Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, 150 aniversario de su fallecimiento

Santa María Micaela del Santísimo Sacramento

Retrato de Santa María Micaela por Luis Madrazo, poco antes del fallecimiento de la «santa de la eucaristía». El cuadro se conserva en la casa de la Congregación por ella fundada de Madrid.

Micaela Desmaisières y López de Dicastillo, Vizcondesa de Jorbalán, e hija de los Condes de la Vega del Pozo y marqueses de los Llanos de Alguazas, nació en Madrid el 1 de enero de 1809. De sus padres hereda un carácter noble y solícito con los necesitados, fruto todo ello de una educación exquisita y piadosa. La muerte de su madre (año 1841) supuso un duro golpe para Micaela; entregándose a sí misma —de manera incondicional— al amor filial de Nuestra Señora: “escogí a la Santísima Virgen el mismo día, para que la remplazara y la hice una entrega formal de todo mi ser”.

Desde joven destacó por su fuerte compromiso con los más pobres y su gran amor a la eucaristía, una especial devoción personal ante la que pasaba largas horas de adoración. Algunos años más tarde conoce de manera providencial al que será su director espiritual, el jesuita P. Carasa, quien le da el impulso definitivo a los anhelos de su corazón. Fallecido éste, sería el Padre Antonio María Claret —declarado posteriormente santo— quien se hace cargo de la dirección espiritual de Santa Micaela.

Conocida y reveladora es una visita que realizó María Micalea al hospital San Juan de Dios de Madrid, donde se encontraban mujeres marginadas que caían enfermas. La santa afirmó que aquella visita le abrió definitivamente los ojos ante un mundo hasta ese momento desconocido: “allí sufren el olfato, la vista, el tacto, los oídos… todos los sentidos tienen ocasión de padecer”. Es aquí cuando pensó que era necesario ayudar a esas pobres gentes. Pero a pesar de sus nobles intenciones no encontró el apoyo que esperaba. Todo lo contrario. El camino no resultó fácil, pues la sociedad de aquella época estaba llena de estereotipos y prejuicios; llegando a vivir episodios muy amargos, de incomprensión verdadera, de calumnias e ingratitudes. Posteriormente, en algún momento crucial, la deslealtad por parte de algunas de sus compañeras de la congregación que ella misma fundara le causaría un enorme dolor en el alma.

Pero a pesar de las adversidades, Micaela supo luchar y supo vencer por su amor —siempre desbordante— a Jesús Sacramentado («Poco me interesa lo que las gentes están diciendo de mí. Mi juez es Dios»). El 15 de junio de 1860 emitió sus votos perpetuos.

“El día de Pentecostés sentí una luz interior y comprendí que era Dios tan grande, tan poderoso, tan bueno, tan amante, tan misericordioso, que resolví no servir más que a un Señor que todo lo reúne para llenar mi corazón. Yo no puedo querer más que lo que quieras de mí, Dios mío, para tu mayor gloria.

No deseo nada, ni me siento apegada más que a Jesús sacramentado. Pensar que el Señor se quedó con nosotros me infunde un deseo de no separarme de él en la vida, si ser pudiera, y que todos le viesen y amen. Seamos locos de amor divino, y no hay qué temer.

Yo no sé que haya en el mundo mayor dicha que servir a Dios y ser su esclava, pero servirle amando las cruces como él hizo, y lo demás es nada, llevado por su amor.

Dichosos nuestros pecados, que dan a un Dios motivo para que ejerza tanta virtud, como resalta en Dios con el pecador. Éste es tanto más desgraciado cuanto no conoce el valor tan grande de esta alma suya por la que el Señor derramó toda su sangre. ¿Y dudaremos nosotros arrostrar todos los trabajos del mundo por imitar en esto a Jesucristo? ¿Y se nos hará penoso y cuesta arriba dar la vida, crédito, fortuna y cuanto poseemos sobre la tierra, por salvar una que tanto le costó al Señor, toda su sangre sacratísima y divina?

Yo sé que ni el viaje, ni el frío, ni el mal camino, lluvias, jaquecas, gastos, todo, me parece nada si se salva una, sí, una. Por un pecado que lleguemos a evitar, somos felices y le amaremos en pago”.

De los Pensamientos de Santa María Micaela del Santísimo Sacramento

Santa María Micaela fue fundadora del Instituto de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, una congregación entregada a la ayuda de mujeres abandonadas a su suerte (por lo general ligadas a la prostitución), a promover el respeto por la persona y su dignidad, al amor fraterno y a la adoración al Santísimo Sacramento. Las constituciones de la misma fueron aprobadas por la Santa Sede en septiembre de 1861. Asimismo, la «Madre Sacramento» nos ha dejado algunas epístolas que nos permiten conocer su espiritualidad y obra. Estas cartas fueron felizmente recopiladas y posteriormente seleccionadas por el P. Constancio Eguía bajo el título «Cartas Espirituales» (Editorial Apostolado de la Prensa, 1945).

Ejemplo de amor a la Eucaristía y de entrega a los necesitados y enfermos, la caridad y ternura de su corazón procuraba remediar las situaciones de miseria social más apremiantes con las que se iba encontrando. También era devotísima de la Virgen (en especial a la advocación de Nuestra Señora del Pilar), a quien acudía para prepararse a comulgar y a la que se encomendaba en momentos difíciles. Confesora espiritual de Isabel II, de quien era amiga, la ayudó a preservar su fe en una vida de cierto desorden.

María Micaela, apóstol de la caridad, murió el 24 de agosto de 1865 -hoy se cumplen 150 años- contagiada de cólera por los enfermos a los que ella misma amorosamente atendía. Fue beatificada el 7 de junio de 1927 por Pío XI, y canonizada por el mismo pontífice el 4 de marzo de 1934. Sus restos descansan en la Capilla de las Adoratrices de la ciudad de Valencia. Su fiesta religiosa se venía celebrando tradicionalmente el 24 de agosto, trasladándose al 15 de junio por ser el día en que hizo los votos perpetuos.

En la actualidad, las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad es una Congregación religiosa integrada por más de 1000 hermanas y extendida, a través de casas de acogida a mujeres, colegios y distintos proyectos sociales, en 23 países de Europa, América, Asia y África. Sin duda, una vida y obra sobresaliente, de fruto imperecedero, que inmortaliza a esta gran «Apasionada del Sacramento y de la Caridad».

Santa María Micaela

Oración

Madre Sacramento:
Tú fuiste la sonrisa del Sagrario;
Te pedimos
que se nos pegue la locura por la Eucaristía
que nos morimos de cuerdos.
Jesús en la Eucaristía era tu pasión dominante,
tu delirio y tu locura.
Tú supiste ver en el sagrario
como se derramaba la gracia del Señor sobre la tierra.

Toda tu vida y las de tus hermanas
Estuvo centrada en la mesa de la Palabra
Y el pan de la vida
En la Eucaristía encontraste
El anuncio más conmovedor de un Amor
que se da como alimento
y de una transformación del mundo
que puede realizarse verdaderamente.

Tú creíste firmemente en las palabras de Jesús,
compartiste plenamente su mandato
y te dejaste implicar
en el espléndido proyecto de salvación
que el Señor Jesús inauguró en la historia.

Tu vida nos vuelve a presentar
el testimonio de fe en la presencia del Hijo de Dios
en la vida de la Iglesia, centrada en la Eucaristía.
Fascinada por el misterio eucarístico,
consagraste toda tu vida transfigurándola
en un acto de adoración.

Concédenos mirar el rostro de Cristo,
para que, iluminados por la luz del Resucitado,
los bautizados podamos contemplar
el mundo y la historia de sus pueblos
con ojos pascuales,
reflejando el gozo de ser discípulos de Cristo,
camino, verdad y vida.

Es hora, por tanto, de volver a la escuela de Cristo,
para aprender de él la lección de una vida buena y feliz,
también en esta tierra.
Tú eres nuestro modelo.
Amen.

* * *

María Micaela del Santísimo Sacramento, por el P. Ángel Peña, O.A.R (pdf)

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