Despedida de la Santísima Virgen

Despedida de la Santísima Virgen

Oye, alma, la tristeza
y la amarga despedida,
que la madre de pureza
hizo de Jesús, su vida,
postrada ante su grandeza.

Contempla cuán dolorida
nuestra Madre Soberana,
llorando la despedida
del hijo de sus entrañas,
de esta suerte le decía:

—Adiós, Jesús amoroso,
adiós, claro sol del alba,
adiós, celestial esposo,
de mi virginidad palma,
de mi seno fruto hermoso.

Adiós, lucero inmortal,
adiós, lumbre de mis ojos,
que me dejas, cual rosal
entre espinas y entre abrojos
y en una pena mortal.

Hijo, que a morir te vas,
adiós, fin de mis suspiros,
no te olvidaré jamás,
pues nací para serviros
y para penar no más.

Hijo, si en amargo llanto
se queda mi corazón,
sufra yo el duro quebranto
de mi triste situación
con paciencia y dolor santo.

De dolor acongojada
quedó la Virgen María,
pero un tanto recobrada.
Y exclamó con energía
en su alma dolorida:

Dejarte no puede ser,
aunque no tenga valor.
Soy Madre y soy mujer
y moriré por tu amor
si me dejas escoger.

                           Cancionero religioso tradicional

Imagen: «The Mother Of Christ», óleo por Piotr Stachiewicz.

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