A ti, Padre Divino

Aquel! Fue grande Aquel; pero en la cima
De la grandeza paternal no hay monte
Que de dolor de pequeñez no gima,
Ni hay rayos en el Sol, ni hay horizonte
Que de besar sus huellas se levante,
Ni mar que no murmure,
Ni labio que no jure,
Ni mundo que no cante!—
Hay cantos para ti: canta el mezquino
Ser de la tierra el oro y el palacio,
Y a ti, padre divino,
El mundo entona el canto del espacio!—

Un leño se cruzó con otro leño;
Un cadáver—Jesús— hundió la arcilla
Y al resplandor espléndido de un sueño
Cayó en tierra del mundo la rodilla:

¡Un siglo acaba, nace otra centuria
Y el hombre de la cruz canta abrazado,
Y sobre el vil cadáver de la Injuria,
El Universo adora arrodillado!—

José Martí, marzo de 1875
    (fragmento de su poema «Muerto»)

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