Foto: Pixabay
Dios
El hombre tierno y cruel, el mirlo músico,
el agua abierta en sus magnolias frescas,
la tierra henchida de metales útiles,
el trompo zumbador de las abejas;
de aquí, a lo alto de la espesa esfera,
el gemido hacia Ti, rezo implorante;
en las celestes horas, risas jóvenes;
en selva y mar los peces y elefantes
que hace tu voluntad de obrero insigne;
el musgo, fiel gamuza de los ángeles;
la rosa elemental que se persigue
para el amor y el verso alucinante;
la belleza y el bien que no se miden,
el carbón superado en los diamantes,
el fuego alado y el alado aire,
todo está en Ti, todo eres Tú, Tú eres,
¡oh Padre universal, extenso Padre!
Por mi perfecta célula y el alma
que a Ti elevo en jornadas de alabanza,
por la piedra que calla,
por el río que canta,
gracias, Señor, mi Dios, tan necesario
que hasta el monstruo te ama.
Juana de Ibarbourou
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