Cómo Platón hubiese imaginado a Nuestro Señor Jesucristo

Platón imaginandoCómo Platón hubiese imaginado a Nuestro Señor Jesucristo

Platón hubiera imaginado a Nuestro Señor Jesucristo tranquilo, sereno y lleno de bondad en medio de los peores ultrajes. Cristo sufrió la flagelación y la muerte en la Cruz porque su excelsa sabiduría llenaba de resentimiento y odio los corazones endurecidos de los necios y soberbios. Si la Divinidad se dignase alguna vez tornarse visible a los hombres, no tendría más que una figura digna de ella, aquella del justo sufriente.

Un día el príncipe de los filósofos paganos se puso este grave problema: ¿Si la divinidad se dignase alguna vez descender sobre la Tierra, bajo qué figura le convendría mostrarse?

Platón se pasea largo tiempo, silencioso, meditativo, pasando en revista una a una todas las figuras de la humanidad. Las fisonomías más deslumbrantes, aquellas de los potentados, no le parecían bastante puras.

Al final, se representa a un hombre dueño de sus afectos, irreprochable en sus menores pensamientos. Platón se complació en retratarlo como extraño a toda resentimiento; respondiendo a los más crueles tratamientos con la dulzura y la bondad; tranquilo y sereno en medio del desencadenamiento de los ultrajes y de los furores de un populacho soliviantado; resplandeciente hasta en el lugar del tormento y de la infamia, donde le habría hecho subir la incomprensibilidad de la virtud. Platón juzga que, si la humanidad llegase a producir alguna vez una figura semejante, habría cumplido su supremo esfuerzo; que la Tierra no tendría más bello espectáculo que envidiar al Cielo.

Y Platón, con el entusiasmo y la solemnidad de un sabio enunciando una de sus grandes verdades que jamás oído humano haya escuchado, exclama: Si la Divinidad se dignase alguna vez tornarse visible a los hombres, no tendría más que una figura digna de ella, aquella del justo sufriente.

Los paganos habían entrevisto el reflejo y la aureola de belleza y de grandeza que el sufrimiento hace caer sobre la frente de las criaturas.

Extraído de «Fin du monde présent et mystére de la vie future » NEUVIÈME CONFÉRENCE Par l”Abbé Arminjon (1881).

Carta a lo Azul

CARTA A LO AZUL

Tú me harás el milagro.
Hoy mi sed te lo pide,
te lo pide mi campo
sin fruto, sin alondra,
lo frágil de este barro,
la luz que se me apaga
y la cruz de mis brazos.
Por la breve esperanza,
por aquel largo llanto,
por aquella agonía,
porque me fue vedado
conocer las señales
y el eco de otros pasos
al compás de los míos,
Tú me harás el milagro.
Yo no tuve semilla,
yo no tuve en las manos
esa flor diminuta
que llueve de tu mano.
Yo no tuve canciones;
cuando hiciste el reparto
de pájaros y estrellas,
olvidaste mi árbol.
¡Señor!, desde tu cielo
estréname un milagro.

Concha Lagos

Algo le falta a la tarde

Algo le falta a la tarde

Algo le falta a la tarde,
no están completos los pinos,
y yo mirando a las nubes
siento lo que no he sentido.

A cada instante pregunto
por el tesoro perdido
cuya sombra se desplaza
con melancólico frío.

Mirándome está el deseo,
nocturno, solo, infinito;
callada va la nostalgia
llameando eternos vestigios.

No llega nunca mi gesto
a la tierra del destino;
la vida acaba inconclusa,
quedan los sueños en vilo.

Cintio Vitier

Un altar

Un altar

Habéis hecho un altar en vuestro pecho,
que nadie podrá ver en vida;
vuestro hogar tan feliz, quedó deshecho,
y la pena y el dolor, os da derecho
a llorar esa muerte tan sentida.

Adornáis ese altar de noche y día
con las flores de un amor que nunca muere;
y al orar en silencio, se diría,
que sois musa del dolor, que en su agonía
se abraza con el ser que tanto quiere.

Tenéis el pasado por consuelo
todo lleno de ternura, de amor y de ilusión…
Dichoso del que tiene allá en el cielo,
un alma que le espera con anhelo,
para hacer en ese altar una oración.

Simón Acosta Padilla

El Corazón de María

El Corazón de María

Me refugié en María;
su Corazón de Madre estaba abierto,
en él encontraría
el más bello concierto
que puede hallar el alma en su desierto.

Un desierto es la vida,
por mucho personal que te acompañe;
vívela recogida
y que nadie se extrañe
que buscas un amor que no te engañe.

Cuando lo has encontrado
en la más santa de entre las mujeres,
sin duda has descansado,
al comprobar que eres
afortunado entre gozos y placeres.

Su Corazón rebosa
de sentimientos puros, delicados;
la Madre y buena esposa,
sin manchas, ni pecados,
que tiene de sus hijos mil cuidados.

Dios corazón te ha dado;
que puedas con amor corresponderle,
para eso te ha esperado,
para que quieras verle
y todas tus acciones ofrecerle.

Fusión de corazones,
que van desde Jesús a los hermanos,
con tan buenas mociones
en todos los humanos,
que pasan por María a nuestras manos.

Ricardo López García, de “Un Canto a la Virgen María”.