A Pedro Arrupe

A PEDRO ARRUPE

No te mató el fusil ni la locura
de quien a sangre mata con la aurora,
ni tuviste el martirio con que llora
quien sufre ese terror de la tortura.

Tu cuerpo se apagó con la dulzura
de un velero de amor, como la prora
que entrega su crepúsculo a la hora
en que el Mar lo rodea de su hermosura.

Te mató tu verdad apasionada,
la luz con que avistabas el futuro
y el fuego que en Hiróshima es primicia,

te mató tu sonrisa enamorada
por liberar al hombre de lo oscuro
desde una fe que estalla en la justicia.

             Pedro Miguel Lamet, S.J.

* * *

Pedro Arrupe, S.J.: un jesuita universal

 

Satoko (María Isabel) Kitahara, el ángel de la ciudad de las hormigas

Satoko Kitahara

Venerable Sierva de Dios Satoko Kitahara (Foto: Ann Maria Clara/Wikimedia Commons)

Satoko Kitahara nace el 22 de agosto de 1929 en Tokio, en el seno de una familia aristocrática y de tradición sintoísta. Crecida en Japón antes de la guerra, inició los estudios universitarios al final de la misma en de una sociedad que atravesaba grandes cambios.
Casualmente conoce la religión cristiana y es enormemente influenciada por algunos religiosos; hace la catequesis y se bautiza a los 20 años con el nombre de Isabel, añadiendo el de María en la Confirmación. Por influencia de fr. Zeno Żebrowski (compañero de San Maximiliano Kolbe en Japón), que tras la guerra se consagra al servicio de los que no tenían para vivir, Isabel María dedicará cada vez más su vida a los necesitados, en particular a los niños de los traperos de la “Ciudad de las hormigas” (Arinomachi). Viviendo en medio de ellos y llevando la misma vida, se fue debilitando a causa de la tisis, hasta ofrecer su vida para que la ciudad se reconstruyera en un medio más sano; así murió, a los 28 años y 5 meses, el 23 de enero de 1958.
La historia de Isabel María ha conmovido a generaciones de cristianos de Japón y del mundo entero, demostrando la calidad de su conversión, que la llevó a compartir la vida con los últimos. Su historia ha dado origen en Japón a un musical que ha dado la vuelta al mundo.
Tras el consenso del Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos, obtenido el 12 de junio último, y el actual de los Cardenales y Obispos, falta sólo la aprobación del Papa Francisco para que Isabel sea declarada “Venerable”. Tras un eventual milagro por su intercesión podría ser declarada beata. Isabel María Satoko Kitahara es la primera Sierva de Dios japonesa de la que se ha reconocido la heroicidad de sus virtudes; hasta ahora, todos los demás beatos y santos, han sido reconocidos por mártires.

Kitahara “Venerable”
La tarde del 22 de enero de 2015, el Santo Padre Francisco, en la audiencia privada al Excmo Card. Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santo, autorizó a la misma la promulgación del decreto relativo a las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Isabel María Satoko Kitahara, seglar; nacida en Tokio (Japón) el 22 de agosto de 1929, y muerta allí el 23 de enero de 1958. Le espera, pues, el título de “Venerable”.

Fr. Angelo Paleri
Postulador general

Satoko Kitahara

“Junto con ese rosario, pongo en manos del Señor mi vida, esa vida que he recibido de Él en depósito″.

La sonrisa de Dios en la Ciudad de las Hormigas de Tokio (Vida de Isabel María Satoko Kitahara). Padre Ángel Peña, O.A.R.

Padre Pedro Arrupe, S.J.: un jesuita universal

Arrupe 2

Para el presente Amén, para el futuro ¡Aleluya!

Arrupe 1

Aquí vengo, Señor, para deciros desde lo más íntimo de mi corazón y con la mayor sinceridad y cariño de que soy capaz, que no hay nada en el mundo que me atraiga, sino Tú sólo, Jesús mío…Oh Señor, no me canso de repetiros: nada quiero sino amarte, nada deseo en este mundo sino a Ti.

Pedro Arrupe y Gondra (Bilbao, 14 de Noviembre de 1907 – †Roma, 5 de Febrero de 1991) fue un sacerdote jesuita español y Prepósito General de la Compañía entre 1965 y 1983. Su vida apostólica siempre fue seguida con interés por la opinión pública a nivel internacional, dada su personalidad destacada y talante progresista. Hombre de sólida formación humanística, en su juventud ya deja signos evidentes de ser un hombre de Dios para los demás, compaginando sus estudios con trabajos apostólicos con los más desfavorecidos. El Evangelio que predicaba el Padre Arrupe era su amor y cercanía con los pobres.

Con ocasión de un viaje al santuario mariano de Lourdes (Francia), asiste a más de una curación milagrosa que él mismo tiene ocasión de analizar desde su categoría de brillante estudiante de medicina, con premios extraordinarios en anatomía y terapéutica. Diría al respecto: «Sentí a Dios tan cerca en sus milagros, que me arrastró violentamente tras de sí. Yo lo vi tan cerca de los que sufren, de los que lloran, de los que naufragan en esta vida de desamparo, que se encendió en mí el deseo ardiente de imitarle«. El 25 de Enero de 1927 entra en la Compañía de Jesús; que ocupará, a a partir de entonces, el centro de su existencia intelectual y moral y a la que se dedicará en cuerpo y alma hasta el final de su vida. Tras realizar estudios en EE.UU es destinado a la misión de Japón, siendo testigo directo de la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima. En 1954 es nombrado superior de los jesuitas en Japón. Realizó numerosos viajes pronunciando conferencias sobre su experiencia de Hiroshima y procurando recabar fondos para la Iglesia del entonces empobrecido Japón. La explosión atómica de Hiroshima fue para él un signo extremo de la tragedia humana, y un presagio de la más que posible autodestrucción del hombre que se alaba o vanagloria a sí mismo. Algunos años más tarde afirmará:

No es la atómica la más terrible de las energías, hay otras más temibles aún. La desintegración atómica no sería de temer si no estuviese al servicio de la humanidad desintegrada por el odio

En 1965, 22 de Mayo, fue elegido Prepósito General de la Compañía de Jesús (XXVIII General de la Compañía de Jesús), cargo que le exigió afrontar los tiempos críticos de los años sesenta. Su mandato se caracterizó por una decidida renovación de la misión de los jesuitas en el mundo actual, a la que imprimió un profundo sentido social. Ello propició que el gobierno de Arrupe al frente de la Compañía fuera controvertido en su tiempo, aunque nunca se puso en duda su buena fe y gran altura espiritual. Muchos reconocían que era un santo y achacaban a sus consejeros algunas decisiones comprometidas. A veces esas críticas le alcanzaban, atribuyéndole demasiada transigencia con los rebeldes y blandura en el trato con los díscolos. La aplicación de las indicaciones del Concilio Vaticano II fueron polémicas por la oposición cerrada del sector más conservador. Arrupe, siempre llevado por su amor inquebrantable a la Iglesia, se propuso llevarlas a la práctica desde dentro y con una profunda dimensión. Sin duda, Pedro Arrupe ha sido un puente de creatividad y evangélica osadía entre Oriente y Occidente, entre la Iglesia del Concilio y el postconcilio (del que es considerado «profeta»). En el momento de su renuncia, ya afectado por una trombosis cerebral, confirmaba en una hermosa alocución su transparencia y buenas intenciones durante su misión:

Durante estos 18 años mi única ilusión ha sido servir al Señor y a su Iglesia con todo mi corazón. Desde el primer momento hasta el último. Doy gracias al Señor por los grandes progresos que he visto en la Compañía. Ciertamente, también habrá habido deficiencias – las mías en primer lugar – pero el hecho es que ha habido grandes progresos en la conversión personal, en el apostolado, en la atención a los pobres, a los refugiados. Mención especial merece la actitud de lealtad y de filial obediencia mostrada hacia la Iglesia y el Santo Padre, particularmente en estos últimos años. Por todo ello, sean dadas gracias al Señor.

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Háblame muy frecuentemente en el fondo del alma y exígeme mucho, que te juro por tu Corazón hacer siempre lo que Tú deseas, por mínimo o costoso que sea.

El Padre Arrupe llevaba muy dentro una dedicación absoluta al Corazón de Cristo, caudal inagotable de fuerza sobrenatural. Su fe en Dios era tan recia, tan convincente que se transparentaba en toda su persona (Fernando Gª Gutiérrez, S.J.):

No hay nada más práctico que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse profundamente
y sin mirar atrás.
Aquello de lo que te enamores,
lo que arrebate tu imaginación, afectará todo.
Determinará lo que te haga
levantar por la mañana,
lo que harás con tus atardeceres,
cómo pases tus fines de semana,
lo que leas, a quién conozcas,
lo que te rompa el corazón…
y lo que te llene de asombro
con alegría y agradecimiento.
Enamórate, permanece enamorado
y esto lo decidirá todo.

Pedro Arrupe, S.J.

arrupe

Tomad Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.

Unos días antes a su fallecimiento, ya gravemente enfermo, le visita Juan Pablo II para reconfortarlo. También en su lecho convaleciente recibió la visita de Teresa de Calcuta. Finalmente, el Padre Arrupe, el 5 de febrero de 1991 (día en que se celebra en Japón la fiesta litúrgica de los Santos Mártires de Nagasaki), entregó su alma a Dios en la casa generalicia de los jesuitas en Roma. Sus últimas palabras fueron: «Por el presente Amén y por el futuro Aleluya». Hoy, precisamente, se cumple el 25 aniversario de su fallecimiento.

Pedro Arrupe

Enlaces recomendados:

«Pedro Arrupe, un Jesuita Universal», por Quirino Weber, S.J.: Aquí

Blog de Pedro Miguel Lamet: pedrolamet.com/Arrupe

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La Curia General de la Compañía de Jesús (Societas Jesu, S.J., o Jesuitas), está analizando la posibilidad de  solicitar la beatificación del Padre Pedro Arrupe, que murió en Roma el 5 de febrero de 1991. Para ello la Compañía ha pedido el envío de testimonios que ayuden a determinar si el Padre Arrupe posee “una verdadera reputación de santidad vivida en una parte importante del pueblo de Dios” con el fin de justificar la introducción de la solicitud para la apertura de un proceso de beatificación.

El doctor Takashi Nagai y Midori

reliquias

Lo que edifica la paz no son los congresos y simposios, sino la fuerza de un amor sencillo y sincero

Takashi Nagai fue un médico radiólogo japonés, converso al catolicismo, que sobrevivió a la bomba atómica lanzada sobre la ciudad de Nagasaki. Desde aquel terrible acontecimiento, Nagai pasó el resto de su extraordinaria vida sanando física y espiritualmente a una población destrozada por la guerra, convirtiéndose en un héroe de la era atómica:

Takashi Nagai nació en una familia sintoísta en 1908, en Izumo, cerca de Hiroshima. En 1928, ingresó a la Facultad de Medicina de Nagasaki donde ya comienza a trazar su búsqueda espiritual. Un día, en 1930, llegó un telegrama de su padre: «¡Ven a casa!, tan rápido como sea posible». Cuando llegó, se sorprendió al enterarse de que su madre había sufrido un derrame cerebral y ya no era capaz de hablar. Sentado al lado de su cama, leyó en sus ojos un último adiós. Esta experiencia de la muerte cambió su vida: «Con esta última mirada penetrante, mi madre demolió el marco ideológico que yo había construido. Esta mujer que me había traído al mundo y educado, esta mujer que nunca se había dado un momento de descanso de su amor por mí, me habló muy claramente en los últimos momentos de su vida. Su mirada me dijo que el espíritu humano continúa viviendo después de la muerte. Todo esto vino como una intuición, una intuición que sabía la verdad».

A finales de 1931 es acogido providencialmente por la familia Moriyama, descendientes de una antiguo linaje de cristianos japoneses, y tiene la oportunidad de conocer a su joven hija, llamada Midori Moriyama, con la que descubre casi con desesperación los desórdenes de su vida. Toma una decisión y pide el bautismo, que recibe en junio de 1934, con el nombre de Pablo, en recuerdo de San Pablo Miki, mártir japonés crucificado en Nagasaki en 1597. Dos meses después se casa con Midori. El doctor Takashi Nagai, médico de Nagasaki, y su esposa formaron un matrimonio ejemplar: se amaban entrañablemente, daban cristiana educación a sus hijos, y sobre todo, tenían una firme devoción a la Santísima Virgen y al rezo del Rosario.

El 9 de agosto de 1945, a las 11:02 am, una bomba atómica explotó justo en Urakami, distrito del norte de Nagasaki habitado en su mayoría por católicos. En su guerra contra Japón, los líderes de los Estados Unidos han recurrido a una terrible arma: la nueva bomba atómica. Una primera bomba había sido lanzada en Hiroshima -el 6 de agosto-, y ​​una segunda devastó Nagasaki:

el rosario de MidoriDe la casa no se veía sino un montón de cenizas. No tardé en descubrir algunos restos  todavía calientes, completamente calcinados: era todo lo que me quedaba de Midori…pero muy  cerquita brillaba la cadena de su rosario y su crucecita -el regalo de la virgen, como él la llamaba-

Tras la experiencia sufrida en la guerra Takashi Nagai vivió sus últimos años dedicado a la oración y al cuidado altruista de enfermos. Además, escribe sobre su desarrollo profesional y de su excepcional experiencia de vida, convirtiéndose al mismo tiempo en un instrumento práctico para cicatrizar heridas individuales y colectivas. Sus escritos, traducidos a varias lenguas, han conmovido a personas de todo el mundo: son los pensamientos de un hombre humilde y de paz que transformó su vida en ayuda al prójimo. En 1949, y ya gravemente enfermo por las radiaciones de la bomba atómica, recibe otro nuevo regalo de la Virgen. Su Santidad Pío XII le envió como regalo personal, por medio del cardenal Gilroy, una preciosa imagen de la Virgen de Lourdes bendecida expresamente por el Papa para él.

Y, por fin, dos años después, recibió el gran regalo de la Virgen: al empezar el mes de María, el 1 de Mayo de 1951, moría santamente -esbozando una tenue sonrisa- este hombre de ciencia, caritativo para con el prójimo y apóstol de la Virgen. Takashi Nagai sería enterrado junto a Midori, su amada esposa. Para la tumba de ésta, él había elegido como epitafio: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38); para la suya: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer (Lc 17, 10)

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Su símbolo sería unas manos juntas para orar y entre ellas el rosario

Oración a Takashi Nagai (sólo para devoción privada)

Amado Dios, que llamaste a tu hijo Takashi Nagai
A difundir su experiencia de vida como:
Estudiante, científico, sanador, esposo,
Padre, soldado, buscador de la verdad,
Héroe, sobreviviente y creyente católico;
Que como el nuevo Job de nuestros tiempos nos enseña:
A mantener el corazón sereno en los momentos difíciles,
A valorar lo pequeño y el sentido del trabajo,
A no mostrar resentimientos hacia nadie,
A no maldecir a Dios cuando llegan las tragedias,
A tener fe en el Padre eterno y amor al prójimo;
Te pido humildemente que pongas tu mirada bendita en Japón,
Dignándote en glorificar a nuestro hermano Takashi Nagai
Y, confiando en que lo escuchas amorosamente
Te suplico me concedas el favor
Que encomiendo a su oración…
(Formule su petición)
Dios mío, así como guiaste a nuestro venerable Takashi
A devolver la esperanza de una nación,
Te pedimos que nos ayudes a devolver
La esperanza a quien necesita de tu Santo Amor
Logrando la Reconciliación y la paz en el mundo entero.

Amen.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

(La presente oración no tiene como finalidad el culto público. Ha sido tomada de: luchopm.blogspot.com)

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Nagai con sus hijos

Artículo relacionado: Takashi Nagai, el santo de la bomba atómica

Festividad de San Pablo Miki y compañeros mártires de Japón

San Pablo Miki

En la iconografía habitual de San Pablo Miki se le representa con facciones orientales y siendo martirizado en la cruz con dos lanzas cruzadas.

Fray Martín siempre aspiró a realizar vocación misionera en países alejados. Con frecuencia lo oyeron hablar de Filipinas, China y especialmente de Japón del cual manifestó conocer, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos para así aumentar aquella magnífica cristiandad:

El Japón tuvo como primer misionero al jesuíta San Francisco Javier; llegó allí el día de la Asunción de 1549. Un siglo después los cristianos japoneses se acercaban al millón. Pero el Japón tuvo una prueba terrible, tal vez una de las persecuciones más violentas que ha sufrido la Iglesia Católica durante su existencia: la mayor parte de aquellos fervorosos cristianos murieron mártires de la fe. San Pablo Miki representa a los innumerables mártires de Japón y uno de los protomártires de aquel país. Hijo de un samurai de alto rango fue bautizado todavía niño, aprendiendo la fe cristiana desde muy joven. Su fidelidad a Cristo Jesús lo llevó a a ingresar en la Compañía de Jesús donde emprendió una gran obra evangelizadora, buscando la conversión de sus compatriotas. Por ello, espera la muerte de Cristo en cruz. Canonizado en 1862 junto a 25 compañeros mártires por Pío IX, su fiesta litúrgica se celebra el 5 de Febrero —día de su martirio— en Japón; el 6 de Febrero en la iglesia Occidental por coincidir con la festividad de Santa Águeda. Su culto está extendido en Japón y en particular en Nagasaki, donde se encuentra un santuario en honor a todos ellos.

San Pablo Miki

Morir por la fe es mi gloria y alegría

Los 26 cristianos (entre ellos jesuitas, franciscanos españoles y laicos) fueron llevados a pie a Nagasaki y crucificados en un lugar que será denominado «Colina de los mártires». Pablo Miki predicó el perdón para los represores de la fe, pidiendo también a sus compañeros a rezar por los torturadores. Las últimas palabras de Pablo, dichas en latín y recogidas por los cristianos y los jesuitas, son: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu» («In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum»)

Oración

Oh Dios, fortaleza de todos los santos, que has llamado a San Pablo Miki y a sus compañeros a la vida eterna por medio de la cruz, concédenos, por su intercesión, mantener con vigor, hasta la muerte, la fe que profesamos.

—Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Martirio de Pablo Miki y compañeros

No creerá ninguno de vosotros que me voy a apartar de la verdad. Os aseguro que no hay más camino de salvación que el de los cristianos. Y como el cristianismo me enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que reciban el Bautismo.

San Pablo Miki  

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Martirio de Pablo Miki

La colina de los mártires, Nagasaki (por Diego R. Yuki, S.J.)

San Pablo Miki y el martirio de Nagasaki