Fray Martín de Porres, santo humilde y caritativo

smp humilde

Fue humilde y supo humillarse a su propia humildad

San Martín de Porres fue ensalzado por Dios con dones y carismas celestiales. Fue consciente de que era un instrumento en las manos de Dios. De todas las virtudes que poseía Fray Martín sobresalían la humildad de corazón y la caridad, muestras de perfecta mansedumbre cristiana, que aseguraban su facultad humana de amar y nos da la clave para comprender el alto desarrollo espiritual de su vida: La humildad y la caridad caminan siempre juntas. La primera glorifica, la otra santifica (Padre Pío). Su vida resultó, además, la verdadera antítesis de la exaltación del yo y del desordenado amor a sí mismo predominante en nuestra sociedad. Quiso ser de los últimos, en una sociedad en la que todo el mundo busca ser el primero. Siempre puso a los demás por delante de sus propias necesidades, tanto que llego a ofrecerse en venta como esclavo: «Padre Prior, no dude: véndame y pague sus deudas». En otra ocasión, iba caminando una mañana por el mercado de Lima, con su canasto cargado de frutas y pan para los pobres. De pronto, desprevenido, golpeó a un señor. Éste, pomposamente vestido, se molestó y empezó a insultar a nuestro santo. Fray Martín le escuchaba en silencio, con la mirada en el suelo. Cuando el hombre terminó de gritar, San Martín se disculpó: “Perdone mi torpeza”. El hombre aún enfurecido le gritó: “Eres una Bestia”, a lo que san Martín replicó: “Si su merced me conociera mejor, sabría que soy mucho peor que eso…». Martín tenía una apreciación exacta de su valer pues era consciente del bien que realizaba. Vivió con ardor las virtudes de la humildad y de la caridad, fuentes celestiales de la práctica cristiana que han de servirnos de referencia en nuestras vidas; siempre veló por las necesidades de los demás y no las propias. Por amor a Jesús.

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Por pertenecer a Dios eligió el servicio humilde, sin complejos y sin quejas

Recordamos a continuación unas palabras pronunciadas por el Cardenal Juan Luis Cipriani referidas a Martín de Porres, donde ensalza su humildad de corazón y nos mueve a suavizar las asperezas de nuestro carácter:

San Martín de Porres fue un hombre sencillo y humilde, un hombre del pueblo, que no estaba en el poder, ni tenía grandes doctorados. Era como cualquiera de nosotros, solo que más humilde, más generoso, y el Señor en esa alma sembró un amor que hizo que no estuviera jamás tranquilo hasta no hacer todo por amor a todos, ahí está el heroísmo»

La repostería dedicada a San Martín de Porres

SMP monasterio de Bormujos Sevilla

Monasterio de Santa María la Real de Bormujos (Sevilla). Foto: Sor Pilar Aparicio

Se aproximan fiestas entrañables para todos: muy pronto llegará el día de San Martín de Porres; poco tiempo después entraremos de lleno en el adviento, período de preparación que culmina con la celebración gozosa de la Navidad. Las monjas de los diferentes conventos y órdenes religiosas de toda España se apresuran a preparar sus recetas más tradicionales: dulces artesanales conventuales, dulces benditos, preparados con el cariño de una madre y cuyo ingrediente principal es el amor con que elaboran sus exquisitos productos. Y dentro de su variado surtido no podían faltar los dedicados a nuestro Fray Martín. Entre ellos y muy apreciados, los huesos de Fray Escoba elaborados por las Madres Concepcionistas de la ciudad de León; también en el Convento de las Jerónimas de Toral de los Guzmanes (León) se preparan los huesos o palos de Fray Escoba, unas pastas bañadas con azúcar glass y ligeramente aromatizados con anís que tienen gran aceptación; los bollos de San Martín de Porres, por las Dominicas del Monasterio de Santa María la Real de Bormujos (Sevilla); en el convento de las Dominicas Madre de Dios de Sevilla, junto a las escobitas de San Martín de Porres, la lista de dulces habla por sí sola: bocaditos árabes, almendrados de chocolate, bienmesabe, etc.; una vez más los huesos de Fray Escoba, preparados en el Convento de las monjas Jerónimas -más conocidas por las “carboneras”- de la plaza del Conde de Miranda, en el caso antiguo de Madrid o también llamado Madrid de los Austrias; las tortas de Fray Martín elaboradas en el Convento de Santa Florentina de Écija, localidad donde hay una gran devoción a San Martín. También en este municipio sevillano existe una  industria muy conocida que produce las famosas tortas de aceite -con su peculiar toque de anís- de San Martín de Porres y los martinitos a base crema y chocolate.

reparto de pan

Además es tradicional, en aquellas iglesias que celebran la memoria litúrgica de San Martín de Porres, repartir el bollito o pan de Fray Martín entre los feligreses tras la finalización de la Eucaristía. Y es que el reparto de pan, como símbolo básico de gratitud de los cristianos hacia Dios, nos reconforta y nos transmite una limpia imagen del cariño de Jesús y San Martín de Porres hacia nosotros.

repostería conventual

Que el Señor, la Virgen y San Martín de Porres siempre cuiden de todas las monjas de clausura y bendigan sus respectivos conventos.

San Antonio María Claret, apóstol de las Islas Canarias

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Padre Claret, apóstol de las Islas Canarias

¡Oh María, Madre mía! ¡Que tú hayas sido tan buena conmigo  yo tan ingrato contigo! Estoy lleno de vergüenza y confusión. Madre mía, yo deseo en adelante amarte con todo mi corazón y no solamente te amaré yo, sino que emplearé lo mejor de mí para hacer que todos te conozcan, te amen y te sirvan, te alaben y recen el Santo Rosario, devoción que te es tan agradable. Madre mía, ayuda mi debilidad y fragilidad para que pueda cumplir mi resolución.

San Antonio M. Claret

San Antonio María Claret i Clarà, nació al mundo en la villa de Sallen, Barcelona, el 24 de Diciembre de 1807. Devotísimo de la Virgen María, en su autobiografía cuenta que a su nombre de pila añadió el de Santísimo Nombre de María, “porque María Santísima es mi Madre, mi Madrina, mi Maestra y mi todo, después de Jesús”. A pesar de un prometedor futuro como industrial textil ingresa en el Seminario de Vich con 22 años. Aspirando por divina vocación al estado sacerdotal, se distinguió durante la carrera por su aplicación y aprovechamiento en las ciencias eclesiásticas, y principalmente por una sólida piedad. Ya ordenado Sacerdote se especializa en las misiones de apostolado y ejercicios espirituales que le granjea el amor y la veneración de sus condiscípulos y de cuantos le conocían. Ejerció como misionero por Cataluña, formando equipo con el dominico San Francisco Coll y Guitart (fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciata) en un grupo llamado Hermandad Apostólica. Además, fue un gran apóstol del Corazón de María, precursor de esta devoción en España, llamando a sus religiosos «Misioneros Hijos del Corazón de María» como veremos más adelante.

El Padre Claret fue el «Misionero de España», pero también para los canarios —al que cariñosamente llamaban «El Padrito»— era el «Apóstol de Canarias». Estuvo algo más de un año misionando en Canarias (1848-1849). Y, sin embargo, en este período no excesivamente largo, “transformó las conciencias, reformó al pueblo y al clero: Aquello sí que fue como una nueva cristanización de Isla… Misioneros ha habido muchos, pero como el Padrito Claret, ninguno” («El Padrito. San Antonio María Claret en Canarias», Federico Gutiérrez Serrano).

Predicó en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Parte hacia Gran Canaria, y desde allí hasta Lanzarote. El Padre Claret era recibido con aclamaciones de júbilo y escuchado con pruebas sinceras de respeto por los pueblos donde resonaba su convincente voz: Telde, Agüimes, Ingenio, Tejeda, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Moya, Teror, San Mateo, Santa Brígida, Santa Lucía, San Bartolomé de Tirajana, Teguise y Arrecife. El insigne poeta Ignacio Quintana lo refleja de manera espléndida: «Tienen todas las sendas grancanarias/El sello de los peregrinos/Y hay en el polvo aún de los caminos/Unciones de sus manos sermonarias… Hoy con la lira de poeta acudo/Ante tu exaltación, Claret divino,/Andante caballero, peregrino/Don Quijote de Dios, ¡yo te saludo!»

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Estos canarios me tienen robado el corazón… será para mí muy sensible el día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi ministerio.

Su nombramiento como Arzobispo de Santiago de Cuba (1850-1857) imposibilitó que fuera nombrado Obispo de Canarias, anhelo de muchos canarios. Aunque en principio no quiso aceptar el cargo por considerarse indigno, el nuncio de Su Santidad le impuso su obediencia al Papa. Llevó a cabo una gran labor pastoral, con atención preferente a los más pobres.

Para perpetuar la realización de su vasto ideal fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos) para el apostolado. Su fin, la gloria de Dios y la del Corazón de María, la expresa la fórmula de votos: “Me entrego y consagro a un servicio especial de Dios  y del purísimo Corazón de la bienaventurada Virgen María”. Bajo su dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices; y Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad. También fue confesor de la Reina Isabel II, a quien acompañó en el destierro de la revolución de 1868. En 1869 participó en el Concilio Vaticano I defendiendo la infalibilidad pontificia.

El 24 de Octubre de 1870, a la edad de 62 años, entregaba su espíritu en manos del Creador en el monasterio cisterciense de Fontfroid.

El 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:

San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre.

* * *

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San Antonio María Claret es celestial compatrono de la Diócesis de Canarias (Diócesis de la provincia de Las Palmas) junto con Nuestra Señora del Pino.

«Haz, Señor, que ardamos en caridad
y encendamos un fuego de amor por donde pasemos;
qué deseemos eficazmente
y procuremos por todos los medios
contagiar a todos de tu amor.
Qué nada ni nadie nos arredre, Señor.
Qué nos gocemos en las privaciones.
Qué abordemos los trabajos,
qué abracemos los sacrificios.
Qué nos complazcamos en las calumnias
y alegremos en los tormentos.
Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a Jesucristo
en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas. Amén.»

(De sus escritos: Nos apremia el amor de Cristo)

Fray Escoba: La sencillez ensalzada

la sencillez ensalzada

La iglesia recuerda y, sobre todo, celebra la festividad de San Martín de Porres, o del también llamado Fray Escoba.

Este gran santo posee además un valor aún más especial dentro de la Orden de Predicadores. Para ellos, Martín representa un ejemplo de sencillez y honradez sin precedentes. Este dominico del siglo XVI, cuya única pretensión radicaba en estar al servicio de la comunidad se convirtió, simplemente a base de servir y de tener una actitud samaritana con todos los que a él llegaban, es un modelo de vida, un ejemplo auténtico de vida al servicio del Evangelio.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa les preguntó:

      – ¿De qué discutíais por el camino?

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:

– Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.[1]

Martín no se propuso ser el santo más grande de su Orden, sino que desde el principio llegó con el único deseo de estar a disposición de los demás. Se decía que para él el ser dominico era un honor demasiado elevado como para aspirar a serlo. Así fue como siendo el servidor de todos se convirtió en uno de los grandes santos peruanos, junto con Rosa de Lima y Juan Macías.

Pero a mi modo de ver, lo que también nos puede llamar la atención de este buen santo es que encarna el modelo actual y vanguardista sobre la capacidad de liderazgo. Dicho modelo, lo que plantea fundamentalmente, es que para ser un buen líder hay que servir. Esto se ejemplifica con una pirámide invertida, donde la punta se encuentra en la base, en la que se encuentra la voluntad como primer peldaño. Seguida por el amor (ya que sin la voluntad de amar no hay amor), la capacidad de servicio y sacrificio, la autoridad y, al final, el liderazgo.[2]. A día de hoy no se puede entender un buen funcionamiento directivo en una empresa sin que el responsable sea el primero en dar ejemplo, esto es, en ponerse en marcha (voluntad), ponerse en juego (amor), participando con toda su capacidad intelectual y emocional (capacidad de servicio y sacrificio) y su capacidad de coordinar y dirigir (autoridad). Lo curioso de fray Escoba es que él, un hermano cooperador, sin aspirar a ser prior ni superior del convento, adquirió una reputación, una fama, que rara era la familia de Lima que no hubiese recibido trato por su parte. Se convirtió en un líder espiritual siendo el primero en el servicio.

Martín no tuvo una línea particular de misticismo, pero su vida, su obrar y gestos con los más necesitados le condujeron a una experiencia auténtica de Dios. Martín no sólo se implicaba sino que se comprometía con todos, los escuchaba activamente, era afable en su obrar.

Martín de Porres, sin lugar a dudas, es un santo para nuestro tiempo, un modelo al que mirar en nuestros días pues contradice la filosofía imperante del tener, del “mí, mío”. Es un referente en el camino hacia la Verdad, pues como dice Timothy Radcliffe: «la búsqueda de la verdad está enraizada en la vida de caridad, en romper con el enganche del egoísmo, que sella con los pronombres “yo” y “mío” todo cuando ve». [3] Fray Escoba supo romper este enganche, pues sus acciones estaban impregnadas, según lo podemos leer en sus biografías[4], de un amor sin precedentes. Es de este amor desinteresado, servicial, atento y cuidadoso del que estamos más que necesitados. Tal vez por esto mismo, el profético Juan XXIII, el papa que lo canonizó, dijo de él: «Martín excusaba las faltas de otro (…).Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudo a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’.».

Ojalá Martín inspire en nosotros deseos generosos de dar sin esperar recibir, de escuchar sin necesidad de que seamos escuchados, en definitiva, de ponernos en juego sin la urgencia de esperar nada a cambio…

Autor: José Chamorro – desdelaquietud.blogspot.com.es

[1] Mc 9, 33 – 35

[2] HUNTER, J. C. La Paradoja. Urano, Barcelona 20019

[3] Ser cristianos en el siglo XXI. Sal Terrae, Santander 2011, 141

[4] VELASCO, S. San Martín de Porres. Edibesa, Madrid 1992

Imagen de San Martín de Porres (Siglo XIX)

imagen de san martín de porres (siglo XIX)

Imagen de San Martín de Porres de principios del siglo XIX, que llegó a Tucumán (Argentina) desde el Alto Perú. La escultura, de unos 30 centímetros de altura, tiene resplandor de plata y el vestido posee galones de oro.

Hubo que esperar hasta el siglo XIX, y no sin algunas vicisitudes, para que Martín fuera beatificado: El 29 de Octubre de 1837, el Papa Gregorio XVI proclamaba beato al dominico Fray Martín de Porres. Era un clamor popular, su culto dejaba de ser privado y su imagen subía a los altares. Los devotos con el corazón lleno de alborozo entonaban una rima que por aquel entonces se hizo popular:

En vano, gran Martín, la noche fría

vistió tu rostro con la sombra obscura;

mas que la nieve era tu alma pura

y mas clara que el sol de medio día;

y hoy en la gloria perennal te alegras,

mientras gimen sin tregua en el profundo,

mil y mil que tuvieron en el mundo

los rostros blancos y las almas negras…

Clemente Althaus (de su poesía «A Martín de Porres»)