Fray Aniceto Fernández, O.P. (LXXXII sucesor de Santo Domingo como Maestro General de la Orden de Predicadores)

Fray Aniceto

Fray Aniceto Fernández fue el LXXXII sucesor de Santo Domingo en el gobierno de la Orden, entre los años 1962-74. Arriba, la revista Cruzada Misionera se felicita por su reelección como Superior Mayor de la Provincia Dominicana en España. Fray Aniceto vivió con especial alegría la canonización de Fray Martín. Asimismo, apoyó a Fray Benigno de la Cruz en la labor de éste de dar a conocer la vida del mulato dominico.

Fray Aniceto Fernández, OP

Vivió de modo significativo y ejemplar para Cristo y por su querida Orden de Predicadores.

El Maestro General de los dominicos, Padre Aniceto Fernández Alonso, nació en Pardesivil (León) el 17 de abril de 1895. Cursó el Bachillerato en el Instituto de Oviedo, y las licenciaturas de Teología y Ciencias Exactas en la Universidad Central de Madrid. Hizo el noviciado en Padrón, profesando en 1914 y ordenado sacerdote en 1921 (tomó el hábito junto a Manuel Suárez —otro futuro Maestro de la Orden—, y al mártir dominico Fray José López Tascón). Los Conventos de Corias (Asturias) y San Esteban de Salamanca fueron los principales centros donde cursó su brillante carrera eclesiástica, sobresaliendo por su capacidad intelectual. Era, en este sentido y a modo de valiosa anécdota, el P. Aniceto un gran admirador del erudito dominico Santiago María Ramírez de Dulanto O.P, considerado el más importante filósofo neotomista del siglo XX.

La Facultad de Filosofía del Colegio Internacional «Angelicum», ubicada en Roma, le confió la cátedra de Cosmología, alcanzando el decanato de dicha Facultad posteriormente. En 1946, el padre general de la Orden, Fray Manuel Suárez Fernández, le asoció —Socio del Maestro de la Orden— a sus trabajos como vicario en sus ausencias de Roma. En 1950, el cuerpo electoral de la provincia de España lo eligió provincial de la misma, ejerciendo el cargo durante 12 años. El impulso religioso y científico que dio a dicha provincia es bien conocido. El día 22 de julio de 1962, en la Asamblea General de toda la Orden de Predicadores, el cuerpo electoral le otorga sus votos para regir la Orden entera, siendo designado Maestro General de la Orden (LXXXII sucesor de Santo Domingo en el gobierno de la Orden). Ejerció el cargo durante 12 años (1962-1974), en un período coincidente con los años más complejos del Concilio y Post-Concilio del Vaticano II. Durante su generalato se redactaron nuevas Constituciones, promulgándose el nuevo Libro de las Constituciones y Ordenaciones según las orientaciones del Concilio. En este aspecto, la Orden de Predicadores, bajo el gobierno de Fray Aniceto Fernández, adoptó el ordinario de la misa renovado pero siempre manteniendo los elementos propios de la tradición litúrgica dominicana. También devoto de la virgen María, no dudó en señalar que: «Nuestro Apostolado Dominicano, que es Mariano, debe identificarse con el Apostolado del Rosario».

fray aniceto

El padre Fray Aniceto Fernández impone el hábito de religioso dominico a Fray Rafael Sánchez-Guerra, notable político (secretario de la Presidencia de la II República), periodista, abogado, presidente del Real Madrid (1935-1936) y fraile. Fray Aniceto afirmaba que los novicios son elegidos por un llamamiento sobrenatural, y que el Señor no repara en edades o en otras circunstancias para atraer a los que quiere hacer siervos suyos.

Fray Aniceto

Hombre incansable, realizó numerosas visitas a las provincias, a los monasterios y allá donde hubiera una comunidad de predicadores; preocupándose y alentando a sus hermanos de orden. Asimismo, promovió e impulsó distintos proyectos para seminarios y santuarios dominicos.

El Padre Aniceto, con la estimable colaboración del Cardenal Larraona, redactó los estatutos da la Confederación de religiosos y religiosas de España (Confer); ocupando, por elección, la presidencia de la que fue reelegido tres veces seguidas. Aparte de sus actividades propias, intervino en Congresos y Conferencias, sobre todo en España, París y Roma, y publicó trabajos sobre Cosmología y vida espiritual. En 1974, con motivo del V Centenario del nacimiento de Fray Bartolomé de las Casas, se crea una fundación que pretendía ser una plataforma de confluencia de estudios. Sus creadores fueron los provinciales de la Orden en España junto con el empeño inestimable de Fray Aniceto, que apoyaba el hecho de dar a conocer —de forma verídica y más justa— la vida y la obra de Fray Bartolomé.

Hombre sencillo, cordial, acogedor de toda iniciativa viable, principalmente destinada a promover los derechos del hombre, para España fue una verdadera honra que los dominicos de todas las naciones pusieran los ojos en él para regirles, orientarles y llevarnos a la perfección de sus fines religiosos, humanistas y sociales. En 1963, se le concede la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort en atención a las circunstancias y merecimientos que concurrieron en su trayectoria personal y religiosa (Decreto 1889/1963, 18 de julio). Falleció en Roma el 13 de febrero de 1981. Sus restos mortales se encuentran enterrados en la Basílica de Santa Sabina, también en Roma.

Fray Aniceto, escudo

La Orden ha sido fundada con el fin de evangelizar el mundo tal como se encuentra, en continua gestación de sí mismo. Cerrar los ojos sobre lo que sucede, ceder a un sentimiento de miedo, no afrontar abiertamente estas cuestiones, sería una infidelidad al espíritu de Santo Domingo. Especialmente en los momentos más importantes de la historia de la Orden, este espíritu ha sido revivido por muchos de nuestros hermanos como contemporáneos conscientes de la situación del mundo en que vivían, permitiéndoles ser testimonios eficaces del Evangelio. Por no citar más que algunos, cuyos centenarios nos preparamos a celebrar, ahí están Santo Tomás de Aquino y Fr. Bartolomé de las Casas, grandes genios porque han sido, en gran parte, hombres de su tiempo. Lo que equivale a decir que sin una toma de conciencia de nuestro propio tiempo es imposible anunciar la Palabra de Dios en un lenguaje —de palabras, pero también de vida— que nuestros contemporáneos puedan entender.

Lenguaje de la vida: vivir de un modo que sea significativo para los que nos ven y ejemplar para nuestros hermanos, -ya se trate de nuestra vida comunitaria, de los consejos evangélicos que hemos profesado, de la celebración de la Liturgia de las Horas, de la oración privada, del estudio o de la observancia regular (Const. Fund. § IV).—

Lenguaje de las palabras: Es la manera de presentar el mensaje evangélico para que sea entendido sin que pierda su identidad. Se plantea a este propósito el modo de actuar, y de una manera más general el problema de las prioridades apostólicas.

Fray Aniceto Fernández, O.P.

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En el 34 aniversario de su fallecimiento; en recuerdo de un hombre sabio y bueno. Con cariño y admiración.

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