Musgo

Musgo
Torné a ver la vieja ermita,
se halla todo en su lugar:
la lámpara moribunda,
la flor mustia en el altar.

Doquier quedan las señales
de la dulce, antigua fe:
allí está la Dolorosa,
allí el Cristo que adoré.

¡Cuántas veces, siendo niño,
el santuario a media luz,
me llevó mi tierna madre
a besar juntos la cruz!

¡Tiempos idos! Pero aún guardo
su memoria, y la impresión
de recuerdos inocentes
me penetra el corazón.

Hoy después de largo viaje,
tras de recia tempestad,
en el sagrado recinto
calma busco y soledad…

¿Quién me llama? ¡Oh voz sentida
que hace el pecho conmover
con rumores de plegaria,
con ternuras de mujer!

«Ven, me dice, al infortunio
da un himno. Lo pide así
la caridad, luz del cielo…»
El laúd a pulsar fui.

¡Ay, el rítmico instrumento
para siempre enmudeció!
Al querer forzar las cuerdas
en mis manos se rompió.

Pues haré de blancas rosas,
pensara, el don fraternal.
Cayó la helada en mi huerto,
agostado hallé el rosal.

De un melancólico sauce
colgué entonces el laúd;
y volví a la vieja ermita
y lloré mi juventud.

Carlos Guido y Spano

Un día habrá una isla

Un día habrá una isla

Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado.
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisen sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esa isla
que no sea silencio amordazado.

Pedro García Cabrera

Desde la cruz redentora

Desde la cruz redentora

Desde la cruz redentora,
el Señor nos dio el perdón,
y, para darnos su amor,
todo a la vez, sin medida,
abrió en su pecho una herida
y nos dio su corazón.

Santa cruz de Jesucristo,
abierta como dos brazos:
rumbo de Dios y regazo
en la senda del dolor,
brazos tendidos de amor
sosteniendo nuestros pasos.

Sólo al chocar en las piedras
el río canta al Creador;
del mismo modo el dolor,
como piedra de mi río,
saca del corazón mío
el mejor canto de amor.

Liturgia de las horas

Entre el sueño y el no sueño

ENTRE EL SUEÑO Y EL NO SUEÑO

Entre el sueño y el no sueño
suceden cosas.
Entre el sueño y el no sueño
no eres cuerpo de carne
sino suave sensación.

Entre el sueño y el no sueño
te visitan angelotes,
chisposos y risueños
que susurran en el oído
de tu corazón:
“…eres su hijo amado”.

Entre el sueño y el no sueño
pequeñas hadas de colores
revolotean en círculos
alrededor de los ojos de tu corazón.
Han puesto música
a una intuición:
“Lo esencial resulta invisible
a los ojos, sólo se puede ver
con el corazón”.

Entre el sueño y el no sueño
vienen a visitarte los que te quieren,
a veces de uno en uno,
a veces dos o tres.
No hay tumultos
entre el sueño y el no sueño,
no vienen a ti, salen de ti.

Entre el sueño y el no sueño,
cuando pasado, presente y futuro
se juntan…….. Dios.

Mari Paz López Santos

María silenciosa

María silenciosa

María silenciosa,
que todo imaginaste sin hablar,
más allá de cualquier visión humana,
ayúdame a entrar en el misterio de Cristo
lentamente y profundamente,
como un peregrino consumado de sed
entro en una cueva oscura
al final del cual se escucha una ligero correr de agua.
Antes que nada déjame arrodillarme
para adorar,
haz que luego empuje la roca con confianza,
y envíame serenamente al misterio.
Finalmente calma mi sed
con el agua de la Palabra
en silencio como Tú.
Quizás entonces, María,
el secreto del Hijo Crucificado
se me revelará
en su inmensidad sin fronteras
y caerán las imágenes y palabras
para hacer espacio solo al infinito.

Card. John Henry Newman