El crucificado

Cristo Crucificado, de Luis Salvador Carmona (Museo del Prado)*

El crucificado
Probé, sí, muchos caminos
perdido y desesperado;
sin encontrarme a mí mismo.
¡Mi alma estaba agonizando!

Después me acerqué a tu templo
y me arrodillé a tu lado;
¡alcé mi vista a tus ojos:
que con los míos cruzaron!

Y miré tu rostro hundido
y tu cuerpo ensangrentado;
y la expresión de tu cara,
que a mí me estaba gritando.

¡No busques más, hijo mío!
que por ti estoy crucificado,
y me encuentro en esta cruz
con el cuerpo maltratado.

Quiero acabar con las penas
redimiendo los pecados:
Muchos, como tú, perdidos
llorando me están buscando.

Imagen: imagen autorizada para publicaciones sin fines de lucro, sitios web personales, blogs y medios sociales.

Dios hace, el hombre es hecho (Deus facit, homo fit)

Deus facit, homo fit

No eres Tú hacedor de Dios
sino Dios alfarero tuyo.

Si tú eres, pues, obra de Dios,
presta atención a la mano del Artista,
que todo lo hace a su tiempo,
pensando en ti, obra de sus manos.

Preséntale un corazón dócil y tierno
y conserva la forma que el Artista te dio;
posees en ti el Agua (del Espíritu),
sin la cual, al endurecerte,
pierdes el tacto de sus dedos.

Si te dejas moldear, alcanzarás la perfección,
pues Dios, con su arte, disimulará en ti el barro.

   San Ireneo de Lyon

¡Ay de mí!

Foto: Freepik (foto gratuita)

¡Ay de mí!

¡Ay de mí
si no respiro,
si no me alimento,
si no quiero con locura!
Si no vibro
con el júbilo del hermano.

¡Ay de mí
si no tiemblo ante su dolor.
Si no abro los oídos
para dejarme transformar
por tu palabra,
y no abro la boca
para gritar
una pregunta de fe;
un veredicto de amistad;
una promesa de curación;
una canción de justicia.

¡Ay de mí
si no abro las manos,
liberadas al fin de piedras
y cadenas,
para dar, en ellas,
calor, afecto y abrazo.
¡Ay de mí
no por miedo
o por amenaza,
sino porque, no amando
a tu manera,
no habré vivido!

Mas si, en mi debilidad,
te dejo ser atalaya,
no habrá lamento,
derrota ni queja,
habrá esperanza.

José María R. Olaizola, sj

Cuando me vaya

Foto: FreeImages (foto gratis)

Cuando me vaya

Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.

Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.

Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huida,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.

Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.

Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal
por no morirme.

Mariluz Escribano

Toda la historia es sagrada

Toda la historia es sagrada

Una cruz honda sobre el tiempo,
sobre los libros comunales,
sobre el camino que buscamos,
sobre quien hace lo que importa,
sobre quien dice lo que ve.

Una cruz terca contra el odio,
contra el ritual de los injustos,
contra los látigos expertos,
contra el emblema de venganza,
contra quien viene a demoler.

Una cruz suave entre las mieses,
entre el brotar del agua fresca,
entre los gestos laborales,
entre el reposo compartido,
entre el pan tierno y el mantel.

Una cruz rota en las trincheras,
en los espinos carcelarios,
en la ordenanza de dar muerte,
en las paredes fusiladas,
en tanta sangre que vencer.

Una cruz alta sobre el aire,
sobre relojes de esperanza,
sobre los páginas en blanco,
y una cruz viva sobre un monte
y sobre el tiempo de después.

Una cruz honda sobre el tiempo.
una cruz terca contra el odio,
una cruz suave entre las mieses,
una cruz rota en las trincheras,
una cruz alta sobre el aire,
porque toda la historia es sagrada.

´   Enrique Badosa