Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres

Sta.Rosa de Lima y S. Martín de Porres

Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres (Ilustración de Fr. Félix Hérnandez, O.P.)

Yo conocí y traté a Fray Martín. Mi declaración en el proceso apostólico la tenéis en el folio 671 del V cuaderno y está en el archivo arzobispal de Lima. Pero voy a ahorraros el esfuerzo de investigarlo. Entre las cosas que declaré, figura esto que es lo que os interesa: «…Y ALGUNAS VECES SOLÍA ESTAR DE CONVERSACIÓN DE ESPÍRITU CON SANTA ROSA DE SANTA MARÍA, A QUIEN LLAMABA «LA ROSITA», Y EN ESTOS SANTOS COLOQUIOS Y CELESTIALES PLÁTICAS LOS VIÓ FRAY BLAS MARTÍNEZ, QUE YA ES DIFUNTO, RELIGIOSO SACRISTÁN DE AQUEL TIEMPO, A QUIEN ESTE TESTIGO SE LO OYÓ DECIR EN MUCHAS OCASIONES». También Fray Francisco del Arco lo dijo: «EN OCASIONES, ELLA VENÍA A LA PUERTA DE LA SACRISTÍA A CONSULTAR AL BEATO SOBRE ASUNTOS ESPIRITUALES».

Fray Martín había nacido siete años antes que Rosa Flores de Oliva, que este era su nombre de Pila. Cuando Rosa recibió el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, Fray Martín llevaba ya doce años en el convento del Rosario. Como sabéis, Rosa murió a los 31 años, el 24 de agosto de 1617, Fray Martín contaba con 38.

A los 12 años, Rosa va a vivir a Quive, un pueblecito distante unos 60 km. de Lima, donde su padre había sido designado administrador de unas obras públicas. Cuatro años permanece allí. A los 16, pues, retorna a Lima con su familia y comienza su acercamiento a la iglesia de los dominicos. Progresivamente, estos contactos se acentúan. Sabemos de, al menos, siete dominicos confesores y directores espirituales que trataron con ella.

Pero quien, al alba, tocaba las campanas y abría las puertas de la iglesia era Fray Martín. Rosa era una madrugadora inalcanzable a quien Fray Martín encontraba cada mañana apenas entreabría las puertas del templo. Ambos vivían ensimismados en idénticos pensamientos y la presencia de Dios les mantenía en recogimiento permanente. «Buenos días nos dé Dios» era el saludo que intercambian sin perder la comunicación con Él. Cada uno seguía su camino que coincidía en el altar, en el sagrario, a los pies de la Virgen del Rosario…El encuentro, prácticamente diario a lo largo de quince años, consolidó el conocimiento mutuo y el trato fraternal.

Santa Rosa y San Martín

Por los «santos coloquios y celestiales pláticas» de que hablo en mi declaración, la joven Rosa se ha percatado de que Fray Martín era mucho Fray Martín. Ella, deseosa de profundizar en los misterios de Dios en su alma, preguntaba y respondía sobre las realidades y experiencias de su espíritu. Fray Martín, a su vez, comprobaba sus propias vivencias con las discretas sugerencias de Rosa. De esta manera, acoplando pequeños datos, breves anécdotas, Fray Martín configuró la imagen de aquella joven. No sabía que admirar más: si su fortaleza ante el dolor que la tuvo cercada continuamente, si su amor al silencio y al retiro de su vida o aquella plenitud y elevación mística que, en tan pocos años, había alcanzado. Fray Martín, en su ilimitada humildad, se sentía torpe y pecador cuando escuchaba las confidencias de Rosa sobre sus experiencias sobrenaturales o sobre las mortificaciones que infligía a su cuerpo. Por su parte, Rosa se sentía diminuta e insignificante ante aquel gigante espiritual que desbordaba sabiduría interior y caridad en sus palabras y en su mismo porte exterior.

Rosa le hablaría, cómo no, de su especialísima devoción a Santa Catalina de Siena y de la certeza -que en ella era carisma profético- de que, algún día no lejano, se fundaría en Lima un convento de monjas dominicas.

Apenas terminada la misa, Rosa salía presurosa hacia su casa, lugar preferido para el recogimiento y para el trabajo. Había aprendido a coser y a bordar con tanto primor que este quehacer supuso una importante ayuda en la modesta economía del hogar. Su madre la llamaba «mi linda costurerita».

Aquella tarde, víspera de Navidad, Fray Martín preparó el altar del Rosario donde las ocho primeras seguidoras de Rosa recibirían el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo.

Más triste fue, sin duda, el día 24 de agosto de 1617. La iglesia y el convento del Rosario fueron invadidos piadosamente por una muchedumbre de limeños que acudían a despedir a Rosa de Santa María. Fray Martín no se imaginaba que, años más tarde, ambos coincidirían también en la misma iglesia y en el mismo altar.

Fray Francisco de Santa Fe

Del almanaque de 2014 del Secretariado de San Martín de Porres, Palencia.

Rosa de Lima

Oración a Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima, amada santa de mi alma, tú me has inspirado una confianza segurísima en que por tu poderosa intercesión me veré librado de los males que me afligen y salvado del abismo insondable de mis miserias. Conozco cuán indigno soy de presentarme ante ti, purísima criatura, yo que soy el más miserable y pecador de los hombres, pero es justamente la constante bondad y misericordia que tuviste para con los más necesitados la que me mueve a refugiarme en ti y en tu poderosa intercesión. Sé que no seré defraudado, sea yo siempre tu devoto predilecto. Amén.

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Festividad de Santa Rosa de Lima, O.P.

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