A la Divina Pastora

A la Divina Pastora

Madre, cuando te miro de Pastora
vestida, con tu traje de violetas,
se me enternece el alma. Se me alumbra una aurora
de emociones inquietas.

Y, sin quererlo, mi conciencia llora…
Y el corazón se entrega enteramente
a tu sonrisa intacta, transparente,
casi luz, incolora…

Tu humildad candorosa, Madre mía,
me roba—¡qué ladrona!—el corazón.
Tu gracia de Pastora es poesía
que me hace florecer una ilusión.

¡Ay! ¿Qué tendrás, adorable Pastora?
¡Ay! ¿Qué tendrás, que mi alma te adora?

Rocío del azul en noche pura.
Destilación meliflua de la estrella.
Yo te he visto, Pastora, allá en la altura,
tan tiernamente bella…

Ibas con tu cayado blando, blando;
con tu silbido dulce y amoroso,
conduciendo al rebaño rumoroso.
Indecibles ternuras derramando…

Ellas, las ovejuelas de inocencia,
mansamente balando…
Tú, Madre, iluminando
el sendero, a la luz de tu presencia.

… Y a lo lejos, la fuente de la Vida,
brotando—deliciosa—en la colina.
Por la pradera azul, verdiflorida,
tu sonrisa clarísima camina…

¡Oh, qué hermosa campiña,
qué frondosa visión de lozanía!
Cómo salta de gozo el alma mía,
débil alma, tan niña! …

Ay! ¿Qué tendrás, adorable Pastora?
¡Ay! ¿Qué tendrás, que mi alma te adora?

Quiero—ovejuela humilde—en tu rebaño
paladear tus mieles de cariño.
El mundo, Mayorala, es muy huraño…
¡Desprecia la azucena y el armiño!

Sus fuentes de aguas muertas, corrompidas,
inundan muchas venas de amargor.
Cómo añoro las lluvias, renacidas
en manantial perenne de dulzor…

¡Ay! ¿Qué tendrás, adorable Pastora?
¡Ay! ¿,Qué tendrás, que mi alma te adora?

Llévame a aquel aprisco verdecido
donde llora pureza una fontana.
Donde un rumor de brisa se desgrana
por el paisaje absorto, diluido….

Llévame a aquella dicha cristalina
de estarse, cabe el tronco de la encina,
soñando la frescura de la nieve.
Arrópame en la pálida nieblina
de tu mantilla leve…

Llévame, sí— ¡yo quiero !—, fiel Pastora,
de mis valles sin luz,
a la lúcida sombra redentora
del árbol de la cruz.

Pastorea mi alma mariposa
por vergeles de azul melancolía,
entre una dilatada y esponjosa,
sedienta melodía…

Dame a sorber el cáliz de las flores,
el néctar del jazmín.
La dulzura sin fin de tus dolores,
la amargura dulcísima sin fin…

¡Ay! ¿Qué tendrás, adorable Pastora?
¡Ay! ¿Qué tendrás, que mi alma te adora?

Virgen, Madre, Señora,
mi Hermanita mayor,
mi entrañable Pastora,
la Pastora divina de mis sueños en flor…

¡Ay! ¿Qué tendrás, adorable Pastora?
¡Ay! ¿Qué tendrás, que mi alma te adora?

                      Fray Luis Vázquez

Imagen ilustrativa: «La Divina Pastora». Óleo sobre lienzo de Bernardo Lorente Germán (Museo del Prado)

Instante

Instante

Me llegará por fin el día en que tu rostro al despertar
ya no será la luz de mi sendero
un día más que ocuparé con lo que toque
y tu gozoso cuerpo no irrumpirá celoso
las horas de mis ojos y mi tiempo

también la dulce tarde
en que repose mi frente cada hueco
y me dedique en carne y hueso
a lo que tenga aquí: cabal, urgente, pleno

la noche en paz que al tornar a mi lecho
repase a los que amo en este reino
y ya no estés, ni tú, ni tus silencios

espero, sí, que de mis labios a mis pechos
estará todo claro y certero
que se impondrá la realidad presente y pura
y que seré feliz ya sin tu sueño

me llegará por fin, estoy seguro,
aquel atardecer en que comulgue
con lo que soy ahora, con lo que ya no tiemblo
con todas las caricias que me han hecho de nuevo

me llegará la paz, la sonrisa total, el silencio perfecto
el saber ya quién soy ajeno a tu requiebro
me bastará saber que amé
y aquel amor es todo lo que tengo.

                                             Moncho

Canto a San Antonio de Padua (La canción de los pajaritos)

CANCIÓN DE LOS PAJARITOS

Padre mío san Antonio,
suplicad al Dios inmenso
que con su gracia divina
alumbre mi entendimiento

para que mi lengua
refiera el milagro
que en el huerto obraste
de edad de ocho años.

Desde niño fue criado
con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado
y del mundo admiración.

Fue caritativo
y perseguidor
de todo enemigo
con mucho rigor.

Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa
con el sudor de su frente.

Y tenía un huerto
donde recogía
cosechas y frutos
que el tiempo traía.

Por la mañana, un domingo,
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
cosa que nunca olvidaba.

Y le dice: «Antonio,
ven acá, hijo amado,
escucha que tengo
que darte un recado.

Mientras que yo estoy en misa,
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.

Entran en el huerto
pican el sembrado,
por eso te advierto
que tengas cuidado».

Cuando se ausentó su padre
y a la iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando
y a los pájaros llamó:

«Venid, pajaritos,
no entréis en sembrados,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.

Para que mejor yo pueda
cumplir con mi obligación
voy a encerraros a todos
dentro de esta habitación».

Y los pajaritos
entrar les mandabas
y ellos muy humildes
en el cuarto entraban.

Por aquellas cercanías
ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron
cuando Antonio les llamó.

Lleno de alegría,
san Antonio estaba,
y los pajaritos
alegres cantaban.

Cuando se acercó su padre,
luego les mandó callar;
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

«Ven acá, Antonito;
dime, hijito amado,
¿de los pajarillos
qué tal has cuidado?»

El niño le contestó:
«Padre, no tenga cuidado
que, para que no hagan mal,
todos los tengo encerrados».

El padre que vio
milagro tan grande
al señor obispo
trató de avisarle.

Acudió el señor obispo
con gran acompañamiento
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.

Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se quieren marchar.

Antonio les dice entonces:
«Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo no lo mande».

Se puso en la puerta
y les dijo así:
«Ea, pajaritos,
ya podéis salir.

Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas,
avutardas, gavilanes,
lechuzas, mochuelos y grajas.

Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salga el cucu y el milano,
zorzal, patos, y andarríos,
canarios y ruiseñores,
tordos, jilgueros y mirlos.

Salgan verderones
y las cardelinas,
también cojugadas
y las golondrinas».

Al instante que salieron
todos juntitos se ponen,
escuchando a san Antonio
para ver lo que dispone.

Antonio les dice:
«No entréis en sembrado,
marchad por los montes,
los riscos y prados».

Al tiempo de alzar el vuelo
cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio
y su ilustre compañía.

El señor obispo,
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Antonio bendito,
por tu intercesión
todos merezcamos
la eterna mansión.

* * *

Enlace relacionado:

San Antonio de Padua y los pobres

Poema a La Orotava

LA OROTAVA

Partida en dos,
La Orotava florece siempre
la idea de ser una sola voz
como Dios manda y ordena.
Dos llaves tiene su angustia,
dos acentos cada letra,
cada sombra dos perfiles
y dos aceras las penas.
Hasta el aire se respira
de dos distintas maneras.
Señor en casa, el silencio
con sus babuchas de seda;
despierto y a la intemperie,
el platanal como gleba.
Aquí no hay sumas que valgan,
todo sucede y se enhebra
en la vecindad distante
de las líneas paralelas.
Y en este lugar de justas
donde el sí y el no se encuentran
edificó La Orotava
su castillo sin almenas.
Todo él discurre y se acuña
en el troquel de un dilema:
en cada aldaba hay el nudo
de una pared sin respuesta,
en los balcones del aire
la soledad que te acecha
y en los pájaros que cantan,
la jaula de su condena.
Y es la espuma contrapunto
de la amistad de la estrella
y el loro del arco iris
del jugador de ruleta.
Y en este flujo y reflujo
donde los verdes se orquestan,
en este ajedrez de magia
acampan todas las brechas.
Aquí los lares si lloran
con lágrimas como piedras,
que en La Orotava conmueve
el pecho de una belleza
que oculta un río de fuego
amortajado en las venas.
Pero las flores la salvan;
las flores, que no recuerdan
ser más que notas y ritmos
del vals de la primavera;
las flores, universales
nidos que hablan una lengua
para todas las miradas;
las flores, esas doncellas
que tejen su desnudez
con intimidad de rueca
y dan al color las alas
de palomas mensajeras;
las flores, que son las ondas
que emiten por sus antenas
los sueños que no murieron
y levantan la cabeza.
Y en este claro de bosque
donde el sí y el no se encuentran
la flor redonda del día
cierra el paso a la tristeza.
Y su valle de esperanza
es como una cita abierta
donde el volcán y la nieve
echan la rodilla a tierra.

Pedro García Cabrera
«Vuelta a la isla» (1968).

Consagración del matrimonio al Corazón Inmaculado de María

Consagración del matrimonio al Corazón Inmaculado de María

Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio.

En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tú, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio.

Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús.

Tú que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo.

Tú que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo.

Tú que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz.

Tú que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia.

Tú que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión.

Tú que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta.

Tú que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz.

Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro.

Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado.

En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe.

Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad.

Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material.

Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia.

Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones.

Consagración de la familia a los Corazones de Jesús y María