No está aquí el que buscáis

* No está aquí el que buscáis

Aún, sin el sol alumbrando el nuevo día,
hacia el huerto, más cercano que lejano,
sus pasos, cuatro mujeres encaminan.

Sobre las colinas de oriente,
una blanca esperanza, ligera
cual remoto reflejo de una tierra
vestida de lirios y plata, lentamente
se elevaba entre el palpitar
de las lejanas constelaciones;
venciendo el fulgor tenue
del centelleo de la noche.

De esas albas serenas era el día,
que a pensar llevan en los inocentes
que dulcemente duermen su alegría;
y en la belleza de las promesas,
y en que el aire, benigno y limpio,
por el vuelo de ángeles parece,
un momento antes conmovido.

Dulces y virginales días
que preparan lúcidas palideces,
con alegre verecundia,
con estremecimientos jóvenes,
con inmarchitables candores.
¿Quién del sepulcro apartará la piedra?
Las cuatro mujeres se decían.

Cuatro eran, eran cuatro mujeres,
debilitadas por el amor y el dolor.
Eran cuatro débiles mujeres,
a quienes ese dolor y ese amor
las hacían mujeres fuertes.

La oscura boca de la gruta
en la reinante oscuridad se abría,
con mano temblorosa, una,
tanteó el umbral atrevida.
No se decidan a volverse,
y a entrar no se atrevían.

Emergiendo por entre las crestas
de las cercanas colinas,
el sol alumbró de la gruta, su abertura.

Atesorando ánimos entraron,
por un sobresalto estremecidas.
Un joven vestido de puro blanco,
cándidas y radiantes vestiduras,
estarlas esperando, parecía.

¿Por qué entre los muertos buscáis al que da la vida?
No está aquí el que buscáis, Resucitó a la Vida.

J.R. Pablos (del poemario inédito: Pasión).

Fuente: hispanidad.com

Pastor que con tus silbos

Pastor que con tus silbos

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

Lope de Vega

Id y pregonad

Id y pregonad

Id y pregonad
por pueblos y ciudades,
barrios, plazas y calles,
llanuras, valles y montes,
caminos, veredas y cruces,
que la muerte no tiene la última palabra,
que Jesús ha resucitado como lo había dicho
y está con nosotros abriéndonos la vida.
Que el amor ha granado en los corazones,

perfumando nuestra tierra e historia,
y que se da gratis y a manos llenas
a quien lo necesita, acoge y gusta.
Susurradlo al oído de toda persona,
anunciadlo de puerta en puerta
y que todos oigan tan buena noticia.
Decid que han florecido la paz y la justicia,

que todos somos personas dignas,
muy diversas y muy iguales,
gracias al Espíritu que nos hace y anima;
que la tristeza ha sido destruida
y nunca más habrá muerte, odio y guerra,
y que la Pascua siempre será florida.
Proclamad lo que estáis viendo ahora,

que tenemos un pan y vino que nos alimentan
y una casa de encuentro solariega,
con ventanas y puertas abiertas,
a la que podemos ir a cualquier hora
y descansar de tanta fatiga.
Y aunque ello no nos sacia, nos da gran alegría.
Id y pregonad

que Jesús Nazareno ha resucitado
y está aquí,
en nuestro camino, historia y vida.

Florentino Ulibarri

Este es el tiempo del Dios de la vida

Este es el tiempo del Dios de la vida

Este es el tiempo del Dios de la vida,
de la vida dada y de la vida realizada,
de la gloria de Dios y de nuestra dignidad perdida.
Es tiempo de presencias y encuentros,

de paz, comidas y abrazos,
de corazones encendidos y trajes blancos,
de envío a rincones lejanos…
Es el tiempo de la experiencia,

del paso del Señor por todas las tierras,
por todos los rincones,
por todas las personas.
Tiempo de flores, sueños y utopías,

de gritos, cantos y aleluyas.
Tiempo de baños e inmersiones,
de confesiones sinceras y comuniones
para ser personas nuevas.
¡Tiempo divino para el ser humano en camino!
Es tiempo de primavera florecida,

de liberación profunda y definitiva
de cadenas, amuletos y miedos,
de señores antiguos y nuevos,
para sentir y vivir la vida.

Florentino Ulibarri

Pascua de Resurrección

Pascua de Resurrección

Buscad las cosas de arriba

donde Jesús se ha sentado

tras vencer muerte y condena.

¿Dónde está, oh muerte amarga,

tu aguijón desesperado?

Venció el Señor a la muerte

para que no nos domine

la ansiedad o la tristeza.

Sabemos que, tras los días

de nuestra pequeña historia,

nos espera gloria y dicha

de triunfal resurrección.

¡Aleluya, aleluya!

¡El Señor resucitó!

P. José Luis Gago, o.p.