Cruz, Corona y Lanzada
-Tríptico-
I
Afrentoso suplicio y emblema sacrosanto
oprobio y luz; tormento y sol de redención,
castigo inmerecido del Dios tres veces santo,
llave del Paraíso y arca de salvación.
Cruz, que del alma eres esperanza y espanto,
pues das con tu dureza pavorosa lección,
oculta tus rigores y muéstranos tu encanto,
o enciende en nuestro pecho valiente decisión.
Porque el Calvario es duro y el mundo nos fascina,
queremos a la cumbre con ánimo subir,
mientras Luzbel astuto pretende nuestra ruina;
tú puedes envolvernos en claridad divina,
y aunque la senda sea hiriente, seca y pina,
sabremos en tus brazos expirar que es vivir.
II
¡Espinas! El desprecio de todos los placeres,
la exaltación suprema del supremo dolor,
insignia del Imperio que Tú, Jesús, prefieres,
sobre un mundo de almas ganadas por tu amor.
Las sienes traspasadas, el soberano eres
del cielo y de la tierra, augusto Emperador,
te aclaman y bendicen subyugados los seres
viendo en tu pecho unidos, humildad y esplendor.
Traspasa nuestra frente con tu cruel corona,
cura nuestra soberbia con mano paternal,
para el jardín eterno, nuestras almas sazona,
aquí hiere y castiga, que tu rigor abona
tus flores perdidas… Pero al final perdona:
Tu corazón sea premio del ímpetu filial.
III
¡Herida del Costado! Portada luminosa
del Alcázar eterno, del jardín celestial;
panal, cráter, abismo, lucero fuente y rosa:
para el amante nido; y en la sed, manantial.
Refugio, invulnerable en noche procelosa
contra el infierno impío torre, escudo y fanal;
y frente a la del mundo seducción engañosa
mansión de jaspe y oro, de marfil y cristal.
Herida. ¡Flor de sangre, oculto santuario,
palacio de las almas, todo silencio y luz:
Tabor, Sepulcro y Cueva, Getsemaní, Calvario,
de tu vivir divino, lo escondido y lo vario
el misterio inefable de paz del Sagrario,
el Amor hecho llaga, néctar, abrazo y Cruz!
F. Caballero (1938)
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Elogio de la Cruz
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