¡Si la estrella de nuevo señalara el camino!

¡Si la estrella de nuevo señalara el camino!

¡Si la estrella de nuevo
señalara el camino!
Porque tú siempre naces,
pero ya no te anhelan
los pequeños del mundo
ni te buscan los sabios.
Cierran todos sus puertas;
sólo tienen los ojos
en el pan que sus manos
doloridas amasan
o en el arma que aguzan.
Temen ver a lo lejos
resplandores de hoguera.
Espantados, escuchan
el rumor de un galope
cada vez más cercano.
Pero si alguien hiciera
la pregunta olvidada
levantando los ojos
a buscar en el cielo
nuevamente la estrella,
¿brillaría en la noche?…
Porque tú siempre naces…

Enrique Díez-Canedo

La trae una paloma

La trae una paloma

Corazón, melifica en ti el ácimo
fruto del mundo, y de dolor llagado,
aprende a ser humilde en el racimo
que es de los pies en el lagar pisado.

Por tu gracia de lágrimas el limo
de mi forma será vaso sagrado,
verbo de luz la cárcel donde gimo
con la sierpe del tiempo encadenado.

¡Alma lisiada, negra, arrepentida,
arde como el zarzal ardió en la cumbre!
¡Espina del dolor, rasga mi vida

en una herida de encendida lumbre!
¡Dolor, eres la clara amanecida,
y pan sacramental es tu acedumbre!

Ramón del Valle-Inclán

Regálame tu sonrisa

Regálame tu sonrisa

Madre, regálame tu sonrisa…
Que en ella vea el corazón de Dios
que corre hasta abrazarme a toda prisa.
Que en ella entienda que es Dios siempre mayor
a todo lo que es y será en mí, solo ceniza.
Que en ella sienta el perdonar de Dios,
a todo lo que ya le confesé, pero aún me martiriza.
Que en ella obtenga el sonreír de Dios
que inunde mis durezas del humor que las suaviza.
Que en ella aprenda la bondad de Dios,
que me vuelve bien por mal y disuelve mi malicia.
Que en ella vuelva mi “gracias” a Dios,
porque siempre en su amor me primeriza.
Que en ella lea que es gloria de Dios,
que mi alma tenga: vida, y mi rostro: una sonrisa.

Javier Albisu, S.J.

Hiere la miseria de mi corazón

Hiere la miseria de mi corazón

Mi oración, Dios mío, es ésta:
Hiere, hiere la raíz de la miseria de mi
corazón.
Dame fuerza para llevar
ligero mis alegrías y mis pesares.
Dame fuerza para que mi amor dé
frutos útiles.
Dame fuerza para no renegar nunca
del pobre,
ni doblar la rodilla al poder del insolente.
Dame fuerza para levantar mi pensamiento
sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin, fuerza para rendir mi
fuerza, enamorada, a tu voluntad.

Rabindranath Tagore