El reinado de Dios

El reinado de Dios

¡Humanidad! ¡Humanidad! despierta:
Abandona tu lecho endurecido:
¿En la noche del mal tanto has sufrido,
Que la voz de la dicha te halla muerta?

¿Aletargada aún tu vista incierta
No ve la luz del bien apetecido?
Levanta humanidad y presta oído,
Que la mano de Dios llama a tu puerta.

No fulgura en su diestra el rayo ardiente,
No viene, cual te mienten que solía,
A encender en su nombre guerra odiosa;

Trae de la paz la oliva refulgente;
Y el reinado feliz de la Armonía,
Su labio anuncia, Humanidad dichosa.

                   Fernando Garrido

La Resurrección (cántico)

“Aleluya, que Cristo triunfó ya de la muerte y de sus enemigos y de su padecer”.

La Resurrección (cántico)

Resucitó: con melodiosas voces
que el aire puebla de melifluo son,
dice la lira del cantor cristiano:
resucitó.

El que de espinas coronó la plebe
con mofa impía y sin igual rencor,
de luz orlado, Triunfador divino
resucitó.

Blando el trinar de la avecilla amante,
dando armoniosa su sonora voz,
cauta del alba a los sonrientes rayos:
resucitó.

Su dulce acorde la aromada brisa
festiva ensaya al despertar la flor,
y esencia y ecos, confundidos, dicen:
resucitó.

Cantad, oh mares, el que os dio armonía,
y ecos divinos y triunfal rumor,
el que en pañales os fajó de arena,
resucitó.

Tiende con pompa tu encendida veste
por las alturas del espacio ¡oh sol!
que ya el que un día te prendió en los cielos
resucitó.

Claras estrellas que alfombráis la altura,
lindar divino del hogar de Dios;
el que os ha hollado triunfador y fuerte
resucitó.

Cantad, oh vientos; desplegad las alas
tended el vuelo y escuchad mi voz;
decidle al mundo que el Señor de todo
resucitó.

El que en sus brazos a la aurora mece,
el que a la noche entretejió crespón,
el que dio al valle matizadas flores,
resucitó.

Ya jubilosa y redimida se alza
la raza triste que clamó al Señor;
y en himnos santos, entusiasta, dice:
resucitó.

Templos que ayer con enlutadas galas
inspirabais pavura al corazón,
vestid de flores; que el divino Atlante
resucitó.

No ya el doliente y misterioso trino
tus santos coros nos repitan hoy;
canten festivos con divinas voces:
resucitó.

Almas que ayer bajo su impuro yugo
gemir hizo el infernal dragón,
vencido habéis, porque el Cordero santo
resucitó.

Ceñid la Cruz de Inmaculadas flores
si hijas amantes de su gloria sois:
resucitad a la virtud, que el Fuerte
resucitó.

Resucitó: con acordadas voces
cantad su gloria y sus grandezas hoy,
y ebrias de gozo, repetid alegres:
¡resucitó!

                    Juan B. Pastor

Imagen ilustrativa: «La Resurrección», óleo del pintor danés Carl Heinrich Bloch .

Domingo de Resurrección: La vida nueva del hombre

Resurrección

La vida nueva del hombre

En este día glorioso de la Resurrección, Jesús marchó al Padre para redimirnos. Acaso no nos demos cuenta, o queremos olvidarnos, de la significación profunda que entraña este hecho histórico milagroso.
Aquel hueco sepulcral quedó vacío para llenarse de vida eterna. La Humanidad, y todos y cada uno de los hombres que la componen ganaban la posibilidad de la salvación. La figura maltrecha y escarnecida de un Dios se elevaba a los Cielos, nimbada de luz, de pureza, de éxtasis infinito para configurar una Vida Nueva en el hombre. Y repicaron en ese instante las campanas del mundo entero, y un grito de Aleluya se escuchó en todos los confines de la tierra, y un rayo inmenso de luz iluminó todos los corazones.
¡La Vida Nueva del hombre! Aquel Hijo del Carpintero que atravesó los caminos de Palestina, y conoció el odio, la persecución y la muerte en vilipendio levantaba en ese momento la gran bandera del perdón. Esa bandera que hemos visto enarbolada, con aire triunfal, en todo el Orbe, a través de veinte siglos. El viernes mismo la hemos presenciado en forma de Cruz a través de la pantalla, levantada por las manos del Vicario de Cristo, en el Coliseo de Roma. Las patéticas, pero serenas escenas del Vía Crucis pontifical, bajo la noche estrellada de la Ciudad Eterna, nos llenaban de emoción. Era un anciano, Representante de Jesús, quien levantaba su Cruz ante los Misterios, con sotana y solideo blancos, adorando y reverenciando al Salvador del Mundo. Su palabra quería ser firme y trocábase en angustiosa, oprimida por la dramática situación que impera en la faz de la tierra. Pero, inspirado por el Espíritu Santo, brotaba la oración del Papa con esa iluminada esperanza y esa entrañable caridad que lleva siempre en su corazón el gran Príncipe del Cristianismo.
De ese mismo manantial de fe hemos de participar todos los católicos. Manantial que se nos figura puro y cristalino en este glorioso día de la Resurrección del Señor. El corazón del cristiano ha de tornarse valiente, seguro, esperanzado en la gran conmemoración de la redención humana. Ha de mostrarse sin fisuras ni vaivenes, porque creer en Dios y, sobre todo, cumplir sus mandamientos es el supremo deber del buen cristiano. Quienes se postran de rodillas para luego desviarse de Jesús, en la vida o en el ejemplo, merecen, a juicio mío, mayor estima que quien se empeña en desconocerle o se niega a seguirlo.
¡Vida nueva del hombre! En este día glorioso de la Resurrección pensemos en ella, suprimiendo odios, buscando la cordialidad y la paz, alzando el espíritu sobre las miserias de nuestra existencia. Esa nueva vida que debe ser hechura e imitación de Cristo, amándonos con humildad, perdonándonos con sincero cariño, buscando horizontes de convivencia fraterna.
Por la faz de la tierra parece hoy pasar una ráfaga satánica de incontenido desamor. Miremos a lo alto y veamos esa gloriosa figura de un Dios hecho hombre que penetra en los Cielos para perdonarnos y bendecirnos. Si le volvemos la cara seremos reos de ingratitud. Si le seguimos con ojos de fe seremos auténticos hijos de Jesús.

Carlos Ramírez Suárez, «En la ruta de mis recuerdos» (1976)

Décimas de la Resurrección

Resurrexit

Décimas de la Resurrección

(Fragmento)

ET VALDE MANE UNA SABBATORUM VENIUNT
AD MONUMENTUM, ORTO JAM SOLE.
Marc. 16.

El día se está batiendo
con la noche en retirada;
la muerte va derrotada
y la vida, renaciendo;
el Limbo, resplandeciendo
con luces de redención.
Una azul renovación
sus latidos acelera,
y una nueva primavera
canta la Resurrección.

Súbito, un fulgor remoto
de la altura ha descendido.
Un rumor desconocido
la voz del silencio ha roto.
Huyen bajo el terremoto
los guardianes del Imperio.
Al resonar de un salterio
se abre el sepulcro… Entretanto,
afuera queda el espanto,
y adentro aguarda el misterio.

Con su provisión de aromas
avanzan las Tres Marías.
Se aclaran las lejanías
y se empurpuran las lomas.
Con un temblor de palomas
en la interrogante incierta
—¿quién les abrirá lo puerta?—,
va su dolor o raudales
empañando los cristales
de la mañana, ya abierta.

Abierto estaba la entrada,
y dentro el adolescente;
pero Jesús está ausente,
y el pavor les anonada.
Al ver su empresa frustrada
con más dolor sollozaron.
Las Tres Marías llegaron
apenas amanecido.
«Como el Sol había salido
por eso no Le encontraron.»

                   Emeterio Gutiérrez Albelo

Enlace recomendado: Homilía. Domingo de Resurrección (Dominicos – Orden de Predicadores)

Surrexit, non est hic

Bartolomé Esteban Murillo - Resurrección del Señor

Hoy el cielo y la tierra cantan ‘el nombre’ inefable y sublime del Crucificado resucitado. Él resucitó, también nosotros.

«Resucitó, no está aquí», anunció el ángel a las piadosas mujeres que, en las primeras horas del día con ánimo caritativo, se habían acercado al sepulcro de Cristo para ungir su cuerpo. En efecto, la feliz nueva ha tenido realidad milagrosa por decreto divino del Dios bueno y justo, perfecto y sabio. Y Cristo, Señor nuestro, el que vino al mundo a redimir al género humano, resucitó entre los muertos por virtud de su propio poder. Este es el día que hizo el Señor; gocémonos y alegrémonos en él. Prenda segura de nuestra esperanza y fundamento de nuestra fe, la resurrección es el triunfo de la vida sobre la muerte («Yo soy la resurrección y la vida. Quién vive y cree en mí, aunque muera, vivirá»). Pidamos a Jesús, como piadoso regalo de Pascua, que el espíritu de caridad fraterna invada nuestros corazones.

* “Sursum corda”, levantemos el corazón, fuera de la maraña de todas nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción, levantad vuestros corazones, vuestra interioridad… siempre debemos apartarnos de los caminos equivocados, en los que tan a menudo nos movemos con nuestro pensamiento y obras. Siempre tenemos que dirigirnos a Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Siempre hemos de ser “convertidos”, dirigir toda la vida a Dios. Y siempre tenemos que dejar que nuestro corazón sea sustraído de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y levantarlo interiormente hacia lo alto: en la verdad y el amor.

En esta hora damos gracias al Señor, porque en virtud de la fuerza de su palabra y de los santos Sacramentos nos indica el itinerario justo y atrae hacia lo alto nuestro corazón. Y lo pedimos así: Sí, Señor, haz que nos convirtamos en personas pascuales, hombres y mujeres de la luz, colmados del fuego de tu amor. Amén.

*Homilía de S.S. Benedicto XVI en la Vigilia Pascual 2008

smp lake church - Luisiana

Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo todos sus ejércitos.

Te bendecimos, Señor, a ti que eres nuestra luz, y te pedimos que este domingo que ahora comenzamos transcurra todo él consagrado a tu alabanza.

Tú que, por la resurrección de tu Hijo, quisiste iluminar el mundo, haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.

Tú que, por el Espíritu de la verdad, fortaleciste a los discípulos de tu Hijo, envía este mismo Espíritu a tu Iglesia, para que permanezca siempre fiel a ti.

Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.

Salmo 117: «Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo»

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Enlace recomendado: Homilía. Domingo de Resurrección (Dominicos – Orden de Predicadores)