Estabas allí…

Estabas allí…

(Estabas allí, como lo más temible
frente a la oscuridad de perderse)

Estabas allí, olvidado,
como un nido de amor
entre tus propios dedos,
tal una ola de sangre
hecha sonrisa
en el fuego de tu luz,
en los destellos de hierba
de tus plantas
morenas de amor y quietas;
encendidas para la paz
de las ansias que te miran.

Estabas allí
como en el día más joven
de la tierra,
alzando la Primavera
en la noche de tus ojos,
solos de tanto mirarlos,
ciegos de tanto esperarlos.

Noche morena en las manos
y entre los sueños;
noche en el río que espera,
y en el amor que te llama,
como el grito que se lleva
el viento ciego y el campo.

Como este delirio quieto
que ayer te fuera soñando,
como esta palabra
muda de tanto saberse
tiburón de la esperanza.

Pero al nacer de la muerte
habrá una piedra en tus brazos,
que traerá como olvido
el río de tu regazo.
La noche que se perdiera
bajo una estrella de mármol.
La noche que se encendiera
en tu madrugar de abrazos.

         Orlando Hernández