Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: San Martín de Porres

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“Tomando Jesús la palabra, dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has revelado al pequeño”. (Mt 11,25-30)

En el Perú celebramos hoy la solemnidad de San Martín de Porres.
Todos le conocemos como:
El Santo de la escoba.
El que unió perro, gato y pericote comiendo amistosamente en el mismo plato.
El Santo barbero.
Todo eso puede ser una realidad.
Pero el mejor título que se le ha dado es:
“Hermano Martín de la caridad”.
“El portero de lo pobres”.

En el Perú leeremos el Evangelio de Mateo 11,25-30.
“Dios se revela a los sencillos”.
“Los sencillos se abren a la palabra de Dios”.
En la Iglesia universal leemos Lc 14,12-14.
Ambos revelan y manifiestan la espiritualidad de Martín.

Porque Martín fue:
de esas almas sencillas siempre abiertas a las llamadas de Dios.
el enamorado del amor de Dios que se revelaba y manifestaba en él.
Pero también el enamorado de los pobres, lisiados, cojos y ciegos.
El enamorado del servicio a todos los necesitados.
La portería del Convento dominico estaba siempre lleno de pobres, indigentes y necesitados.

Martín fue el Evangelio de los pobres que todos podían leer.
Más que un Evangelio escrito en el papel, fue un evangelio escrito en la vida.
Juan XXIII que lo canonizó, lo llamó en su homilía “Martín de la caridad”.
Yo le llamaría “Evangelio vivo”.
O si prefieren, “el Santo de las preferencias de Dios”.
El Santo de los sencillos siempre abiertos al amor de Dios.
El Santo de los pobres, preferidos por Dios.
Que da de comer a los pobres.
Que sirve y atiende a los que sufren.
Que invita no a los que no pueden retribuirle.

Es posible que más de uno se molestase al ver tanto pobre tocando a la puerta del Convento.
Y hasta es posible que recibiese más de una reprimenda, por la mala impresión que daba la portería.
Pero los sencillos y los enamorados de Dios se fijan poco en la estética de la puerta.
Más bien viven la alegría de descubrir el rostro de Jesús escrito en la puerta.

Es que los santos piensan, ven y siente de otra manera.
No invitar a quien puede invitarte.
Sino vivir del amor de la gratuidad.

Pese a que han pasado tantos siglos también Jesús puede orar al Padre:
“Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños”.
“Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos, dichoso tú, porque no pueden pagarte”.

Es posible que en el Convento dominico hubiese grandes intelectuales.
Pero solo nos ha quedado la memoria del “del santo del amor y de los pobres”.
Es posible que aquellas ideas se las haya llevado el viento.
Pero la sencillez con los sencillos, sigue teniendo actualidad.
¿Acaso el problema de hoy y el testimonio más claro del Evangelio no es entregarnos al servicio de los pobres?

P. Clemente Sobrado, C.P. (3 de noviembre de 2016)

Fuente: mensajesalosamigos.wordpress.com

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