San Martín de Porres y su amor por los animales

La escoba y los animales domésticos son inseparables a la figura de San Martín de Porres a los que siempre compadeció y socorrió. Pedir a San Martín por la protección de nuestros animales de compañía es una buena idea, además de un acto de generosidad.

La caridad universal de San Martín de Porres también se extendía a los pobres animalitos a los que trataba con amigable bondad, fruto de su amor por el Creador de todos los seres. Tenía el don de comunicarse con ellos —la parazoogésis—, los cuales le obedecían por particular privilegio de Dios. Fray Martín se encargó de amar y cuidar con cariño a los animales, domésticos y otros no tanto, a quienes muchas veces alimentaba y curaba con la máxima delicadeza de sus heridas o enfermedades. Sus biógrafos nos hablan de las atenciones que prestaba a los animales cual solícito veterinario. Y es que amar a los animales es amar a Dios en su creación.

Fray Martín había separado en la casa de su hermana, que ya estaba casada y en buena posición social, un patio donde albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos para cuidarlos. Una señal inequívoca de la presencia de Dios en los humildes y caritativos: en las personas buenas que respetan y cuidan de sus semejantes, a los animales y de la naturaleza en sí misma. Por eso a él le resultaría incomprensible y dolorosa la conducta de aquellos que maltratan —incluso con ensañamiento— y quitan la vida a animales inocentes, que ni hacen ningún mal ni sirven para sustento. También, hoy en día, resulta un aspecto ciertamente incómodo y reprochable en aquellas personas que, poniendo todo su afecto en los animales domésticos, alimentan y agasajan con viandas exquisitas u otras excentricidades sus mascotas, y en cambio cierran sus ojos y sus corazones para las personas necesitadas que carecen de lo necesario para subsistir. Fray Martín no declinó jamás hacia ninguno de estos extremos, atendiendo y entendiendo el mundo animal en constante equilibrio:

En los documentos del proceso de beatificación se cuenta también que Fray Martín “se ocupaba en cuidar y alimentar no sólo a los pobres sino también a los perros, a los gatos, a los ratones y demás animalejos, y que se esforzaba para poner paz no sólo entre las personas sino también entre perros y gatos, y entre gatos y ratones, instaurando pactos de no agresión y promesas de recíproco respeto”. No es extraño que en el convento, los perros, gatos y ratones comieran del mismo plato cuando Fray Martín les ponía el alimento. Se cuenta que iba un día camino del convento y que en la calle vio a un perro sangrando por el cuello y a punto de caer. Se dirigió a él, le reprendió dulcemente y le dijo estas palabras: “Pobre viejo; quisiste ser demasiado listo y provocaste la pelea. Te salió mal el caso. Mira ahora el espectáculo que ofreces. Ven conmigo al convento a ver si puedo remediarte”. Fue con él al convento, acostó al perro en una alfombra de paja, le registró la herida y le aplicó sus medicinas, sus ungüentos. Después de permanecer una semana en la casa, le despidió con unas palmaditas en el lomo, que él agradeció meneando la cola, y unos buenos consejos para el futuro: “No vuelvas a las andadas —le dijo—, que ya estás viejo para la lucha”.

smp y los animales

Otra anécdota que explica su amor a los animales es la siguiente: resulta que el convento estaba entonces infestado de ratones y de ratas, los cuales roían la ropa y los hábitos, tanto en la sacristía como en las celdas y en el guardarropa. Después que los frailes resolvieran tomar medidas drásticas para exterminarlos, Martín de Porres se sintió afligido por ello y sufrió al pensar que aquellos inocentes animalitos tuvieran que ser condenados de aquella manera. Así que, habiendo encontrado a una de aquellas bestias le dijo: “Pequeño hermano rata, óyeme bien: ustedes ya no están seguros aquí. Ve a decirles a tus compañeros que vayan al albergue situado en el fondo del jardín. Me comprometo a llevarles allí comida, a condición de que me prometan no venir ya a causar estragos en el convento”. Después de estas palabras, según se cuenta, el “jefe” de la tribu ratonil rápidamente llevó el aviso a todo el ejército de ratas y ratones, y pudo verse una larga procesión de estos animales desfilando a lo largo de los pasillos y de los claustros para llegar al jardín indicado.

En su biografía se cuentan otros muchos recuerdos y anécdotas al respecto: como por ejemplo, su costumbre de acariciar a las gallinas del convento que muy contentas siempre se le acercaban;  de cuando calmó a un becerro bravo o amansó a un perro salvaje  e incluso como curaba a gatos, mulas y pájaros. Su tacto sobre los animales era realmente maravilloso.

Como vemos, el amor de San Martín de Porres por los animales —algunos de ellos enemigos entre sí por naturaleza y a los que hizo comer en un mismo plato— lo podemos extrapolar de algún modo a su empeño por construir la paz en la sociedad: el símbolo de la diversidad de ideas que conviven en armonía en un mismo espacio y un estímulo para alcanzar la solidaridad entre todos. Como así siempre predicó.

«No hagas daño a nadie, porque todas las criaturas son obra de Dios», con afecto fraymartindeporres. wordpress.com

Humildísimo San Martín de Porres, tu ardiente caridad abrazó toda la creación,

desde los hermanos necesitados hasta los animales del campo.

Todos obedecieron la voz de tu corazón,

porque el amor sabe tocar el corazón de todos.

¡Te rogamos, enséñanos a amar!

* * *

Enlace relacionado: Santo ecologista: San Martín de Porres y la naturaleza

San Martín de Porres: ¿Qué nos enseña su vida?

¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:

A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.

A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.

A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios

A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.

A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso son muy importantes en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.

A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos…

A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.

Oración

Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más  servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

El abecedario del Año de la Fe

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Para ayudarnos a vivir el Año de la Fe:

Adquirir exacta conciencia de la fe para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para proclamarla.

Beber de las fuentes de la Palabra para impulsar una auténtica evangelización, con nuevos métodos y con nuevo ardor. Sólo, desde la Palabra, sabremos a quién transmitir, por qué y para qué.

Confesar y trasferir sin miedo los contenidos de nuestra fe cristiana. Presentar aquello que creemos sin dulcificaciones ni temor a ser rechazados.

Dar valor y sentido divino a la caridad de tal forma que, nuestra generosidad,  sea fruto de la íntima relación con nuestra fe. Que nuestra caridad sea cristiana y no sólo humanitaria.

Estimular e incentivar a los diversos grupos existentes en la parroquia para que  conozcan y profundicen más en las sagradas escrituras.

Facilitar el Sacramento de la Reconciliación como llamada a la perfección de la vida cristiana y a saborear la misericordia de Dios a través del perdón de los pecados.

Gustar y consolidar la amistad con Jesucristo. Para ello, como recuerda el Papa Benedicto XVI, es necesario abandonar los desiertos excesivamente mundanos en los que se diluye nuestra vida cristiana.

Hacer de este Año de la Fe una lectura objetiva, eclesial y renovadora del Concilio Vaticano II. Alejarnos de los radicalismos (en un sentido y otro) será una oportunidad para redescubrir aquel acontecimiento eclesial que ha marco un antes y después en la vida de la Iglesia.

Irradiar con alegría la experiencia de Jesucristo muerto y resucitado mediante la recitación confiada y pública del Credo.

Jalonar toda la acción pastoral del presente Año de la Fe visualizándola en el ámbito de la caridad. El presente año, y en la coyuntura de crisis, es una oportunidad para demostrar los quilates de nuestra identidad cristiana.

COMPLETO (Y GUARDAR)….ABCD AÑO DE LA FE

Elaborado por Don Javier Leoz, delegado de Religiosidad Popular de la Archidiócesis de Pamplona, España

Fuente: Revista Ecclesia

Historia de la ermita de San Martín de Porres en Gavadà (Tarragona)

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Ermita de San Martín de Porres en la localidad de Gavadà, municipio de Vandellós i L’Hospitalet de L’Infant (provincia de Tarragona)

La ermita de San Martín de Porres se construyó a raíz de una promesa: la curación de un hijo tras un grave accidente laboral. He aquí la historia: A principios de los años setenta, la familia Vives Escoda había comprado un terreno a Josep Freixes hijo. Así consta en los documentos de la compra de la propiedad, según Miquel Vives Artés. Al poco tiempo, en octubre de 1971, la familia sufre un fuerte revés. Uno de sus hijos, Jaume, sufre un grave accidente laboral que le ocasiona un alto porcentaje de quemaduras en el cuerpo. Estuvo hospitalizado más de un año en la Unidad de grandes quemados en Vall d’Hebron de Barcelona. Fue intervenido en 14 ocasiones y, durante un tiempo, se temió por su vida. En el proceso de recuperación, que fue lento, aparece la figura de Martín de Porres, el santo de los enfermos, a quien Antonieta, su madre, tenía devoción. La mejora del Jaume y la fe de la familia hacia el santo, fueron la causa de la construcción de la ermita: una promesa que se cumplió hasta las últimas consecuencias.

La historia de Jaume traspasó el umbral estrictamente familiar, y llegó a ganar un premio en un programa de radio que, en 1972, se llamaba La voz del Mediterráneo. En aquella ocasión, el locutor pedía a los oyentes una historia entrañable en la próxima fiesta del Día de la Madre. Es así como el Jaime envió una carta a Xavier Pedrol, el locutor de Radio Tarragona, para explicar su emotiva historia. En aquella carta, el protagonista explicaba cómo se había curado de su terrible accidente, y como el amor de la familia y, sobre todo, el de su madre, Antonieta, habían conseguido la salvación que muchos creían imposible. La historia logró conmover al locutor, redactores y a los oyentes de Radio Tarragona. Obtuvo el primer premio del concurso «La historia más bella del año 1972».

En septiembre de 1975 las tareas de construcción habían concluido, y es cuando se inicia la tramitación para las autorizaciones eclesiásticas y civiles pertinentes, tanto para la bendición por el obispo de entonces, el obispo de Tortosa, Ricard M. Carlos, como para el acto de inauguración de la ermita por algunas autoridades civiles de Tarragona.

El día 24 de septiembre de 1975 se hizo el acto de celebración a cargo del obispo de Tortosa. La familia recuerda que llegó a Gavadà con un Seat seiscientos de la época y bajo el control de la Guardia Civil. Aquel acto fue muy emotivo y se hace eco en diversas publicaciones eclesiásticas en Barcelona.

Un canto a la añoranza: Gavadà en su plenitud.

Cristina Castellnou y Espelta