Domingo

Domingo

Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.

Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
-el lunes- de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.

Ángel González

Umbrío por la pena

Umbrío por la pena

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡Cuanto penar para morirse uno!

Miguel Hernández

Otoño

OTOÑO

La fisura de la lluvia
tiembla sobre un cirio de hojarasca.
Las piedras no respiran,
exhalan su amarillo en pesadumbre.
De sus días a mi cuerpo
hay un silencio de arpas.
–Ignorancia de mis manos con espinas–.
Solo puedo retirarme de mí misma
y de este otoño que se clava
sobre el blanco candor de lo visible.

Asunción Escribano, de «Solo me acarician alas».

Alma nueva

Hombre, hermano,
rompe las murallas de este mundo
y busca el pan de Dios.
Libera tu alma. El alma nueva,
como es nueva la mañana de cada día.
Y mira al mundo cara a cara.
Da tu grito de hombre en medio del campo,
donde te oiga el cielo;
pide tu pan, pídelo siempre,
no extendiendo la mano,
sino alongando el alma,
elevando el alma hacia lo alto.

A. Reyes Darias

Dolorosas de Luján Pérez

Dolorosas de Luján
(Al Maestro de las Dolorosas)

Dolorosas de Luján.
Vírgenes llenas de vida.
De madera almas que lloran.
Ojos que perlas destilan.
Perlas que sólo se engarzan
en tan bella faz divina.
Rostros de expresión llorosa.
Rostros de almas doloridas.
Tristes quejidos que mueren.
Solo el dolor los motiva.
Hermosos ojos que lloran
ante el hijo que agoniza.
Dolorosas de Luján.
Joyas de la tierra mía.
Reinas que guarda Las Palmas.
Que a las almas fervoriza
ver tras las nubes de incienso,
faces tan bien esculpidas.
Copiosos ramos de madres
que doloridas nos miran.
¡Qué tristeza cuando pienso,
que tu imagen preferida,
la están mirando los fieles
que están cercanos a esta isla!
Dolorosas de Luján.
Imágenes nunca vistas.
Corazones traspasados
por un puñal homicida.
Imágenes de Luján,
que solo fe nos inspiran.
¡Tu mente también forjó
la que el ser me dio y me cuida!

        José La Clave Guedes
Las Palmas de G.C. (1946)

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Homenaje lírico a las manos de Luján Pérez