustenta y al amor anida:
Instrumento de muerte engendra vida,
Y es luz su sombra augusta!
Dique opone al poder y lo afianza;
El débil se hace fuerte de ella armado;
Por ella sola la igualdad se alcanza,
Que de sus brazos la eternal balanza.
Pesa a la par el cetro y el cayado.

Allí también la soberana diestra
Pesó el valor del mundo… ¡oh maravilla,
Que si del hombre la razón humilla
Su dignidad demuestra!
Sí, pesó al mundo la Eternal Justicia:
Pesóle por romper el que lo abate
Yugo cruel de la infernal malicia,
Y tanto amor en él cargó propicia,
Que una vida inmortal fue su rescate!

Por eso en los ásperos brazos
Del leño sagrado se ostentan
Las manos que al orbe sustentan,
Las manos que rigen al sol.
Por eso en gemidos se aboga
La voz que ala nada fecunda,
Velada por sombra profunda
La Luz de la gloria de Dios.

¡Tú espiras, oh Autor de la vida!
¡La muerte contigo se ensaña!..
¡Mas rota quedó la guadaña
Al darte su golpe cruel!
Subiendo a tu trono sangriento
Su trono funesto derrumbas…
¡Los muertos dejando sus tumbas
Recogen tu aliento postrer!

El rey de la tierra probando
Del fruto del árbol de ciencia,
La muerte nos dio por herencia
Y esclavos nos hizo del mal.
El rey de los cielos, cual fruto
Del árbol de amor nos convida,
La patria nos vuelve y la vida,
Por padre al Eterno nos da.

¡Florece, árbol santo, que el astro
De eterna verdad te ilumina.
Y el riego de gracia divina
Fomenta tu inmensa raiz!
Florece, tus ramas extiende,
La estirpe de Adán fatigada
Repose a tu sombra sagrada
Del uno al opuesto confín!

¡Te acaten pasados los siglos,
Y tu los presidas inmoble,
Y toda rodilla se doble
en faz de tu eterno vigor!
¡El cielo, la tierra, el abismo,
Se inclinan si suena tu nombre!…
¡Tú ostentas a Dios hecho hombre!
¡Tú elevas al hombre hasta Dios!

     Gertudris Goméz Avellaneda (1909)

***

Cruz, Corona y Lanzada

La Cruz

La Cruz

En lo alto del monte la Cruz, y pendiente de la Cruz, el Hombre-Amor. Decía un ilustre hijo de la Iglesia que la Pasión de Jesucristo ha de ser por todos los siglos fuente de vida para el mundo. En la Cruz se enseña con la lección sublime del Justo que muere, que da el divino ejemplo de la Redención.
La Religión y el recuerdo del grandioso misterio del Gólgota llevan al pueblo cristiano a la Casa de Dios, para oír de los labios del Sacerdote el relato de la vida de Jesús, que le dice al hombre como se vence con humildad, como se redime con dolor.
La obra de la Redención tiene un símbolo que no desaparecerá jamás, símbolo hermoso, sencillo, como todo lo verdaderamente grande: La Cruz. Aquí es donde se encuentra la única racional enseñanza del alma: la caridad, el perdón y el sacrificio.
La mano del hombre la forma casi espontáneamente y ella es la más firme representación de las promesas que se hacen, es el testigo de las conciencias honradas. Por sí sola lleva al corazón y al pensamiento impresiones dulces e ideas nobles.
En los días de Semana Santa, en esos días magnos, se nos viene a la memoria el cuadro más grandioso, más patético y conmovedor que la humanidad ha visto: el de una Madre que llora al pie del Santo Madero la muerte del hijo inocente y santísimo, coronado de espinas, que devuelve a sus verdugos, a cambio del suplicio, miradas de perdón y de su amor infinito e inextinguible. Así la pasión de Cristo se acrecienta y se centuplica reflejada en lágrimas de María.

Antonio Férnandez (Icod de los Vinos)
Heraldo de Orotava, marzo de 1923.

* * *

¡Pobre Madre!
(La Virgen María al pie de la Cruz)

Al pie del madero santo,
sola, triste y afligida,
ve morir al que es su vida,
desecha en amargo llanto.
¡Pobre Madre! Tu quebranto
grande como el mar, de duelo
viste la tierra y el cielo,
y al eco de tus gemidos
mi alma y corazón heridos
gimen con gran desconsuelo.

        Augusto Olangua, C.M.F.

Imagen ilustrativa: «Crucifixion», de Carl Bloch Heinrick.

Cruz, Corona y Lanzada

Cruz, Corona y Lanzada
-Tríptico-

I
Afrentoso suplicio y emblema sacrosanto
oprobio y luz; tormento y sol de redención,
castigo inmerecido del Dios tres veces santo,
llave del Paraíso y arca de salvación.

Cruz, que del alma eres esperanza y espanto,
pues das con tu dureza pavorosa lección,
oculta tus rigores y muéstranos tu encanto,
o enciende en nuestro pecho valiente decisión.

Porque el Calvario es duro y el mundo nos fascina,
queremos a la cumbre con ánimo subir,
mientras Luzbel astuto pretende nuestra ruina;

tú puedes envolvernos en claridad divina,
y aunque la senda sea hiriente, seca y pina,
sabremos en tus brazos expirar que es vivir.

II
¡Espinas! El desprecio de todos los placeres,
la exaltación suprema del supremo dolor,
insignia del Imperio que Tú, Jesús, prefieres,
sobre un mundo de almas ganadas por tu amor.

Las sienes traspasadas, el soberano eres
del cielo y de la tierra, augusto Emperador,
te aclaman y bendicen subyugados los seres
viendo en tu pecho unidos, humildad y esplendor.

Traspasa nuestra frente con tu cruel corona,
cura nuestra soberbia con mano paternal,
para el jardín eterno, nuestras almas sazona,

aquí hiere y castiga, que tu rigor abona
tus flores perdidas… Pero al final perdona:
Tu corazón sea premio del ímpetu filial.

III
¡Herida del Costado! Portada luminosa
del Alcázar eterno, del jardín celestial;
panal, cráter, abismo, lucero fuente y rosa:
para el amante nido; y en la sed, manantial.

Refugio, invulnerable en noche procelosa
contra el infierno impío torre, escudo y fanal;
y frente a la del mundo seducción engañosa
mansión de jaspe y oro, de marfil y cristal.

Herida. ¡Flor de sangre, oculto santuario,
palacio de las almas, todo silencio y luz:
Tabor, Sepulcro y Cueva, Getsemaní, Calvario,

de tu vivir divino, lo escondido y lo vario
el misterio inefable de paz del Sagrario,
el Amor hecho llaga, néctar, abrazo y Cruz!

                                  F. Caballero (1938)

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Elogio de la Cruz

El Corazón de Jesús y la Cruz

El Corazón de Jesús y la Cruz

No pocas capillas y altares dedicados a Jesús crucificado se van mudando y consagrando al Corazón de Jesús. Este es un hecho. Ahora bien: ¿reúne el Corazón de Jesús la sublimidad del misterio doloroso que redime y ama, el concepto comprensivo de los destinos de la Cruz en la evangelización del mundo? Creo que esta nueva fase de la teología mística es perfectamente explicable y corresponde al refinamiento de las aspiraciones del espíritu cada vez más complejo y sediento de emociones que acorten la distancia que media entre el hombre que asciende a Dios y Dios, que desciende al hombre para comunicarse íntimamente estableciendo el lazo religioso que se apretará allá donde lo bueno se mejora y lo perfecto se perfecciona con progresión indefinida. No queremos deprimir el culto a Jesucristo Redentor; pero sus relaciones con el misterio de su Corazón merecen atento estudio: si el Crucifijo es el amante que se martiriza como Hostia cruenta, el Corazón de Jesús es la misma Hostia que perpetúa su holocausto con vida interminable, con vida viva, si cabe la frase; el Crucifijo ama y muere por amar, el Corazón de Jesús sufre y vive cara seguir sufriendo; Jesús crucificado purifica las almas por el dolor amoroso, el Corazón de Jesús por el amor doloroso; en la Cruz se exhibe Cristo vencedor de la muerte en todos sus miembros; aquí reconcentra todos sus dolores y los brinda en el cáliz de amargura de su Corazón; como si dijéramos el mar hecho una gota, el sol condensado en una chispa.

Mas, si alguno hubiere que exija la efusión de sangre expiatoria y las supremas hermosuras de la muerte, que medite bien, le suplico, en los misterios del Corazón de Jesús. ¿Le falta la Cruz acaso? ¿No la lleva sobre el corazón? ¡Ah! Que ya no es Cristo extendido en ella, sino la Cruz que brota y culmina en su mismo pecho: es su Corazón convertido en Cruz. Y como si fuera insuficiente todo esto y quisiérase integrar el misterio añadiendo los pensamientos a los afectos, despréndese de la cabeza del Crucificado la corona de espinas y cae sobre el Corazón, a fin de que no solamente sea torturado el órgano de la idea, pero también el de las afecciones, y así, entrelazados corazón y entendimiento, prorrumpan en llamas de caridad que suban al cielo y en hilos de sangre que caigan sobre la tierra cual lluvia de amor.

Fray Pedro Fabo del Purísimo Corazón de María (Marcilla, Navarra, 1873-Roma, 1933)

La Hormiga de Oro, 18 de junio de 1936.

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Conozcamos a Dios, conozcamos su Corazón