Entrar en el silencio

Entrar en el silencio

Entrar en el silencio, oscurecerse
y anochecer de tanta luz que ciega,
de tanto estruendo como nos aturde.
Bañar en noche el cuerpo fatigado…
Hundirse en el silencio rumoroso,
braceando en un pando mar de calma,
y curar tanta herida que llevamos
sangrando del bla-bla que a troche y moche
nos tunde todo el día y nos atonta,
sin poder atender a la voz íntima
en que nos habla Dios. Porque Dios habla
por boca de la brisa que remueve
los millares de lenguas de cada árbol.
Dios habla en el rumor de la fontana
que brota en el recodo de la cuesta.

Bartolomé Mostaza