Dios

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Dios

El hombre tierno y cruel, el mirlo músico,
el agua abierta en sus magnolias frescas,
la tierra henchida de metales útiles,
el trompo zumbador de las abejas;
de aquí, a lo alto de la espesa esfera,
el gemido hacia Ti, rezo implorante;
en las celestes horas, risas jóvenes;
en selva y mar los peces y elefantes
que hace tu voluntad de obrero insigne;
el musgo, fiel gamuza de los ángeles;
la rosa elemental que se persigue
para el amor y el verso alucinante;
la belleza y el bien que no se miden,
el carbón superado en los diamantes,
el fuego alado y el alado aire,
todo está en Ti, todo eres Tú, Tú eres,
¡oh Padre universal, extenso Padre!
Por mi perfecta célula y el alma
que a Ti elevo en jornadas de alabanza,
por la piedra que calla,
por el río que canta,
gracias, Señor, mi Dios, tan necesario
que hasta el monstruo te ama.

Juana de Ibarbourou

Green

Green

Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
no quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
tus ojos regocije mi dádiva sencilla.
En el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
las auras matinales cubrieron de rocío;
como en la paz de un sueño se deslice a tu lado
el fugitivo instante que reposar ansío.
Cuando en mis sienes calme la divina tormenta,
reclinaré, jugando con tus bucles espesos,
sobre tu núbil seno mi frente soñolienta,
sonora con el ritmo de tus últimos besos.

Paul Verlaine

Como un ánfora de barro

Como un ánfora de barro

Como un ánfora de barro mi corazón se llena
cada día de Ti. Cada día que pasa
más y más Tú te adueñas de mi frágil vasija
dándome desde adentro tu luminosa altura.
Mi voz tan quebradiza atalaya las tuyas.
Estoy marcado en medio del alma por tus manos,
Alfarero tan íntimo, arcilla de los arroyos
que me salpican siempre melodiosos cantares.
¡Qué frágil es mi barro para que Tú lo mires!
Qué fuerte tu ternura para que no me raje.
Cómo sabes amarme sin que yo me haga añicos.
Sólo Tú me has cocido para tenerte dentro.
Señor, hasta los bordes de mi arcilla pequeña
lléname cada aurora de tu luz infinita.
Que no quede ni un hueco de mí mismo jamás
para otra sed distinta de la tuya, Dios mío.

Valentín Arteaga

El nombre olvidado

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El nombre olvidado

Tú eres en mí como un nombre olvidado.
Conozco ese nombre perfectamente
y, sin embargo, lo olvido siempre.
Hurgo en mi memoria buscándolo,
porque me atormenta,
y a veces aflora, pero de pronto
vuelve a sumirse donde no puedo alcanzarlo.
Entonces me siento muy triste,
sin saber adonde volverme.
Tiendo trampas en las que atrapar
a la rebelde palabra.

A veces la tengo en la punta de la lengua,
y creo que voy a dar con ella…
pero se niega a emerger.
Sin embargo, conozco tan bien ese nombre
que estoy seguro de que lo he de reconocer
en cuanto lo escuche.

Pues nada conozco tan bien como a Ti,
aunque te obstines en eludirme.
Yo ya te he conocido,
yo ya he vivido de Ti,
y estás inscrito en lo más hondo de mi ser.
Pero te he perdido,
olvidado,
descuidado,
rechazado tantas veces…

Cien veces has emergido en mi vida
sin que yo te prestara atención.
Pero has dejado en mí una huella indeleble.

Si aún sigo buscando tu nombre,
es porque despierta en mí
mi aspiración más esencial.
Pero, en cuanto creo tenerte,
ya te he perdido…

Louis Évely, Cada día es un alba.