Una historia de San Martín de Porres en Gran Canaria

Una historia de San Martín de Porres en Gran Canaria

smp amigo de los niñosConozco a Fray Martín de Porres, desde muy pequeñita, a través de mi madre que siempre me ha hablado de él y me ha contado muchas cosas de su vida y de sus milagros que han sido y siguen siendo muchos. Mi madre lo conoció cuando estudiaba en el colegio de las dominicas, y su devoción fue creciendo cada día más. Así me lo transmitió, y desde siempre para mí ha sido también muy importante la figura de San Martín. La verdad es que le tengo presente, pero, particularmente en momentos de apuro, me encomiendo a él y me ayuda.

Uno de estos favores alcanzados por su intercesión es el que voy a compartir con los AMIGOS de FRAY MARTÍN. Se trata de mi hijo C. Martín; lo de “Martín” se trata evidentemente en honor a nuestro santo. Hoy tiene ya cuatro años de edad. Al nacer tuvo problemas de luxación de cadera y de tortícolis a causa de la postura que adoptó cuando estaba en la cavidad uterina. El problema de la luxación se corrigió con un aparatito que le inmovilizaba las piernas y las caderas, fue cuestión de meses. Pero el problema de la tortícolis fue más serio: el niño no conseguía mover el cuello, siempre estaba del mismo lado. En las primeras visitas al pediatra fue candidato a paciente de la consulta de rehabilitación del Hospital Materno infantil de Gran Canaria.

En su caso fue una doctora la encargada de tratar el problema y decidió hacer, en principio, cincuenta sesiones de rehabilitación. Acudimos a un centro concertado que estaba más cerca de nuestra casa que el hospital. Lo que en principio habían sido cincuenta sesiones de estiramiento del músculo esternocleidomastoideo, se convirtieron en muchas más. Estuvimos más de un año acudiendo al Centro de Rehabilitación, día tras día. Aún así, cuando acudíamos a la doctora en el Hospital las noticias no eran muy buenas; todas las pruebas complementarias que se le hacían, como rayos X, resonancias magnéticas, etc., no mostraban signos de curación al cien por cien. Entonces empezaron a hablarnos de una operación; si al cumplir el año no se había corregido el problema.  El año ya se había cumplido. No obstante, la doctora, al ver que sí había mejoría, aunque no la suficiente, le dio tres meses más de rehabilitación, y luego…otros tres.

Súplica a SMPLe pedí encarecidamente a San Martín de Porres que ayudara a mi hijo. Cuando hicimos una nueva visita a la doctora comenzó a descartar la operación. Las siguientes pruebas empezaron a arrojar resultados más positivos para el niño: los estiramientos del músculo eran menos dolorosos.

Hoy seguimos llevándole a sus revisiones, pero, por intercesión de San Martín se solucionó el problema de la cirugía. El niño quiere mucho a San Martín, tiene varias reliquias y le gusta mucho una pequeña imagen del santo que tiene en su habitación, le da besitos y le pide que le ayude a ser un buen niño. En una ocasión, fuimos desde Gran Canaria a Palencia, a la iglesia de San Pablo de los padres dominicos. Ahí conocimos a Fray Daniel que nos acompañó a la iglesia donde está Martincito; le dimos las gracias por nuestro niño y por muchas más cosas que nos concede. El niño está muy contento con una imagen de Fray Martín que le regaló Fray Daniel y que, desde ese día, conserva en su habitación.

María I. Déniz (Gran Canaria)

Artículo publicado en la revista “Amigos de Fray Martín” (nº 479), en Octubre de 2007

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San Martín de Porres, amigo de los niños

Juancho y el santo mulato

Juan Vázquez de Parra, cariñosamente llamado Juancho, era un muchacho español que trabajó con Martín en sus obras de caridad durante varios años; confidente de Fray Martín, fue testigo de su bondad incansable, de su penitencia, su ángel de caridad y alter ego del santo para muchos menesteres. Para Fray Martín era como un hijo al que siempre inculcó a amar a Dios sobre todas las cosas.

juancho

Desde aquel instante, Juan Vázquez de la Parra se vería envuelto por el torbellino glorioso de la santidad, ya que fray Martín, compadecido de él, lo instaló en su propia celda con el deseo de ocupar el puesto del padre difunto.

Es curioso, y poco conocido de los que no ahondaron en la vida del santo, este desfile del paternal amor que le uniría hasta más allá de la muerte con el muchacho jerezano al que quiso como a un hijo y al que siempre llamó Juancho.

Juancho, aturdido, deslumbrado fue testigo de los más grandes prodigios. Los resplandores celestiales que iluminaban la celda, las curaciones milagrosas, las siembras crecidas en poco días y las fuerzas de la Naturaleza desatadas en los seísmos y obedientes a la voz de fray Martín, fueron, entre otros muchos sucesos sobrenaturales, motivo de su asombro…

Artículo publicado en el periódico ABC el 29 de Mayo de 1968, “Juancho y el Santo Mulato”. Click aquí para leerlo completo (si deseas leer el texto con una mejor resolución o conservarlo pica a continuación en “Descargar esta página en PDF”)

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*El presente enlace ha sido eliminado por la próxima entrada en vigor, el 1 de enero de 2015, de la Ley 21/2014, de 4 de noviembre, sobre la Ley de Propiedad Intelectual. Dicho enlace -a la hemeroteca del propio periódico- tenía como única finalidad ser un material de lectura sobre la vida de San Martín de Porres. Precisamente por ello, su objeto era exclusivamente un fin religioso o devocional, educativo o de investigación.

Historia de San Martín de Porres en El Frontón (Moya, Gran Canaria)

El Frontón_Moya (Gran Canaria)

Imagen de San Martín de Porres en el Frontón, Villa de Moya (Gran Canaria)

A continuación una historia, de esfuerzo colectivo y buena vencidad, contada por una vecina de un barrio devoto de San Martín de Porres. En este lugar se encuentra además la parroquia de San Martín de Porres, creada el 13 de diciembre de 1990. Celebran sus fiestas, en honor a nuestro santo, durante el primer fin de semana del mes de septiembre. Precisamente hoy domingo es el día principal de las mismas:

«Esta es la historia de cómo llegó San Martín de Porres a nuestro barrio, El Frontón, situado en la Villa de Moya, un municipio de la zona norte de la isla de Gran Canaria.

Fray Martín de Porres llegó a nuestro barrio allá por el año 1980. Este barrio era el basurero del municipio, las aguas residuales corrían por la cañada y en el lomo se depositaba la basura. Cierto día en una reunión de la Asociación de Vecinos se propuso que el barrio tuviera un Santo, para celebrar nuestra fiesta anual, hubo muchas propuestas y entre tantas salió el santo que yo había propuesto, Fray Martín de Porres, que en el Ayuntamiento de Las Palmas era el patrón del servicio de la recogida de basuras. Yo tenía claro que él iba a limpiar nuestro río y así fue.

En aquel entonces, un vecino del pueblo Juan Hernández, tenía conocidos en este gremio y por medio de esta amistad conseguimos que nos prestaran al santo para celebrar nuestra fiesta. Yo iba con mi coche a donde lo tenían guardado en Las Palmas, por la zona de Las Canteras, y lo traía para Moya, siempre avisaba antes de ir, por supuesto. Cuando llegaba al pueblo con el santo lo poníamos en la sede de la Asociación donde concurrían muchos vecinos del pueblo. Siempre me traía conmigo al Hermano Fermín, un Hermano de la Cruz Blanca y hacíamos el novenario por las calles del pueblo. Recuerdo que la señora Matilde fue operada, y estando ya en su casa, no se encontraba nada bien. Precisamente esa noche tocaba que San Martín durmiera en su casa, pues así lo hacemos: el Santo va rotando por todas las casas. Y al poco tiempo se encontraba perfectamente sana gracias a la intercesión de San Martín de Porres.

También el niño Rafael enfermó de un ojo, estuvo muy mal, y en una de las llegadas del Santo el niño se le antojó cargar con la imagen, los adultos no le dejábamos, sobretodo su madre porque el niño no podía coger peso, pero fue tal su insistencia que al final lo cargó. En esos días le tocaba la revisión de sus ojos, y el médico al revisarle se sorprendió de la total curación.

Hoy en día ya tenemos nuestra propia imagen de San Martín de Porres, desde hace como quince años más o menos. Son muchos los «milagros» que aquí ha hecho Dios con la intercesión de nuestro querido San Martín, aparte de quitar las basuras…ya nunca se ha dejado de celebrar la fiesta. Este año tuvimos la compañía de la señora Isabel, muy devota de Fray Martín, damos gracias a Dios por ella. Esta señora es vecina del municipio de Arucas y vive en el pueblo de Bañaderos, también en el norte de la isla. Siempre acude a las fiestas del Santo, por medio de ella conocimos la revista «Amigos de Fray Martín de Porres» y muchas cosas más sobre este santo tan cercano y querido por todos nosotros. Al finalizar la Santa Misa, la señora Isabel repartió imágenes, estampas y novenas a las personas que asistieron, sin pedir nada a cambio.

Oramos al Señor para que algún día pueda hacer la novena un fraile de la misma Orden que San Martín de Porres. Aprovecho para que sepan que nuestras fiestas las celebramos el primer domingo de Septiembre.»

Josefa M. Ojeda (Moya. Gran Canaria)

Artículo publicado en la revista «Amigos de Fray Martín» (nº 497), en Mayo de 2009.

Foto: blogvillademoya.es

Sor Inmaculada Leonato, O.P., otra monja de San Martín

sor inmaculada

Oh Martín nuestro abogado, que de Dios tan cerca estás, seas guía que nos lleves a feliz eternidad

Si hace algún tiempo nos acordábamos de Sor Imelda, hoy 20 de Junio lo hacemos cariñosamente con otra monja devota de San Martín de Porres, Sor Inmaculada Leonato, O.P -también monja de clausura del convento de Santo Domingo el Real de Toledo-. Para ello nos referimos a un bonito artículo de María Jesús Galán publicado, en su día, en la revista “Amigos de Fray Martín».

Si en el corazón de cada monja de nuestro monasterio San Martín tiene un altar, en el de Sor Inmaculada tiene un retablo entero. Con inmenso cariño le llamaba mulato. A ella le habría hecho ilusión saber que iba a salir en la revista de San Martín y hubiera disfrutado con saberlo, pero no tuvimos tiempo ni para pensar que se iba al cielo; decía que no tenía prisa por ir. Su ilusión era vivir hasta los cien años y que la canonizara Juan Pablo II. Casi nos convencimos de que iba a ser así…

Su enfermedad fue un misterio para nosotras. Hace trece años, cuando tenía 56, le dieron varios infartos cerebrales quedando ciega, paralítica y casi sin poder hablar. Recuperó la vista y el movimiento, pero hablaba con dificultad. Su mente quedó enferma, como la de una niña. No perdió la conciencia de su consagración a Dios, ni su ilusión por la vida religiosa que vivió plenamente dentro de su capacidad. Siempre estaba contenta, pues era monja de clausura. Aparentemente no era consciente de nada, pero vivía en consecuencia su consagración. Antes de caer enferma, aunque de carácter muy agradable, era más bien reservada, pero a partir de ese momento se hizo muy comunicativa y así nos dijo que un viernes santo se había ofrecido víctima y que Dios le había cogido la palabra.

Con la enfermedad Dios la despojó de todo menos de El mismo. Fue una imagen del Siervo de Yahvé que describe Isaías: “…familiarizado con el sufrimiento,…sin que le tengamos en cuenta. Pero fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y en sus llagas hemos sido curados. Quiso Yahvé quebrantarle con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, verá descendencia que prolongará sus días, y el deseo de Yahvé prosperará en sus manos”. Su vida, aparentemente destruida, tenía una gran riqueza que sólo Dios podía ver en su plenitud y nosotras vislumbrábamos.

Podía repetir el salmo 131, “Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superen mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”. Tenía alma de niña, de inocencia y sabiduría para gustar las cosas de Dios y las que la vida le ofrecía, y así vivió los últimos años. Siempre nos sorprendió la capacidad que tenía de disfrutar con las alegrías de los demás. Se alegraba de la felicidad ajena como si fuera para ella misma.

La vida con ella en los últimos años fue una fiesta continua. Siempre la encontrabas contenta, nunca exigió nada. La enfermedad le redujo a una total pobreza y obediencia, no ya en los votos que hizo en la Profesión, sino que tuvo que vivirlo como una realidad. Impresiona la pobreza y obediencia porque no tenía, dada su incapacidad de movimiento, nada propio, ni decisiones propias, todo lo teníamos las enfermeras, que éramos las que “decidíamos”, tanto en las comidas, como en el horario. Teníamos que adivinar lo que le pasaba, si estaba enferma, si estaba cansada de estar en la silla de ruedas o en la cama…Pero nada importaba, Dios la sostenía y la llenaba de ilusión. Con cualquier cosa que le dieras, era feliz; no sólo vivió feliz, sino que hizo feliz a toda la comunidad. En eso imitó a Santo Domingo de Guzmán, “nadie más tratable, nadie más alegre”.

Su vida para todas nosotras fue un don, un regalo. Por eso el Señor tuvo prisa por llevársela para celebrar las Bodas de Oro. ¡Menos mal que se nos ocurrió empezar a celebrar las Bodas con los cincuenta años de la Toma de hábito! Y así la fiesta ha ido repartida entre la tierra, el 27 de enero de 1998 y el cielo, el 28 de enero de 1999.

Una de sus armas habituales era el rosario. Se pasaba el día y la noche pasando las cuentas. En eso era “muy cumplida”; a cada una que llegábamos nos decía: estoy rezando una parte del rosario por ti. Otras de las cosas que le gustaba recitar era la Secuencia de Pentecostés, y si le preguntabas qué estaba haciendo, decía que estaba meditando la Secuencia del Espíritu Santo.

El día del Inmaculado Corazón de María, 20 de junio, el Señor y su Madre dieron por colmada su vida. Es curiosa la coincidencia que nos contó su hermana Toña. Fue Sor Inmaculada la que eligió la imagen del Inmaculado Corazón de María para la iglesia de su pueblo, Armellada, un poco antes de ingresar en el monasterio.

No puedo dejar de recordar a sor “Joaqui”, compañera de enfermería durante muchos años de sor Inmaculada. Le preguntábamos si en nuestro convento había “santas de libro”, como decía ella, y mirándonos con cara de pilla, decía: “santas de libro, no”. Quizá no tengamos ninguna santa de libro, pero lo que sí es cierto, que se puede llegar a ser muy santa sin necesidad de que te escriban un libro, y así ha sido con estas dos monjas.

Sor Inmaculada, Sor Joaqui, ya no podremos cantar con vosotras el himno de San Martín y decir: Oh Martín nuestro abogado, que de Dios tan cerca estás, seas guía que nos lleves a feliz eternidad. Vosotras ya estáis en el cielo con San Martín, N.P. Santo Domingo y todos los santos, pero con vuestra vida nos habéis dejado un trocito de cielo que esperamos.

Que ellas nos ayuden desde el cielo a conseguir el premio con que nos espera el Señor si le seguimos con fidelidad y alegría.

María Jesús Galán Vera (Toledo)

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Artículo relacionado: Sor Imelda, una monja de San Martín

«Juan XXIII proclamó santo a Martín de Porres»

«Juan XXIII proclamó santo a Martín de Porres», artículo publicado el día 8 de Mayo de 1962 en el diario ABC – Edición de Andalucía.

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*El presente enlace ha sido eliminado por la próxima entrada en vigor, el 1 de enero de 2015, de la Ley 21/2014, de 4 de noviembre, sobre la Ley de Propiedad Intelectual. Dicho enlace -a la hemeroteca del propio periódico- tenía como única finalidad ser un material de lectura sobre la canonización de San Martín de Porres. Precisamente por ello, su objeto era única y exclusivamente un fin religioso o devocional, educativo o de investigación.