A la Virgen del Rosario (plegaria)

A la Virgen del Rosario
(Plegaria)

A tus plantas hermosas
llegué otras veces,
uniendo bellas rosas
y humildes preces,
que entonces era
un camino florido
mi primavera.

Hoy no traigo otra ofrenda
que fe y amores,
que esta vez en mi senda
no encuentro flores,
pues la fortuna
las agostó a mi paso
una por una.

Dame Tú, Madre mía,
con que adornarte
cuando vuelva otro día
mi fe a buscarte;
con tu permiso
florecerá la tierra
donde yo piso.

Y pues siempre he buscado
yo mis consuelos
en tu manto azulado
como los cielos,
da sin tardanza
alientos que reanimen
a mi esperanza.

No olvides, Virgen pura,
que has ofrecido
endulzar la amargura
del que afligido
va al santuario
para besar las cuentas
de tu rosario.

                Concha Espina de Serna

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Tu Orden la he encomendado a mi Madre

Imagen ilustrativa: Nuestra Señora del Rosario de la Villa de Agüimes (Foto: José J. Santana)

Tu Orden la he encomendado a mi Madre

Orden encomendada a La Virgen

Tu Orden la he encomendado a mi Madre

La vida del apóstol castellano es toda ella un mosaico de respeto y veneración a la Madre de las Misericordias. Por ella fundó su Orden de Predicadores. Cuando Domingo se dirigía a Roma a pedir la confirmación del Romano Pontífice para su Orden, cuentan con ingenuidad las crónicas de su tiempo, que tuvo una visión:

Jesucristo, con el rostro airado, amenaza al mundo por sus muchos pecados. María intercede, arrodillada ante EL:

—Como Tú sabes, queda todavía un camino por el que los traerás hacia Ti. Tengo un siervo fiel que enviarás al mundo para que anuncie tus palabras, y se convertirán…

—He aquí que me agrada lo que me pides- dice Cristo.

Entonces la Virgen Madre presentó al bienaventurado Domingo. A la cual dijo el Señor:

—Cumplirá justamente lo que dijiste.

Otra relación contemporánea refiere la aparición de la Virgen a Santo Domingo para manifestarle su protección a la Orden de Predicadores. Es de la Beata Cecilia, una de las religiosas que hizo su profesión en manos de Santo Domingo.

Nuestra Señora, acompañada de dos santas, se le aparece, bendiciendo a los frailes:

“Cierta ocasión en que el bienaventurado Domingo pernoctaba hasta media noche rezando en la iglesia, salió de allí y entró en el dormitorio, y después de hechas las cosas que venía a cumplir, se puso en oración…, y estando así, al mirar hacia una parte del dormitorio, vio a tres bellísimas Señoras que se acercaban, una de las cuales, que iba en medio, parecía una matrona venerable, más hermosa y más digna que las otras…Advirtiendo lo cual, el bienaventurado Domingo se fijó atentamente quién era, y dejando en suspenso la oración, fue al encuentro de aquella Señora, junto a la lámpara que pendía en medio del dormitorio, y, arrojándose a sus pies, comenzó a rogarle con insistencia que se dignara indicarle quién era, aunque él la conociese…

Y contestando la Matrona al bienaventurado, dijo_

—Yo soy aquella que invocáis todas las tardes; y cuando decías “ea, pues, abogada nuestra”, me inclino ante mi Hijo, para rogarle por la conservación de esta Orden…

El bienaventurado Domingo volvió al lugar donde estaba antes para continuar la oración, cuando he aquí que súbitamente fue arrebatado en éxtasis ante Dios, y vio al Señor, y sentada a su diestra a la Santísima Virgen, pareciéndole al bienaventurado Domingo que Nuestra Señora vestía una capa de color de zafiro. Mas como el bienaventurado Domingo tendiese la vista alrededor, viendo ante Dios religiosos de todas las Órdenes y ninguno de la suya, comenzó a llorar muy amargamente, y situado a lo lejos, temía acercarse al Señor y a su Madre. Entonces Nuestra Señora le hizo señas para que se acercase a Ella. Pero él no se atrevió hasta que el Señor le llamó también.

—¿Porqué lloras con tanta pesadumbre?

—Lloro— contesta aquél— porque contemplo aquí miembros de todas las Órdenes y no veo alguno de la mía.

El Señor le respondió:

-¿Quieres ver a tu Orden?

Y él contesta estremecido:

—Sí, Señor.

Y poniendo el Señor la mano sobre el hombro de la Santísima Virgen, dice al bienaventurado Domingo:

—Tu Orden la he encomendado a mi Madre…

Manto de la Virgen

Entonces la Santísima Virgen abre el manto con que está vestida y lo extiende a la vista del bienaventurado Domingo, que le pareció ser de tales dimensiones, que cubría todo el cielo, y bajo él ve una muchedumbre innumerable de frailes. Prostérnase entonces el bienaventurado Domingo, dando gracias a Dios y a su Madre Santísima, la Virgen María, y desapareció la visión. Y volviendo en sí al momento, apresuradamente tocó a maitines.”

Domingo había recibido la caricia de la Madre amorosa que ya no olvidará jamás. Y así bajo su tutela maternal emprende la reforma de la iglesia medieval, con la nobleza de cruzado de tan grande Reina.

Y en la fundación del monasterio de religiosas de San Sixto, en Roma, Santo Domingo, sobre sus hombros, lleva la imagen bendita de Nuestra Señora, para que Ella sea la primera en ingresar en el monasterio.

Ordena a sus frailes en las constituciones, que hagan sus votos solemnes también a la Santísima Virgen, e inculca a sus hijos ese amor a la Señora. De ellos saldrán más tarde los incansables apóstoles de María y del rosario, los grandes místicos y teólogos que tanto la han amado.

(«Historia de la  Vida de Santo Domingo», 1705; «Santo Domingo de Guzmán: su vida, su obra, sus escritos», 1947).

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virgen manto

Enlaces recomendados:

Nuestra Señora del Rosario (2016)

La Virgen y la Orden de Predicadores

Festividad de Nuestra Señora del Rosario

Virgen del Rosario - Santo Domingo

Rindiéndole a María el tributo que se merece, se le gana el corazón; y complacida derramará sobre sus fieles siervos aquella abundancia de bendiciones y aquellos tesoros de gracias, cuya distribución tiene a su cargo.

La devoción del Rosario se instituye singularmente para reconocer la dignidad de Madre de Dios, y la clase superior a todas las criaturas que ocupa la Santísima Virgen, por aquellas mismas palabras con que se anunció la primera vez la divina maternidad, y con que fue saludada por el Ángel como llena de gracia. Recordemos en el Rosario este singularísimo favor, esta eminente prerrogativa, y demos los parabienes por ella. Redúcese en él toda nuestra oración a dar un solemne testimonio de fe, de la parte que nos toca en su elevación y en su dicha, y de la confianza que tenemos en su poderosa bondad. Hacemos pública profesión de reconocer con toda la Iglesia a la Santísima Virgen por verdadera Madre de Dios, y en virtud de este augusto título por soberana Señora de todo el universo, Reina de los Ángeles y de los hombres, Mediadora entre los hombres y Jesucristo, nuestro supremo Mediador entre nosotros y su eterno Padre, refugio seguro de todos los pecadores, asilo inviolable de todos los infelices, consuelo de todos los afligidos, madre de los predestinados, madre de misericordia y de gracia.

Santo Rosario

La fiesta del Santísimo Rosario, la devoción más hermosa y más popular a honra de la Madre de Dios.

“Era Fray Martín de Porres sobremanera devoto de la Emperatriz del Cielo María Santísima Señora Nuestra, devoción que entre todas las de los Santos se lleva la primacía. Sin esta no hay virtud, que lo sea, ni santidad, que merezca nombre de tal, pues nadie puede agradar a Dios, sin caer en gracia a su Madre; y escogiendo Dios a Fray Martín para sí, asentó en su corazón la devoción, y afecto a María: visitaba frecuentemente de día, y de noche su altar, rezaba con gran fervor, y suavidad de espíritu su Santísimo Rosario, oración tan del agrado de Dios, y de su Madre, que por ella han alcanzado, y alcanzarán los hombres inestimables favores y mercedes”.

Página 93 – 94 Compendio de la virtudes de Fray Martín (Jaime Barón)

Virgen del Rosario de Agüimes

Por la mediación de los misterios del Rosario es ésta una de las más santas oraciones de la Iglesia, en que yendo el corazón de acuerdo con las palabras, se tributa a Dios y a María un perfecto culto de religión.

Oración a la Virgen del Rosario

Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.

(Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae», Juan Pablo II)

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Virgen del Rosario - Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia

Nuestra Señora la Virgen del Rosario

Nuestra Señora la Virgen del Rosario

Virgen del Rosario de Agüimes

La práctica del Santo Rosario…El cielo es quien os la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos y los herejes más obstinados. Dios ha vinculado a ella la gracia en esta vida y la gloria en la otra. Los santos la han ejercitado y los Soberanos Pontífices la han autorizado.

 San Luis Grignón de Monfort

La fiesta del Rosario fue precedida por la de Nuestra Señora de las Victorias, instituida por San Pío V, en acción de gracias a la Virgen por la victoria de Lepanto, el 7 de Octubre de 1571. Dos años después el Papa Gregorio XIII da a esta fiesta el nombre de Nuestra Señora del Rosario, señalando el primer domingo de Octubre. Clemente XI, en 1716, extiende esta fiesta a la Iglesia Universal. Finalmente, San Pío X, desde 1914, fija la fecha actual del 7 de Octubre.

El Papa Pío XII dice hablando de la devoción al Santo Rosario:

Nos es bien conocida su poderosa eficacia para obtener la ayuda maternal de la Virgen; la cual, si bien puede conseguirse con diversas maneras de orar, sin embargo, estimamos que el santo Rosario es el medio más conveniente y eficaz, según lo recomienda su origen, más celestial que humano, y su misma naturaleza. Qué plegaria más bella y más a propósito que la oración dominical y la salutación angélica…La misma recitación de fórmulas idénticas, tantas veces repetidas, lejos de hacer la oración estéril y enojosa, posee, como lo demuestra la experiencia, una admirable virtud para infundir confianza en el que reza y hacer dulce violencia al Corazón materno de María…Qué espectáculo de placidez y sumamente grato a Dios, cuando a la caída de la tarde, el hogar cristiano resuena con el repetido eco de alabanzas en honor de la Augusta Reina del Cielo. Entonces, el Rosario, recitado en común, une ante la imagen de la Virgen los corazones de padres e hijos, que retornan del trabajo diario; además, les une piadosamente con los ausentes y con los difuntos.
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cómo rezar el Rosario

Modernamente hay que subrayar la importancia que las últimas apariciones de la Virgen – Lourdes, Fátima y Medjugorje – han dado al rezo del Rosario, haciendo depender de él la paz del mundo y la conversión de los pecadores. Así ha llegado a ser la devoción a la Virgen más importante y universal entre los católicos; una devoción en la que María nos invita a gozar de los misterios divinos, a aceptar la luz que viene de la vida del Señor, a acompañarlo en los dolores de su pasión y muerte, y participar en la gloria de su resurrección:

Madre enséñanos a decir sí a todos los proyectos divinos; danos el proclamar contigo las maravillas del amor de Dios como lo hiciste en la casa de Isabel; comunícanos, tu espíritu de adoración a Jesús en la pobreza de nuestra vida cotidiana, como Tú lo hiciste en Belén; particípanos tu capacidad de interiorización de los misterios del Dios vivo, de la pasión de tu Hijo y que cada día resucitemos a una vida de más entrega y generosidad, impulsados por la gracia de un nuevo y constante Pentecostés; que seamos testigos vivos y elocuentes de la vida, muerte y resurrección de tu hijo Jesucristo.

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Virgen del Rosario

Entre todos los cultos que se tributan a la Madre de Dios, uno de los que mas la honran es la devoción al Santo Rosario, por ser sus oraciones unas de las mas santas y mas agradables al Señor:

Historia del Santo Rosario

Festividad de Nuestra Señora del Rosario

El Santísimo Rosario como práctica en honor de la Virgen Madre de Dios siempre llega al Trono de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

San Martín de Porres tuvo varias devociones: sentía un amor infinito por Cristo Crucificado, y sobre todo creía en el Santísimo Sacramento y en la Virgen María, en especial la Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica. San Martín confió sus inquietudes y afanes a la virgen del Rosario; además, vivió y transmitió el Rosario como herencia y compromiso.

El Rosario, devoción siempre antigua y siempre nueva, con su rezo se ve nacer a Cristo, y se le ve padecer, y se le ve morir y resucitar; allí se contempla la pureza virginal de su Madre, sus angustias y resignación en el Calvario, su muerte dichosa y su coronación en los cielos (Sardá)

¡Oh Santísima Virgen, Madre de Dios, dulce refugio y consuelo piadoso de todos los afligidos! Por aquella confianza y autoridad de Madre con que podéis presentar nuestros ruegos al que es árbitro soberano de nuestro bien empeñad una y otra en favor nuestro. Conseguidnos el reformar con el Santo Rosario nuestras vidas, estudiando en tan dulce libro la fiel imitación de vuestro Hijo Jesús, hasta que podamos adorarlo y amarlo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra Señora la Virgen del Rosario