A la Virgen de la Esperanza (La Macarena de Sevilla)

A la Virgen de la Esperanza
(La Macarena de Sevilla)

¡Virgen de la Macarena!
¡Bellísima Virgen mía!
Cuando sales con tu pena,
blanca como una azucena,
la noche cambias en día.

Pasas, bella entre las bellas,
bajo su dosel de estrellas,
la noche del Jueves Santo,
recogiendo en tu amplio manto
de nuestro amor las centellas.

¡Por tu carita morena!,
¡Por tus lágrimas, María!
Por la noche que haces día
cuando llora en alma buena
con lágrimas de alegría…

¡Danos días de bonanza
en el mar de la existencia,
oh Virgen de la Esperanza,
y enséñanos cuanto alcanza
el alma con la paciencia!

Fr. José S. Crespo, O. de M.

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Hermandad de la Macarena

Santa Ángela de la Cruz, 85 aniversario de su tránsito al cielo

«Quédate con nosotros»

Como cada 2 de marzo, día en que murió la santa sevillana (2 de marzo de 1932), se producen largas colas para visitar el cuarto donde murió Sor Ángela y donde se guardan y exponen sus objetos personales y los del venerado canónigo Padre Torres Padilla, fundadores ambos del instituto religioso de las Hermanas de la Compañía de la Cruz (más conocidas como Hermanas de la Cruz). El 8 de agosto de 1875 nació oficialmente la Compañía de la Cruz y Roma aprobó el instituto en 1908. Ángela y sus queridas hermanas dieron testimonio con sencillez, dulzura, alegría y amor consolidando definitivamente su hermoso proyecto en España -cómo no, también presente en nuestra localidad de La Orotava-, Italia y Argentina.

Ella sigue presente en nuestra gente con el testimonio de su amor. De ese amor que es su tesoro en la eterna comunión de los santos; que realizó por el amor y en el amor absoluto, haciéndose pobre con los pobres. Y el pueblo agradece esta manera de querer a Dios y a los pobres. El Papa Juan Pablo II beatificó a Sor Ángela de la Cruz en su primer viaje a España el 5 de noviembre de 1982, confirmando en nombre de la Iglesia la respuesta de amor fiel que ella dio a Cristo. Y, a la vez, se hace eco de la respuesta que Cristo mismo da a la vida de su sierva: «El Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles y entonces dará a cada uno según sus obras».

La misa de la beatificación de Sor Ángela de la Cruz se celebró en el Real de la Feria de Sevilla y se habilitó para ella el retablo de plata de la catedral, que se usa el Jueves Santo, junto a un baldaquino de flores. Después de declarar beata a Sor Angela, el Papa felicitó al Cardenal Bueno Monreal, prelado dimisionario de la Diócesis que tanto trabajó por la beatificación de Sor Ángela. Un día, aquel 5 de noviembre de 1982, realmente grandioso:

«Nos, acogiendo los deseos de nuestro hermano Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, del venerado hermano cardenal José María Bueno Monreal, así como de otros muchos hermanos en el Episcopado, y de numerosos fieles, después de haber escuchado el parecer de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con nuestra autoridad apostólica, declaramos que la venerable Sierva de Dios Ángela de la Cruz Guerrero y González, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, de ahora en adelante puede ser llamada beata y que se podrá celebrar su fiesta en los lugares y de modo establecido por el derecho, el día 2 de marzo, día de su tránsito para el cielo. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén»

Homilía del Papa Juan Pablo II en la beatificación de Sor Ángela de la Cruz

Señor Cardenal,
Hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas:

Hoy tengo la dicha de encontrarme por vez primera bajo el cielo de Andalucía; esta región hermosa, la más extensa y poblada de España, centro de una de las más antiguas culturas de Europa. Aquí se dieron cita múltiples civilizaciones que configuraron las peculiares notas características del hombre andaluz.

Vosotros disteis al Imperio romano emperadores, filósofos y poetas; ocho siglos de presencia árabe os afinaron la sensibilidad poética y artística; aquí se forjó la unidad nacional; de las costas cercanas a este “Guadalquivir sonoro” partió la formidable hazaña del descubrimiento del Nuevo Mundo y la expedición de Magallanes y Encano hasta Filipinas.

Conozco el origen apostólico del cristianismo de la Bética, fecundado por vuestros Santos: Isidoro y Leandro, Fernando y Juan de Ribera, Juan de Dios y el beato Juan Grande, Juan de Ávila y Diego José de Cádiz, Francisco Solano, Rafaela María, el venerable Miguel de Mañara y otras muchas figuras insignes.

El recuerdo cariñoso de tanta riqueza histórica y espiritual, es mi mejor saludo a vuestro pueblo, a vuestro nuevo arzobispo, a los Pastores presentes y a todos los españoles, especialmente a los venidos de Canarias; pero, son sobre todo la voz prestada a quien tanto ha dado a vuestras gentes: a mi queridísimo hermano y vuestro amado cardenal que nos acompaña.

En este marco sevillano, envuelto como vuestros patios por la “fragancia rural” de Andalucía, vengo a encontrar a las gentes del campo de España. Y lo hago poniendo ante su vista una humilde hija del pueblo, tan cercana a este ambiente por su origen y su obra. Por eso he querido dejaros un regalo precioso, glorificando aquí a Sor Ángela de la Cruz.

Hemos oído las palabras del Profeta Isaías que invita a partir el pan con el hambriento, albergar al pobre, vestir al desnudo, y no volver el rostro ante el hermano, porque “cuando des tu pan al hambriento y sacies el alma indigente, brillará tu luz en la oscuridad, y tus tinieblas serán cual mediodía”.

Parecería que las palabras del Profeta se refieren directamente a Sor Ángela de la Cruz: cuando ejercita heroicamente la caridad con los necesitados de pan, de vestido, de amor; y cuando, como sucede hoy, ese ejercicio heroico de la caridad hace brillar su luz en los altares, como ejemplo para todos los cristianos.

Sé que la nueva Beata es considerada un tesoro común de todos los andaluces, por encima de cualquier división social, económica, política. Su secreto, la raíz de donde nacen sus ejemplares actos de amor, está expresado en las palabras del Evangelio que acabamos de escuchar: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará”.

Ella se llamaba Ángela de la Cruz. Como si quisiera decir que, según las palabras de Cristo, ha tomado su cruz para seguirlo. La nueva Beata entendió perfectamente esta ciencia de la cruz, y la expuso a sus hijas con una imagen de gran fuerza plástica. Imagina que sobre el monte Calvario existe, junto al Señor clavado en la cruz, otra cruz “a la misma altura, no a la mano derecha ni a la izquierda, sino enfrente y muy cerca”. Esta cruz vacía la quieren ocupar Sor Ángela y sus hermanas, que desean “verse crucificadas frente al Señor”, con “pobreza, desprendimiento y santa humildad”. Unidas al sacrificio de Cristo, Sor Ángela y sus hermanas podrán realizar el testimonio del amor a los necesitados.

En efecto, la renuncia de los bienes terrenos y la distancia de cualquier interés personal, colocó a Sor Ángela en aquella actitud ideal de servicio que gráficamente define llamándose “expropiada para utilidad pública”. De algún modo pertenece ya a los demás, como Cristo nuestro Hermano.

santa-angela-de-la-cruz-iLa existencia austera, crucificada, de las Hermanas de la Cruz, nace también de su unión al misterio redentor de Jesucristo. No pretenden dejarse morir variamente de hambre o de frío; son testigos del Señor, por nosotros muerto y resucitado. Así el misterio cristiano se cumple perfectamente en Sor Ángela de la Cruz, que aparece “inmersa en alegría pascual”. Esa alegría dejada como testamento a sus hijas y que todos admiráis en ellas. Porque la penitencia es ejercida como renuncia del propio placer, para estar disponibles al servicio del prójimo; ello supone una gran reserva de fe, para inmolarse sonriendo, sin pasar factura, quitando importancia al sacrificio propio.

Sor Ángela de la Cruz, fiel al ejemplo de pobreza de Cristo, puso su instituto al servicio de los pobres más pobres, los desheredados, los marginados. Quiso que la Compañía de la Cruz estuviera instalada “dentro de la pobreza”, no ayudando desde fuera, sino viviendo las condiciones existenciales propias de los pobres. Sor Ángela piensa que ella y sus hijas pertenecen a la clase de los trabajadores, de los humildes, de los necesitados, “son mendigas que todo lo reciben de limosna”.

La pobreza de la Compañía de la Cruz no es puramente contemplativa, les sirve a las hermanas de plataforma dinámica para un trabajo asistencial con trabajadores, familias sin techo, enfermos, pobres de solemnidad, pobres vergonzantes, niñas huérfanas o sin escuela, adultas analfabetas. A cada persona intentan proporcionarle lo que necesite: dinero, casa, instrucción, vestidos, medicinas; y todo, siempre, servido con amor. Los medios que utilizan son un trabajo personal, y pedir limosna a quienes puedan darla.

De este modo, Sor Ángela estableció un vínculo, un puente desde los necesitados a los poderosos, de los pobres a los ricos. Evidentemente, ella no puede resolver los conflictos políticos ni los desequilibrios económicos. Su tarea significa una “caridad de urgencia”, por encima de toda división, llevando ayuda a quien la necesite. Pide en nombre de Cristo, y da en nombre de Cristo. La suya es aquella caridad cantada por el Apóstol Pablo en su primera Carta a los Corintios: “Paciente, benigna…, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal…; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”.

Esta acción testimonial y caritativa de Sor Ángela ejerció una influencia benéfica más allá de la periferia de las grandes capitales, y se difundió inmediatamente por el ámbito rural. No podía ser menos, ya que a lo largo del último tercio del siglo XIX, cuando Sor Ángela funda su instituto, la región andaluza ha visto fracasar sus conatos de industrialización y queda sujeta a modos de vida mayoritariamente rurales.

Muchos hombres y mujeres del campo acuden sin éxito a la ciudad, buscando un puesto de trabajo estable y bien remunerado. La misma Sor Ángela es hija de padre y madre venidos a Sevilla desde pueblos pequeños, para establecerse en la ciudad. Aquí trabajará durante unos años en un taller de zapatería.

También la Compañía de la Cruz se nutre mayoritariamente de mujeres vinculadas a familias campesinas, en sintonía perfecta con la sencilla gente del pueblo, y conserva los rasgos característicos de origen. Sus conventos son pobrecitos, pero muy limpios; y están amueblados con los útiles característicos de las viviendas humildes de los labriegos.

En vida de la Fundadora, las Hermanas abren casa en nueve pueblos de la provincia de Sevilla, cuatro en la de Huelva, tres en Jaén, dos en Málaga y una en Cádiz. Y su acción en la periferia de las capitales se despliega entre familias campesinas frecuentemente recién venidas del campo y asentadas en habitaciones miserables, sin los imprescindibles medios para afrontar una enfermedad, el paro, o la escasez de alimentos y de ropa.

Hoy, el mundo rural de Sor Ángela de la Cruz ha presenciado la transformación de las sociedades agrarias en sociedades industriales, a veces con un éxito impresionante. Pero este atractivo del horizonte industrial, ha provocado de rechazo un cierto desprecio hacia el campo, “hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura el sentimiento de ser socialmente unos marginados, y acelerar en ellos el fenómeno de la fuga masiva del campo a la ciudad, desgraciadamente hacia condiciones de vida todavía más deshumanizadoras”.

Tal menosprecio parte de presupuestos falsos, ya que tantos engranajes de la economía mundial continúan pendientes del sector agrario, “que ofrece a la sociedad los bienes necesarios para el sustento diario”.

En esa línea de defensa del hombre del campo, la Iglesia contemporánea anuncia a los hombres de hoy las exigencias de la doctrina sobre la justicia social, tanto en lo referente a los problemas del campo como al trabajo de la tierra: el mensaje de justicia del Evangelio que arranca de los Profetas del Antiguo Testamento. El Profeta Isaías nos lo recordaba hace algunos momentos: si partes tu pan con el hambriento, “entonces brotará tu luz como la aurora … e irá delante de ti tu justicia”. Llamada actual entonces y hoy, porque la justicia y el amor al prójimo son siempre actuales.

A lo largo del siglo XX, el campo ha cambiado, por fortuna, algunas condiciones que lo hacían inhumano: salarios bajísimos, viviendas míseras, niños sin escuela, propiedad consolidada en pocas manos, extensiones poco o mal explotadas, falta de seguros que ofrecieran un mínimo de serenidad frente al futuro.

La evolución social y laboral ha mejorado sin duda este panorama tristísimo, en el mundo entero y en España. Pero el campo continúa siendo la cenicienta del desarrollo económico. Por eso los poderes públicos deben afrontar los urgentes problemas del sector agrario. Reajustando debidamente costos y precios que lo hagan rentable; dotándolo de industrias subsidiarias y de transformación que lo liberen de la angustiosa plaga del paro y de la forzosa emigración que afecta a tantos queridos hijos de esta y de otras tierras de España; racionalizando la comercialización de los productos agrarios, y procurando a las familias campesinas, sobre todo a los jóvenes, condiciones de vida que los estimulen a considerarse trabajadores tan dignos como los integrados en la industria.

Ojalá las próximas etapas de vuestra vida pública logren avanzar en esa dirección, alejándose de fáciles demagogias que aturden al pueblo sin resolver sus problemas, y convocando a todos los hombres de buena voluntad para coordinar esfuerzos en programas técnicos y eficaces.

Para progresar en ese camino es necesario que la fuerza espiritual y amor al hombre que animó a Sor Ángela de la Cruz; que esa caridad que nunca tendrá fin, informe la vida humana y religiosa de todo cristiano.

Sé que Andalucía nutre las raíces culturales y religiosas de su pueblo, gracias a un depósito tradicional pasado de padres a hijos. Todo el mundo admira las hermosas expresiones piadosas o festivas que el pueblo andaluz ha creado para vestir plásticamente sus sentimientos religiosos. Por otra parte, las cofradías y hermandades creadas a lo largo de siglos, han obtenido influencia en el cuerpo social.

Esa religiosidad popular debe ser respetada y cultivada, como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del mensaje evangélico; integrando la acción de las hermandades en la pastoral renovada del Concilio Vaticano II, purificándolas de reservas ante el ministerio sacerdotal y alejándolas de cualquier tensión interesada o partidista. De este modo, esa religiosidad purificada podrá ser un válido camino hacia la plenitud de salvación en Cristo, como dije a vuestros Pastores.

Queridos andaluces y españoles todos: La figura de la nueva Beata se alza ante nosotros con toda su ejemplaridad y cercanía al hombre, sobre todo al humilde y del mundo rural. Su ejemplo es una prueba permanente de esa caridad que no pasa.

Ella sigue presente entre sus gentes con el testimonio de su amor. De ese amor que es su tesoro en la eterna comunión de los Santos, que se realiza por el amor y en el amor.

El Papa que ha beatificado hoy a Sor Ángela de la Cruz, confirma en nombre de la Iglesia la respuesta de amor fiel que ella dio a Cristo. Y a la vez se hace eco de la respuesta que Cristo mismo da a la vida de su sierva: “El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras”.

Hoy veneramos este misterio de la venida de Cristo, que premia a Sor Ángela “según sus obras”.

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santa-angela-de-la-cruz

Oración 

Oh Dios, que iluminaste a Santa Ángela
virgen con la sabiduría de la Cruz para
que reconociese a tu Hijo Jesucristo
en los pobres y enfermos abandonados,
y les sirviese como humilde esclava.
Concédenos la gracia que te pedimos,
por su intercesión (pedir la gracia).
Así también, inspira en nosotros el
deseo de seguir su ejemplo, abrazando
cada día nuestra propia cruz, en unión
con Cristo Crucificado, y sirviendo
a nuestros hermanos con entrega y amor.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo
tu Hijo y Señor nuestro, que vive y reina.
Amén

 Enlace recomendado: Hermanas de la Cruz

Capilla de Nuestra Señora de Montserrat (Sevilla)

SMP Capilla Montserrat, Sevilla

Actual imagen de San Martín de Porres en la Capilla de Montserrat. (Foto: Juan Luis Bardón)

SMP Capilla Montserrat

En los años 60 existía una pequeña imagen de nuestro Santo, que tanta devoción recibe en Sevilla.  

La Capilla de Nuestra Señora de Montserrat, Sede Canónica de la Hermandad que lleva su mismo nombre, fue construida por el gran arquitecto del barroco sevillano Leonardo de Figueroa a comienzos del siglo XVIII, concretamente entre los años 1704 y 1710. Se encuentra en la conocida calle sevillana de Cristo del Calvario, frente a la iglesia de Santa María Magdalena.

Anteriormente fue sede de la extinta Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores, que la edificó tras adquirir a los dominicos un viejo patio de caballerizas del convento de San Pablo.

El edificio se concibe a partir de una planta rectangular articulada en una nave cubierta con bóveda de cañón y lunetos. La bonita fachada presenta un paramento avitolado; destacando la portada, con un gran moldurón que se pliega en los ángulos y atribuida a Matías José de Figueroa, siendo renovada parcialmente años más tarde por Diego Antonio Díaz. En la parte alta de la fachada se encuentran tres hornacinas con pinturas al fresco que representan a: Santa María Magdalena, a San Juan Evangelista, y en la parte central a Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores. A ambos lados de la puerta encontramos los retablos cerámicos del Santísimo Cristo del Conversión del Buen Ladrón y Nuestra Señora de Montserrat, titulares de la Hermandad. En la misma fachada, en uno de los laterales inferiores, existe también un limosnero con un azulejo con la imagen de Fray Martín del pintor ceramista Facundo Peláez.

En su interior, de una sola nave dividida en tres naves con coros a los pies y presbiterio, destacan el Cristo de la Conversión del Buen Ladrón (Juan de Mesa, 1610) y la Virgen de Montserrat (Gaspar de la Cueva, 1607), encontrándose ambas imágenes en el retablo principal, de estilo neoclásico. También mencionar una imagen de la Virgen del Rosario, de Cristóbal Ramos en 1787. La capilla cuenta además con otras piezas de imaginería bastante interesantes y una buena colección de pinturas del siglo XVII. Sin duda, un lugar digno de visitar.

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fachada

Leyendas de Sevilla: Capilla de Montserrat

Hermandad de Montserrat

Iglesia de la Concepción Inmaculada (Sevilla)

Inmaculada Concepción Sevilla

Iglesia de la Concepción Inmaculada (Hermandad de la Sed), leyendasdesevilla

Imagen de San Martín de Porres en unos de los lados del retablo de la Virgen de los Reyes.

La iglesia sevillana de la Concepción Inmaculada fue levantada entre los años 1925 y 1929, bajo el impulso del entonces cardenal de la diócesis, Don Eustaquio Ilundain y Esteban. El encargado del diseño fue el arquitecto Antonio Arévalo que, inspirándose en la nave central de la basílica de San Pedro, la concibió en un estilo clásico con mezcla de elementos barrocos. El templo fue bendecido el 10 de mayo de 1929 con motivo del Congreso Mariano celebrado en la capital hispalense. Desde entonces, se ha convertido en el punto de referencia de la espiritualidad del barrio de Nervión. 

En la parroquia de esta iglesia tiene su Casa de Hermandad y Sede Canónica la conocida Hermandad de la Sed. En ella reciben culto las imágenes del Cristo de la Sed (por Luis Álvarez Duarte, 1.970), una talla en madera de pino de Flandes que representa el pasaje evangélico de la Quinta Palabra de Nuestro Señor en la Cruz; y la Virgen de Consolación, realizada por Antonio Joaquín Dubé de Luque en 1.969. Ambas tallas son titulares de la Hermandad, que hace estación desde este templo el Miércoles Santo.

Fotos y enlace recomendado: leyendasdesevilla.blogspot.com

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Cristo de la Sed

Hospitalaria Hermandad Sacramental de Congregantes de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sed y Santa María de Consolación Madre de la Iglesia, San Juan Evangelista y San Juan de Dios: Hermandad del Santísimo Cristo de la Sed