La Venerable Madre Joaquina de Vedruna

*La Venerable Madre Joaquina de Vedruna

La Venerable Joaquina de Vedruna, viuda de Mas, nació en Barcelona el 16 de abril del año 1783, y fue bautizada con los nombres de Joaquina, Francisca de Paula Antonia. Sus padres, distinguidísimos por la nobleza y piedad cristiana, se llamaron Lorenzo y Teresa Vidal, los cuales, habiendo tenido ocho hijos, estudiaron de educarlos en el temor de Dios. Joaquina, que era de naturaleza dócil, respondió plenamente a sus cuidados, de modo que todos los que frecuentaban la familia admiraban la docilidad y obediencia, el candor de su ánimo, la diligencia y el progreso que hacía en los estudios, como también el amor a la oración, en la que empleaba el tiempo que la dejaban libre sus ocupaciones; igualmente eran llenos de admiración para con ella viendo el esfuerzo continuo que hacía para conquistar la virtud, especialmente después de la primera Comunión.

Llegada a la edad de doce años, deseó entrar en el Monasterio de las Carmelitas para ser religiosa; pero, disponiendo diversamente el Señor, no pudo seguir tal voluntad, puesto que, obsequiando a su padre, y habiéndose añadido el consejo del confesor para ello, en el año 1799 contrajo matrimonio con el noble y piadoso joven Teodoro de Mas, con el que convivió santamente por diecisiete años y del cual tuvo nueve hijos, que felizmente preparó para la gloria de Dios; de ellos cuatro hijas fueron religiosas, dos se unieron en matrimonio honestísimo, tres volaron al cielo en tierna edad.

Invadiendo España Napoleón Bonaparte, Teodoro tomó las armas para defender la patria, pero los malestares de la guerra, despojado de fuerzas y oprimido por las angustias, poco después murió piadosamente en el año 1816.

Joaquina, quedando viuda de su amantísimo esposo se retiró a Vich con sus hijos, y allí atendió por diez años a la educación de los mismos, a administrar los bienes patrimoniales, dedicándose también insistentemente a las obras de piedad para con Dios y de caridad para con sus prójimos, así como a conocer más claramente la voluntad del Altísimo, para seguirla, implorando ardientemente para tal fin, con oraciones y penitencias durísimas, la luz del cielo.

Mucho tuvo que sufrir, de parte de sus allegados, por razones políticas; no obstante, teniendo por norma la justicia y confiando en Dios, todo lo superó con fortaleza.

Por inspiración divina, y con el consejo e impulso del P. Esteban de Olot, de los Menores Capuchinos, hombre distinguido por su santidad, se aprestó a fundar una nueva Congregación de Hermanas, la cual tuvo primero la aprobación de los Padres Franciscanos, y después, por la autoridad del Obispo de Vich, Pablo de Jesús Corcuera, fue en 1826 canónicamente erigida con el nombre de Instituto de las Carmelitas de la Caridad, señalándose un doble fin: educar a las niñas y tener cuidado de los enfermos. Tal Instituto tuvo la aprobación del Sumo Pontífice Pío IX; las constituciones después compuestas por el mismo P. Esteban de Olot, fueron primero aprobadas por el mismo Pontífice, y más tarde confirmadas plenamente por el mismo Pontífice León XIII, de felicísima memoria.

Con la dirección suave, prudente y fuerte de la  Venerable Sierva de Dios, se levantaron muchas casas del mismo Instituto en Cataluña, en toda España y en otras partes del mundo.

Al empezar la gran obra es difícil el decir cuántas son las contrariedades, cuántas las angustias, cuántas las amarguras que tuvo que soportar, llevándolo todo con ánimo sereno e intrépido. Confiada en Dios, sostuvo resignada las asperezas del destierro, la miseria de la cárcel, las privaciones y las defecciones de algunas Hermanas. Semejante virtud, la conquistó ella de la íntima unión con Dios, teniendo ya dispuesta desde niña su ánimo. Continuamente dada a la oración, meditaba los divinos misterios, especialmente aquellos de la Santísima Trinidad, repitiendo muchísimas veces al día el Trisagio con indecible consolación y gozo del ánimo; veneró grandemente a la Santísima Eucaristía; y a guisa de buena hija amó a la celeste Madre, y mostró devoto afecto a San José, San Rafael Arcángel y los Santos. Fue humildísima y se complacía en sufrir y ser despreciada. En el cuádruple estado de su vida se manifestó verdaderamente heroica. Igualmente se distinguió por la sabiduría y caridad con las Hermanas, como también para las niñas a quienes educaba y en el amor a los enfermos en el que no fue vencida por nadie.

Y así, estas grandes virtudes de la Sierva quiso Dios colmarlas de grandes dones, tanto en vida como después de su muerte.

En el año 1849 tuvo un ataque de apoplejía, del que todavía se libró. En 1852, agravada tal enfermedad, no pudiendo ejercer más el oficio de Superiora, tomó para compañera suya a la Sierva de Dios Paula de San Luis Delpuig, para que hiciese sus veces y la que fue más tarde Superiora General. Imperando el cólera en Barcelona, la Venerable, que se encontraba entonces allí, fue atacada por la terrible enfermedad. Recibidos con ánimo piadoso los Sacramentos de la Iglesia, murió santamente el día 28 de agosto del año 1854.

La fama de santidad que tuvo mientras vivía, se acrecentó después de su muerte. Por tanto, la Curia de Vich, en los años 1909, 1911, con ordinaria autoridad hizo los procesos relativos. El día 22 de enero de 1919 se tuvo un favorable decreto de la Congregación Sagrada para los escritos de la Sierva de Dios. El 14 de enero de 1920 el Sumo Pontífice Benedicto XV, de feliz memoria, signó de propio puño la Comisión de Introducción de la Causa. El día 13 de julio de 1921 fue declarada la observancia hecha de los decretos de Urbano VIII. Completados los Procesos Apostólicos en Barcelona y Vich, con decreto exprofeso del 23 de junio de 1923, fueron éstos reconocidos jurídicamente válidos. Por tanto, delante de su Eminencia Reverendísima el Cardenal Luis Sincero, Ponente, es decir, Relator de la Causa, el 28 de abril de 1931, tuvo, lugar la Congregación Anti-preparatoria sobre las virtudes; a continuación, el 7 de agosto del pasado año, se celebró la Congregación Preparatoria; y el día 28 de mayo del corriente año, se tuvo la General, en la presencia de Su Santidad Pío XI, felizmente reinante, quien difirió su juicio hasta el 16 de junio, día solemne de la Santísima Trinidad, en que, celebrado el Divino Sacrificio, y oídos los Eminentísimos Cardenales, los Oficiales Prelados y los Consultores que intervinieron, proclamó heroicas las virtudes de la Rdma. M. Joaquina de Vedruna, viuda de Mas, fundadora de las Hermanas Carmelitas de la Caridad.

Hagamos votos al Cielo para que a la declaración solemne de la heroicidad de las virtudes de la Venerable Madre Joaquina de Vedruna siga a no tardar su beatificación, y podamos ver pronto en los altares a la Sierva de Dios que durante un cuarto de siglo trabajó por la recristianización de Cataluña.

La Hormiga de Oro, agosto de 1935.

* El presente artículo fue escrito en los albores del proceso diocesano de la Causa de la Madre Joaquina Vedruna, siendo declarada Venerable el 16 de junio de 1935.

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Festividad de Santa Joaquina Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad

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