Un Dios en blanco (poema)

UN DIOS EN BLANCO

Como en el infinito, Dios,
vuelvo a tu *orijen (tu orijen que es mi fin)
y quizás a tu fin, sin nada de ese enmedio
que las jentes te han puesto encima
de tu sola, tu limpia luz.

Y yo no necesito en mí que tú, Dios, seas
ese dechado nulo
que millones de manos,
sin saber lo que hacían, te bordaron,
por modelo, en un cáñamo
que fue limpio, fue limpio.

Una blanca hoja,
reflejo de una mente en blanco,
eres tú para mí, y en ella tú palpitas
con color de mi tiempo, desde aquel niñodiós
que en mi Moguer de España fui yo un día,
hasta este niñodiós que quiero otra vez ser
para morir, el nuevo siempre;
el que el niño comprende como niño,
sin interés ninguno,
como en el infinito, Dios, nuestro infinito.

Yo te puedo cargar con copa plena,
como el árbol del fruto que ya soy,
que yo quisiera descargar y que descargo.

Pero, ¿te he de cargar con mano vieja?
No, no, yo soy el niño último,
tú un Dios en blanco eres;
y no te cargaré con mano impura.

(¡Yo no te descargué con mano impura!)

               Juan Ramón Jiménez

* Juan Ramón Jiménez tenía la peculiar costumbre de escribir con jota las palabras en «ge» y «gi».