Rema mar adentro

Rema mar adentro

Rema mar adentro.
Tú que calmas tempestades y caminas sobre las aguas,
conoces todos los mares,
experto en profundidades.
Aquí tienes nuestras redes y nuestra pequeña barca,
nuestra vida y nuestro corazón ardiente.
Tú, pescador de hombres,
llévanos contigo a trabajar.
Rema mar adentro.
Nos esperas en la orilla con las brasas encendidas
después de bregar de noche, trabajo duro y estéril.
No nos falte tu Palabra ni el calor de tu presencia,
de la mesa compartida que da vida.
Tú, pescador de hombres,
invítanos una vez más.
Rema mar adentro.
Soltando amarras, izando velas,
ensanchando horizontes,
descubriendo rutas nuevas.
Tú, que vienes con nosotros y manejas el timón,
haznos compartir la pesca, aumenta la tripulación.
Eres tú nuestra esperanza y nuestra seguridad,
la ruta segura y el motor de abordo.
Tú, pescador de hombres,
vuélvenos a seducir.
Rema mar adentro.

Maite López

Entrar en el silencio

Entrar en el silencio

Entrar en el silencio, oscurecerse
y anochecer de tanta luz que ciega,
de tanto estruendo como nos aturde.
Bañar en noche el cuerpo fatigado…
Hundirse en el silencio rumoroso,
braceando en un pando mar de calma,
y curar tanta herida que llevamos
sangrando del bla-bla que a troche y moche
nos tunde todo el día y nos atonta,
sin poder atender a la voz íntima
en que nos habla Dios. Porque Dios habla
por boca de la brisa que remueve
los millares de lenguas de cada árbol.
Dios habla en el rumor de la fontana
que brota en el recodo de la cuesta.

Bartolomé Mostaza

Fue

Fue

Fue más allá del sueño,
en otra realidad no compartida
donde mi alma concibió la tuya.
Al limbo oculto de esas claridades,
por ruta de misterio caminando
hacia ti me acerqué con tu alborada.
Mi sangre fue después
a señalar con pulso
preciso tu contorno.
Hasta que nueva aurora
te llevó para siempre;
y es más allá del sueño
donde has resucitado
para quedar ya en mí
en una eterna lágrima.
Ha vuelto a donde estaba;
de ti se habrá llevado un imposible,
de mí se llevó el alma.
Le he querido seguir y nada puedo…
Existe un más allá que nos separa.

Concha Méndez

Estar enamorado

Estar enamorado

Estar enamorado, amigos, es encontrar
el nombre justo a la vida.
Es dar al fin con las palabras que para hacer
frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que
reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de
la carne respira.
Es contemplar, desde la cumbre de la persona,
la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera
que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz
profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la
perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad
de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde
se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de
un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado
prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de
cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los
perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo
recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera
que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo
ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del
corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de
la música sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de
las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la
cabeza distraída.
Es recordar a Garcilazo cuando se siente la
canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las
primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de
una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña
con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay
fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre
la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda
confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una
pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio
y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de
las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con
las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las
lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias
del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo
tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna
todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea
de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no
volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de
tener las manos puras.

Francisco Luis Bernárdez

El mar

EL MAR

Entrábamos en el mar aquel verano
como una fragata cargada de alegría,
fugitivos del bostezo de los días,
sostenidos en la balsa ligera de tu mano.
Flotábamos sin miedo sobre el agua
como si siempre hubiéramos nadado.
Sin miedo, entregados a tus brazos
que amorosos nos mostraban
cómo sostenerse flotando sobre el agua
era una cualidad necesaria para el tiempo.
Flotar. Dejarse llevar confiados sobre
unas manos que siempre nos sujetan,
nos decías. Sentirse así totalmente confiados.
¿Y ahora en qué manos sostendré yo mi vida?

Asunción Escribano