El Cristo a la Columna de la Orotava

Cristo atado a la Columna de La Orotava

Con el mármol la carne se enmarida;
es decir, lo animado con lo inerte.
Que atan ya a la columna de la muerte
a quien es la Columna de la vida.

Frente al Bien está el Mal, que se desbrida;
frente al Odio, el Amor…Y desta suerte,
la materia del Justo ya se advierte
por feroces buriles esculpida.

Multiplica el flagelo sus rigores;
mas el bloque en que así grabas su huellas
-respondiendo a tan bárbara embestida-,

se abre en chorros de aromas y fulgores;
y cada trallazo hace una estrella,
y una rosa, a la vez, de cada herida.

                                        «La flagelación», Emeterio Gutiérrez Albelo

No es nuestra provincia de las que más pueden mostrar al turista valiosos tesoros artísticos; sin embargo, en Tenerife, que es la isla que mejor conozco, existen esculturas religiosas tan buenas como las que gozan de universal renombre en los templos andaluces; y no es extraño que así ocurriera, ya que los mismos imagineros que llenaron de hermosas tallas las ciudades del Sur de España tuvieron numerosas encargos para las iglesias de Canarias, gracias a la piedad de clérigos y magnates deseosos, en su mayor parte, de construirse dignas capillas donde dormir el sueño eterno.

De todas las imágenes que he podido ver en mi país, ninguna supera en mérito al Cristo atado a la Columna que se venera en la parroquia de San Juan de la villa de Orotava. Regaló esta efigie, según acta que se guarda en el Archivo de la citada parroquia, el canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Canarias don Francisco Leonardo de la Guerra, con la sola condición «de que todas las veces que dicha Santa Imagen la sacasen en procesión, hayan de ser obligados el beneficiado o beneficiados regentes, o el mayordomo de fábrica, que fueren de la citada iglesia, que al regreso de la procesión decir un responso cantado por el ánima del otorgante, y de sus padres, perpetuamente, y si se hiciese procesión con la Santa Imagen los Jueves Santos, se ha de decir el responso, el Miércoles Santo por la tarde a la hora que pusiesen en el trono la repetida Santa Imagen, y si los beneficiados y mayordomos faltaren a esta obligación pasará la preciosa Imagen de Nuestro Señor a la Columna al convento de San Francisco de dicha villa de la Orotava, con la misma obligación». Este documento tiene fecha 2 de Marzo de 1689. Santiago Tejera, en su libro sobre el escultor Luján Pérez, menciona un acta de donación, fecha 22 de Enero de 1689, otorgada ante el alférez don García González Viera; pero no indica donde se halla el escrito a que alude.

La escultura en cuestión debió terminarte en los últimos meses del año 1688, en Sevilla, como dice al comenzar el acta de la parroquia de San Juan, y por aquel tiempo solo quedaba en la ciudad del Guadalquivir el escultor Pedro Roldán, «último de los de mérito que hubo en Sevilla», como escribe Cean Bermúdez, que con hija y discípula, Luisa, trabajaban para atender los numerosos encargos que desde todas partes les hacían los cabildos y las cofradías.

Roldán terminó en 1684 las obras a él encomendadas en la Catedral de Jaén, regresando a su pueblo natal, de donde no volvió a salir, muriendo en 1700. Su hija, Luisa, conocida por la Roldana, se encontraba por los años de 1686 o 1687 en Cádiz, donde contrató varias imágenes cuya ejecución duraría un año o dos, a juzgar por el número de ellas, dato que tomo del libro de la Viñaza; pero estando cerca del taller de su padre, bien pudo poner mano en nuestro Cristo, pues Cean dice que le ayudaba en las obras de mayor empeño, y cita el caso del San Fernando existente en la Catedral sevillana, que no gustó en un principio a los canónigos, lo que apesadumbró a Roldán, más luego, reformado por Luisa, entusiasmó a todos creyendo se trataba de una nueva escultura del maestro.

Con una fotografía del Cristo de la Orotava a la vista, he hecho comparaciones con algunas obras de Roldán y de su hija, sacando el convencimiento de que mi pueblo posee una de las mejores imágenes del santero sevillano Pedro Roldán. Hasta en un detalle curioso coincide con el San Miguel de la Roldana que está en el Escorial: nuestro Cristo a la Columna no tiene tetillas; y en el San Miguel referido tampoco vemos ese relieve anatómico, a pesar de haber la artista esculpido una coraza semejando el torso desnudo del Arcángel.

Una vieja tradición que oí a unos campesinos del valle de la Orotava decía “que el escultor no pudo terminar el Cristo a la Columna y lo hizo su hija”. Acaso la tradición en eso de la terminación no sea verídica; pero de seguro acierta respecto a que el maestro sevillano que labró la celebrada Imagen tenia una hija escultora.

Me complace el haber podido encontrar, después de tanto tiempo que permaneció ignorado, al insigne autor de la más hermosa escultura policromada que hay en Canarias.

Jesús María Perdigón.
Madrid, 29 de Junio de 1925.

Santo Cristo de la Columna (La Orotava)

Santísimo Cristo a la Columna de La Orotava

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Novena Cristo Nuestro Señor

NOVENA

Jesús en la tierra

Jesús en la tierra1

Acaso ningún relato histórico pueda embargar, y hasta apasionar, al hombre como la figura de Jesús en la tierra…

Porque la verdad es que siempre nos conmueve y llena de esperanza ese Dios vivo, ese Jesús recio e inefable, que dejó la huella de sus sandalias en los caminos de Jerusalén, y amaba los montes y los lagos, haciéndose seguir por un puñado de pescadores. Pero ahora más que nunca, cuando su Iglesia es atacada y socavada, cuando domina en el mundo la vorágine de la pasión y el vértigo del ultraje espiritual, la figura serena y mayestática de Jesús adquiere mayor relieve que nunca en el corazón humano.
Nos dice San Agustín: “Por Cristo hombre tendemos a Dios Cristo”. Es la dulce criatura del pesebre de Belén y el Niño que recoge leña en Nazaret y que inclina y recuesta su cabeza en la falda de su Madre y la entrañable y luminosa presencia del Redentor en la barca de Pedro y junto al pozo de vida eterna, y su realidad histórica, en fin, viva y tangible en la última Cena y su mirada agónica hacia el eterno Padre en el postrer minuto del Calvario. El Cristo de San Pablo contiene, a su vez, la naturaleza divina y humana y por ello su preocupación dogmática está dirigida no sólo a la Divinidad, sino también a la HUMANIDAD de Cristo, y, cuando en el camino de Damasco conoció a Dios a través de Jesús, desde ese instante se sintió glorioso y feliz al sentirse “apóstol de Jesucristo”, su heraldo y esclavo.
¿Que mejor relato histórico de una modesta pluma que ofrendarlo al recuerdo de aquél Nazareno, Creación, Vida y Camino, único horizonte limpio y luminoso en el actual mundo de tinieblas? La conciencia conmovida y la presencia de Jesús, es el campo fértil donde echa sus raíces el Evangelio y produce sus flores y sus frutos. Es realmente grandioso que la Historia y, sobre todo, la fe, nos asegure haber existido un hombre considerado como Hijo de Dios y Redentor de la Humanidad, obligándonos esa certeza a creer en su testimonio. Y que nos coloque en el sendero de la vida auténtica y real de Cristo para llevarnos a la meta sublime de la fe. Amar a Jesús es conocerle en su paso sobre la tierra, como algo que aún parece que habla y siente y palpita junto a nosotros. Y para obtener este venero riquísimo de conocimiento ninguna fuente tan clara como la que mana de los Evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas) y del discípulo amado, Juan, con su esfuerzo apasionado por mostrar la gloria del Hijo Único, pleno de gracia y de bondad. Si se quiere saber cómo es Jesús, cómo hablaba no sólo a los viñadores y pescadores, sino también a sus amigos y a los intelectuales de su tiempo, es preciso acudir a San Juan. En los Evangelios poseemos el mensaje auténtico de Jesús, en toda su pureza y plenitud.
Jesús en la tierraHablamos de Jesús sobre la tierra. De ese Jesús que hoy olvidan o menosprecian muchos de los que se llaman católicos. Sin tener en cuenta que Cristo continúa siendo Hombre en el sentido más pleno, pero su profunda realidad (su individualidad, sustancia y personalidad) la recibe del Verbo Divino. Pensemos que por defender a este “Deus solus” sufrieron martirio los antiguos cristianos y, a través de todos los tiempos, han ofrendado su bienestar y su vida legiones de seres que han hallado la victoria en aras del sacrificio y del amor a Jesús. De amor a este Hombre, sencillo y enérgico, humilde y arrollador, que, de niño “creció en gracia de Dios y los hombres”, vestido con traje de lana y cinturón que servía de bolsa, manto y túnica, calzado con sandalias, sus cabellos cuidados y cortos en la nuca y para resguardarse del sol un sudario blanco que envolvía su cabeza y cuello (según versión de Lucas y Mateo). La persona física de Jesús impresionó a las multitudes, enfermos, lisiados, pescadores. Tenía salud y energía, resistiendo el ayuno y la fatiga. Subía a un monte de mil metros y aquella misma tarde asistía al festín de Lázaro. Y así, empapada nuestra retina en la vida histórica de Jesús, parécenos sentir su adorable presencia, y aspirar su aroma, suave y profundo, de su divina persona.
Es por ello que he querido dedicar mi pequeño relato histórico a este Jesús, prototipo de caridad infinita, entre lacras y salivazos de quienes hoy le olvidan o le traicionan. Y es que nada inspira tanto amor y confianza en Jesús como el conocimiento de su paso humano por sobre la tierra. Cuando los tibios y pusilánimes, los renegados y protestatarios —lobos con piel de corderos— se encaran con la figura inefable de Cristo, de este hombre todo firmeza, luz y bondad, no pueden resistir su mirada sin avergonzarse y caer de rodillas.
Entre los nubarrones del mundo actual —con sus violencias y desprecios a la dignidad humana— se alcanzará siempre esta luz maravillosa, este faro único, que es la figura de Jesús. En esta tarde tranquila, ante la soledad de las montañas que ya se envuelven en el crepúsculo, he querido ofrecer mi pequeño relato histórico a este gran Amigo de la Humanidad, digno siempre de ser evocado y reverenciado.

Carlos Ramírez Suárez, «Latidos de mi tierra» (1975)

Señor. Hoy con nuestros pensamientos puestos, en Ti, con piedad cristiana, comenzamos a recorrer espiritualmente el camino que Tú andaras por tierras de Jerusalén. Y con el amor que Tú engendraste en nosotros. Y con el dolor que sentimos en nuestros corazones y almas prendidas en el amor fraterno iniciamos hoy a seguirte espiritualmente: toda tu vida, pasión y muerte en esta Semana Santa llena de angustias, sinsabores materiales, violencias, antagonismos, pérdida de fe y controversias incontrolables en un ambiente falto de la convivencia y amor entre los hombres, en el esfuerzo supremo de hallar la paz que el mundo ansia y reclama.

Mater Dolorosa

Bernadette Carstensen -MotherofSorrows

Mater Dolorosa

                                                  por Josefina Tresguerras

¡Así está aún más bella la Madre del cielo! Su imagen con los ojos velados por el llanto adquiere una hermosura espiritual El dolor reflejado en el angustiado rostro le envuelve en destellos de amor sublime. De amor, sí, pues éste y el dolor son inseparables.

Tras el Hijo amado marcha la afligida Madre, queriendo agrandar los instantes que le quedan junto a El.

Poco a poco su corazón se va rodeando de espadas de dolor. Los insultos, los latigazos cruentos, los tropiezos en los duros guijarros del camino bajo el abrumador peso de la cruz, todo, todo, lo que hiere y martiriza al Hijo, es también herida y martirio para la Madre; y ya en el Calvario, cuando al pie de la cruz le estrecha muerto en sus brazos, el amor maternal llega a la cima de todos los amores y se hace dolor profundo, dolor sin límites…

Un río de lágrimas corre por sus santas mejillas y bajo ellas Mater-Dolorosa se ha transfigurado en máximo ideal. El espíritu y la carne se funden en un éxtasis divino y humano a la vez y sin estridencias ni rebeliones, pero sí, con amargura infinita, la Madre llora por el Hijo muerto en terrible suplicio.

Seguramente al besar el divino rostro, hoy helado y cubierto de sangre, evoca aquel beso de los tres que ayer le diese en él, cuando palpitando de calor y vida, era tierno capullo, o más aún, dorado rayo do sol que acababa de traspasar el cristal de su seno en el portal de Belén la noche más grande de la Creación, cuando besando sus manecitas como Señor y sus pies como Rey, besó también las aterciopeladas mejillas del Niño Dios con derechos de Madre.

El grito de la sangre se alzó imperioso por encima de todos, y sin restarle respeto ni adoración, había que acercar los labios, al hijito amado, y prodigarle ternuras.

Y ahora, otra vez dejando a un lado todas las promesas de Resurrección y de Gloria, el grito maternal se alza de nuevo, y los labios virginales se posan amorosos y angustiados en las huellas sangrantes, que las punzantes espinas dejaron en la faz del Hijo atormentado.

¡Qué hermosa estás, Señora! ¡Cómo nos atrae y subyuga tu justo dolor!…

Bajo la advocación de Virgen de las Angustias, de la Soledad, de la Amargura, y de los Dolores te hallas en distintos pueblos y altares, ora representada por imágenes modeladas por valiosos artistas o por humildes aficionados. No importa, siempre eres Tú, siempre es Ella, Mater-Dolorosa, la que llora por el martirizado por terribles sayones, que exprimieron hieles en su boca sedienta. Siempre es Ella, la que con El llora por nosotros y por nuestros pecados.

Por esto, cuando al pie de su altar, o en el recorrido de sus procesiones, la acompañamos implorantes, nuestros corazones se prenden del enlutado manto, y le siguen emocionados, llenos de una piedad infinita.

Porque, si a la madre de la carne nunca la amábamos tanto, como cuando la veíamos acongojada, y aun hoy lejos, muy lejos, del ser querido, al añorarla así, parece que la angustia nos ahoga, también la Madre del Cielo nos atrae intensamente, cuando su rostro refleja honda tristeza. Es que de este modo nos parece más cerquita de nosotros. Se aproxima mucho más a nuestros dolores de cuerpo y espíritu.

¿Quién no tiene algo de unos o de otros, o quizá mucho de ambos?…

Tras la sonrisa social se oculta varias veces la mueca del dolor. La risa es a menudo un celofán, que quiere esconder las flores del llanto, sin conseguir ocultarlas, y cuando la Virgen sufre también como nosotros, la encontramos más humana, más madre nuestra, más próxima a nuestras vidas.

Entonces nuestra admiración, como reina de los cielos, y nuestro cariño como Madre de Dios, da paso a algo más íntimo y más al alcance de nuestra naturaleza, a un amor filial intensísimo, que nos da ánimos para seguir adelante sin miedo a los abrojos del camino, pues nuestras lágrimas no están solas, que también Ella llora y nos comprende…

Nuestra Señora de los Dolores (Iglesia de San Franciso - La Orotava)

       Mater Dolorosa

En tu rostro de nácar es el llanto,
cual rocío en el cáliz de una flor,
y hay algo tan sublime en tu semblante,
que es luz, en las tinieblas del dolor.

Con tus manos de lirio entrecruzadas,
no estrujas, que acaricias el pañuelo;
no es tu pena sollozo irreflexivo,
es suspiro de amor y desconsuelo.

Ni aun siquiera retiras de tu pecho
el puñal, que traidor lo ha taladrado,
y al corazón lo dejas desangrar
para poder lavar nuestros pecados.

Serena en tu pesar nos das aliento,
para seguir contigo hasta el Calvario,
y en pos de ti marchamos decididos,
sin sentir que nos hieren los guijarros.

¿Qué importan las punzadas de las zarzas
que bordean el áspero sendero
si la Madre de Dios, que es nuestra madre,
nos preside marcando el derrotero?

¡Adelante, Maestros, compañeros!
Sigamos tras de Mater-Dolorosa.
Ella sabrá endulzar nuestra amargura
haciendo que el zarzal se trueque en rosa.

Y, siguiendo el consejo del «Pastor»,
la mente consagremos a Jesús;
demos el corazón a nuestros niños,
y la carne clavémosla en la Cruz.

                         Josefina Tresguerras. Tenerife

A Nuestra Señora de la Soledad de la Portería

Soledad de la Portería

A Nuestra Señora de la Soledad de la Portería

QUE cuajado dolor va por tus ojos,
por tu frente, por tu rostro, todo adolorido,
Madre de soledades, que has venido
a llorar por el Hijo Omnipotente.

Porque parte soy de esa simiente,
mírame el corazón; cómo me aflijo
por tan amarga fuente abrir al Hijo
de tu amor y mi amor, de penitente.

Perdón por esas sales de tu llanto.
Perdón por producirte tal quebranto.
Por ser parte, en tu pena y en su muerte:
ya que de una cruz su amor pendiendo,

irá en cuantos siglos queden, sean,
a estos sus pobres hijos redimiendo.
A estos también tus hijos: que El te diera
en una triste y trascendente hora…

(En hora sin igual: postrera hora,
en la que manó sangre -de ti, llanto-;
en la que enlutando el aire su agonía,
inútil fue la lanza a su quebranto…)

Qué crecidas, qué enormes soledades
las tuyas; cómo las siento yo y tus bondades,
Madre de todos los que la han perdido.
Que si el corazón me siento derrumbado,

me siento derrumbado y sin sentido
porque su amor me fuera ya amputado;
fundido veo en tu rostro, si te miro,
refugio del amor desamparado…

Virgen la toda herida, si puñales;
perdone tu piedad tantos rigores;
los que sufriste e inconscientes, dimos.
Perdón por cuantos dolores te inferimos,
Madre de las más solas soledades…

                           Chona Madera

  ∼

Nuestra Señora de la Soledad de la Portería (Las Palmas de Gran Canaria)

Conozca a Fray Martín de Porres, por Norbert Geoges, O.P.

Conozca a Fray Martin De Porres (Norbert Georges, OP) (2)

El Padre Norberto Georges, O.P., fundó el «The Blessed Martin Guild» (Hermandad del Beato Martín). Entusiasta propagandista del santo mulato dedicó buena parte de su vida a propugnar y difundir el mensaje de Fray Martín, de «una auténtica justicia social y caridad cristiana entre los hombres de hoy».

Su librito «Conozca a Fray Martín», publicado por primera vez en 1936, tiene múltiples ediciones; ha sido traducido a diferentes idiomas, incluida lenguas habladas en lugares remotos. El Padre Georges, ha dado a conocer a San Martín a millones de lectores. Ha sido, además, el primer promotor americano de la causa de canonización de este Santo. Viajó ininterrumpidamente por todo el continente americano, en pro de la causa de San Martín, y ha pronunciado conferencias por todas partes. En varias ocasiones estuvo en Lima, en donde aprendió el español, tan necesario para sus conferencias por los países de habla hispana. Organizó, incluso, varias peregrinaciones desde Nueva York, donde residía, hasta Lima. El Jefe del Estado peruano le concedió la «medalla por servicios distinguidos», en reconocimiento a su gran labor.

“Conozca a Fray Martín de Porres. Breve historia de su vida” – P. Norbert Georges, O.P.

Libro en pdf. Biblioteca digital de Castilla y León Aquí