El Santísimo Rosario como práctica en honor de la Virgen Madre de Dios siempre llega al Trono de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
San Martín de Porres tuvo varias devociones: sentía un amor infinito por Cristo Crucificado, y sobre todo creía en el Santísimo Sacramento y en la Virgen María, en especial la Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica. San Martín confió sus inquietudes y afanes a la virgen del Rosario; además, vivió y transmitió el Rosario como herencia y compromiso.
El Rosario, devoción siempre antigua y siempre nueva, con su rezo se ve nacer a Cristo, y se le ve padecer, y se le ve morir y resucitar; allí se contempla la pureza virginal de su Madre, sus angustias y resignación en el Calvario, su muerte dichosa y su coronación en los cielos (Sardá)
¡Oh Santísima Virgen, Madre de Dios, dulce refugio y consuelo piadoso de todos los afligidos! Por aquella confianza y autoridad de Madre con que podéis presentar nuestros ruegos al que es árbitro soberano de nuestro bien empeñad una y otra en favor nuestro. Conseguidnos el reformar con el Santo Rosario nuestras vidas, estudiando en tan dulce libro la fiel imitación de vuestro Hijo Jesús, hasta que podamos adorarlo y amarlo por todos los siglos de los siglos. Amén.
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