Madre y Virgen
… Y la virgen sigue sola…
Un camino encharcado, una lluvia torrencial, viento, frío, tormenta… Una mujer camina por él. Está cubierta por un gran manto negro. Va descalza. Las zarzas y las hierbas del camino se abalanzan sobre sus pies como si quisieran besarlos, apartándose después para dejarla paso. Parece que no roza el suelo.
Su rostro apenas se ve; es como si la cubriese un velo, pero no, nada lo tapa. Anda despacio, muy despacio, y lleva las manos, unas manos largas delgadas y blancas, cruzadas sobre el pecho.
Esta mujer viene de ver morir a su hijo. Ha visto como le pegaban, azotaban, escupían: ha visto cómo lo mataban. Y no llora. Esta mujer es madre y es virgen. Es la Virgen, y va sola.
El pelo que se escapa del manto danza empujado por el viento, alrededor de su cabeza, y con sobrehumano poder deja de ser cabello para convertirse en corona, en corona de espinas. Los poros de la frente se van abriendo, abriendo, como si de capullos primaverales se tratara, y por ellos van penetrando las púas largas y afiladas que hacen brotar sangre, sangre roja, ardiente, enfurecida, que se deja resbalar dulcemente besando los negros cabellos y la piel pálida de esta mujer que no llora y qué va sola.
Su dolor es tan grande, que en espesa cortina se alza a los aires y, como vidrio celestial, cae sobre ella protegiéndola de la lluvia, del viento, de la tormenta…
Y no llora… y va sola…
Se acuerda de la Lanzada, y un lamento de muerte, formado en las entrañas de la tierra, sale al exterior e impulsado por fuerzas del más allá quiebra el cristal que la cubre, ciñéndose en torno a su garganta, a la cual oprime hasta cerrarla. En contra de él, un sollozo la abre y se escapa rasgando el manto de silencio que se ha formado en la noche.
El camino desciende, pero los pies de la virgen pisan el viento y subiendo por escalera de estrellas se pierde en una nube, que la acoge escondiéndola del mundo que siempre la deja sola.
Y aún está allí, esperando que alguien vaya a decirla:
—Mamá, llora, no dejes que tu dolor caiga en el gran abismo de tu corazón. Mamá, llora, que ahora… ya no estás sola.
Mayer (Diario de Las Palmas, 18 de marzo de 1964. Víspera de la Coronación de Nuestra Señora de la Portería).
* * *
Tríptico de Sonetos de la Coronación de Nuestra Señora de la Portería
I
La muy noble y leal ciudad mariana
Se congrega al amor de tu casona
Y el oro del fervor se hace corona
Para ceñir tu frente soberana.
La visión de la reina castellana
En la isla se encuentra y perfecciona
Y a través de los siglos lo pregona
La humilde portería franciscana.
De aquella franciscana portería
Nació la portentosa romería
Que lleva hasta tu altar honda plegaria
Y mira el rutilar de tu diadema
En donde brilla la encendida gema
Del corazón de la ciudad canaria.
II
VIRGEN de la ciudad, madre del llanto,
Arrebujada en luto y desconsuelo
Y en las manos la nieve del pañuelo,
Seguimos tu camino el Viernes Santo.
Junto a tu soledad, junto a tu manto
Que cobija el dolor de nuestro anhelo.
Va la ciudad llorando su desvelo,
Va la ciudad vertida en tu quebranto.
Cairasco —lyricen et vates— cante
En su esdrujúleo «Templo Militante»
La epifanía de tu sien ceñida
Por la regia corona que Las Palmas
Cinceló con el oro de sus almas
Para hacerte su reina dolorida.
III
¿VIRGEN de Soledad dice la gente,
Y estás siempre de amor acompañada?
¡Si es que Las Palmas siente, enamorada,
Que es de ti soledad estar ausente!
Juntos en soledad estás presente
Siendo luz invisible y voz callada
Que alumbra y grita, si la sombra errada
En soledad nos turba carne y frente.
Nuestra ciudad mariana y grancanaria,
En soledad contigo, solitaria
No está de tu materna compañía.
Juntos en soledad reza y espera
Que seas de otra Puerta compañera,
Nuestra Señora de la Portería.
Ignacio Quintana Marrero
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La Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería tuvo lugar en la Catedral de Santa Ana de Las Palmas de Gran Canaria el 19 de marzo de 1964, jueves de Pasión y festividad de San José.
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