Consagración personal al Corazón de Jesús (oración)

Corazón de Jesús, yo cuidaré de tu honra y de tus cosas; y tú cuida de mí y de las mías.

Consagración personal al Corazón de Jesús

Jesús, Verbo eterno del Dios verdadero, Luz de la Luz, hecho hombre por mi amor y clavado en cruz por mí.
A tu presencia vengo como al único refugio de mi vida y como al amigo siempre fiel, para consagrarme totalmente al amor y a la clemencia de tu Sagrado Corazón. A él quiero amar por encima del mundo y de todas las cosas y en su inefable misterio dejar segura toda mi esperanza.
Bien sabes, Señor, cuántas veces me he sentido tan miserable e impotente que sin tu socorro hubiese perecido sin remedio. Más siempre me has abierto el camino, devuelto la paz y colmado de beneficios. Tú has sido el amparo de mi vida, el reparador de las quiebras de mi inconstancia y quien me has elegido para ti por tu sola predilección.
Quisiera mostrarte todo el amor y toda la gratitud que mi vida y mi corazón te deben.

Con estos sentimientos, acudo a la caridad llena de misericordia de tu benigno Corazón, para que me ayudes a vivir entregado a tu suavísima providencia y a poner en tus manos mi vida, con todas sus vicisitudes, venturas y sufrimientos, y también mi eterna salvación, que dejo tranquilo en tu clementísima potestad. Lo abandono todo, Jesús, encomendando a tu fidelidad, para no preocuparme más que de agradarte por la identificación de mi voluntad con la voluntad tuya, que veo desbordante de un amor infinito y celoso de mi bien.

Así quiero vivir, Señor de las misericordias y Dios de toda consolación, firme en medio de las tempestades que en mi alma o en mi camino se levanten, porque he puesto en tu Corazón la confianza de mi vida. No me afligirá carecer de las consolaciones de este mundo, ya que sólo en ti buscaré mi gozo; ni me turbarán mis ingratitudes del pasado o la incertidumbre del porvenir, porque viviré a la sombra de tu solicitud paternal. Para los demás hombres, sólo querré, y procuraré con todas mis fuerzas, que conozcan esa senda que lleva a la vida verdadera.

Con este deseo y resolución que tú, Señor, me das, me consagro y entrego a tu adorable Corazón, con mi voluntad, mi entendimiento, mi corazón y todo mi ser. Creo en tu amor, espero en él y quiero responderte con el amor mío. Sin temor alguno, a ti me abandono lleno de confianza, alegre en la seguridad de tu promesa: “Ninguno que esperó en el Señor, quedó jamás confundido”. (Ecl. II, 11). Amén.

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