«Apagón» (un bonito artículo referido a San Martín de Porres)

Ilustración por Félix Hernández, O.P.

Esta tarde, los chavales de catequesis estaban como el tiempo, alborotados, así que la reunión ha terminado con un enfado considerable por mi parte y otra bronca más.

Como la última vez, después me siento muy mal, porque son gente que he ido queriendo cada vez más y también porque me descubro tan impotente e incapaz…

Para colmo, esta noche, mientras trabajaba con el ordenador, se ha ido la luz y, lo que es la ley de Murphy: aunque suelo ir guardando periódicamente lo que hago, esta vez no lo había hecho y se ha perdido todo.

En ese momento sí que me he descubierto, frágil e incapaz… en medio de la oscuridad ¡no sabía hacer nada!

Entonces, he encendido una vela me he puesto a hacer oración. Me he acordado que hoy celebramos a uno de los santos más populares de la Orden: San Martín de Porres, o fray escoba y eso ha hecho que no viviese los sentimientos de inutilidad de una forma nueva.

Actualmente conozco bien la figura y el ejemplo de San Martín, pero lo que siempre recuerdo de él en primer lugar es aquella película en blanco y negro que, acerca de su vida, vi de niño. Creo que, desde entonces, tengo grabadas en el alma aquella bondad y sencillez, sobre todo, la forma en que acogía con alegría las malas palabras y los desdenes que le dirigían.

Aunque, a los ojos de hoy, la peli se haya podido quedar un poco cursi, a mí me ha venido muy bien acordarme de ese “gracias” con el que San Martín respondía a los desprecios.

Porque sentirse pequeño, pobre, débil, incapaz… no es malo, no hay porque vivirlo con angustia… podemos reconocernos así con alegría, porque ahí es donde se descubre mi propia verdad y la del otro ¡así somos!. Y encima es también la actitud en la que se evidencia la grandeza, el poder y el amor de nuestro Dios.

Si continuamos trabajando, luchando, esperando, caminando o amando, no es porque seamos más buenos ni mejores que nadie, sino porque el Señor está con nosotros y Él es quién lo hace todo en cada uno, ¿hay mejor razón para la alegría?.

Mi hermano Martín supo dejar que Dios hiciese inmensamente grande su pobreza; que su amor lo llenara por completo, para darlo todo a todos; desde la pequeñez, pudo ser un feliz servidor de los hombres y mujeres.

A mí esta noche, también me ha iluminado su testimonio. Aunque me dé cuenta de que soy un pobre hombre, aún me falta despojarme de mucho orgullo, presunción y comodidad… demasiado trasto inútil que hay en mi corazón y del que me tengo que deshacer para dejarle espacio a Dios, para que, de verdad, llene mi vida y todo lo que soy…ese es el camino que hay que recorrer con alegría y gratitud, como mi hermano Martín.

Fuente: ilustrandoydios.blogspot.com

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