Monseñor Óscar Romero, la voz de los sin voz

Mural con el retrato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero (Giobanny Ascencio y Raúl Lemus, 1991. Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador)

Óscar Arnulfo Romero fue un sacerdote salvadoreño, muy querido por su defensa de los derechos humanos y su entrega y compromiso con los más pobres. Nació en 1917 en Ciudad Barrios, en un hogar humilde y cristiano. Siendo joven -un poco tímido pero con afán de superarse- se siente atraído por la vocación sacerdotal, y muy pronto ingresa en el Seminario. En 1942 es sacerdote, caracterizándose por ser un hombre acogedor y de escucha. Amplía estudios y se doctora en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Tras ocupar distintos cargos en la Conferencia Episcopal salvadoreña es nombrado Obispo Auxiliar de San Salvador (1970). En 1974, con el apoyo del Nuncio Apostólico de Roma, es elegido Obispo de la Diócesis Santiago de María.

Su labor encomiable le lleva a ser Consagrado como Arzobispo de San Salvador en febrero de 1977. Sus comienzos resultaron dramáticos con la muerte del también jesuita Rutilio Grande y una situación política del país enrarecida y beligerante; de tal modo que sus pensamientos -teológicos y pastorales- sufrieron un vuelco, aún más si cabe, comenzando a predicar con enorme firmeza y mayor denuedo, siempre en defensa de las familias pobres y oprimidas. Entiende que sin justicia social no hay evangelización completa. El pueblo escuchaba con interés y entusiasmo sus homilías, pero la represión arreciaba contra la iglesia y sus palabras -de denuncia de los abusos del gobierno- no eran bien vistas por el poder político-militar. Hombre profético que supo anunciar la justicia, la paz y la solidaridad, fue candidato al Premio Nobel de la Paz, propuesto por el Parlamento británico en 1978. Además, recibió el «Premio Paz 1980» de parte de la «Acción Ecuménica Sueca».

Monseñor Romero, finalmente, moría vilmente asesinado (en odio por su fe) durante el ejercicio de su ministerio pastoral el 24 de marzo de 1980. Ante el altar, junto a las ofrendas del pan y el vino, su sangre aún caliente por la certera bala sellaría su ofrenda al Señor. Su causa de beatificación se abrió durante el pontificado de San Juan Pablo II, que en varias ocasiones repitió con fuerza: «Romero es nuestro, Romero es de la Iglesia»; y así Dios lo ha querido, la *declaración oficial de beato se producirá este año 2015. Su forma de vida y sus escritos revelan una gran calidad humana y de verdadero compromiso con los más necesitados («Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres», monseñor Vicenzo Paglia). Es uno los hombres destacados del siglo XX, un «mártir contemporáneo» que supo ser fiel y generoso servidor de Jesús, y que se une a otros muchos obispos, sacerdotes, religiosos, que han ofrendado su vida en defensa de los derechos de los desposeídos. Sin duda, con testigos así se engrandece el mundo:

• “El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad.»

• “Puede usted decir si llegasen a matarme que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá sí se convencieran que perderán su tiempo. Un Obispo morirá pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.»

• “Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger” (17.12.78)

• “Hermanos, guarden este tesoro. No es mi pobre palabra la que siembra esperanza y fe; es que yo no soy más que el humilde resonar de Dios en este pueblo» (2.10.77).”

• “…La palabra que a muchos molesta, la liberación, es una realidad de la redención de Cristo. La liberación quiere decir la redención de los hombres, no sólo después de la muerte para decirles «confórmense mientras viven». No. Liberación quiere decir que no exista en el mundo la explotación del hombre por el hombre. Liberación quiere decir redención que quiere libertar al hombre de tantas esclavitudes. Esclavitud es el analfabetismo. Esclavitud es el hambre, por no tener con qué comprar comida. Esclavitud es la carencia de techo, no tener donde vivir. Esclavitud, miseria, todo eso va junto….” (Romero, 1977: 342).

• “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres… así la Iglesia encuentra su salvación.» (Homilía dominical, 11 de noviembre de 1977)

• “¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! No sólo sacrificios, sino iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero.» (Homilía dominical, 11 de septiembre de 1977)

• “La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la conversión.» (Homilía dominical, 24 de febrero de 1980)

(Mons.Óscar Romero)

Romero, un símbolo que representa «la voz de los sin voz»:

Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: «No matar». Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión

Monseñor Romero

Oración

¡Oh! Jesús, Pastor Eterno: Tú hiciste de Monseñor Óscar Romero un ejemplo vivo de fe y de caridad, y le concediste la gracia de morir al pie del altar en un acto supremo de amor a Ti. Concédenos, si es Tu voluntad, la gracia de su beatificación. Haz que sigamos su ejemplo de amor por tu Iglesia, por tu Palabra y la Eucaristía; y te amemos en los más pobres y necesitados. Te lo pedimos por la intercesión de la Virgen María, Reina de La Paz.  Amén.

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Documental sobre la vida y obra de Monseñor Romero (creado por el Arzobispado de San Salvador)

Enlaces

Página de interés: Monseñor Óscar Romero: Biografía, obra, fonoteca, imágenes, enlaces de interés (Biblioteca Cervantes Virtual)

Artículo relacionado: Monseñor Óscar Romero y San Martín de Porres

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*Monseñor Óscar Arnulfo Romero será beatificado en una ceremonia que se llevará a cabo en San Salvador el próximo 23 de mayo, anunció el representante del Vaticano Monseñor Vincenzo Paglia -postulador de la causa del arzobispo mártir- en una rueda de prensa en la capital salvadoreña, donde también confirmó que la ceremonia de beatificación será presidida por el cardenal Angelo Amato.

Iglesia El Rosario (San Salvador, El Salvador)

iglesiaelrosario

La iglesia El Rosario, con un diseño arquitectónico contemporáneo, se ubica en el centro histórico de San Salvador. Su gran artífice fue el arquitecto salvadoreño Rubén Martínez.

iglesia el rosario (san salvador, el salvador)

Una iglesia de cara al pueblo y no en fuga de Dios, dotada de arte y simbolismo en cada rincón.

Letanías

En El Salvador hay una extraordinaria devoción a San Martín de Porres. Aunque la figura de Fray Martín no era demasiado conocida antes de los años 50, si existen noticias de que el Padre Norbert Georges, O.P., entusiasta propagandista de nuestro santo mulato, inició una peregrinación americana -que partió desde EE.UU- y que llegó a visitar la ciudad de San Salvador, entre otras. (Foto Josue Pena)

Diseñada por el insigne arquitecto y escultor salvadoreño Rubén Martínez, y construida entre Noviembre de 1964 y junio de 1971, la iglesia El Rosario de San Salvador, de los Padres Dominicos, es un patrimonio religioso de los salvadoreños, no sólo por su diseño moderno -enriquecido con influencia europea y única a nivel del continente- sino también por la experiencia espiritual que se vive en su interior. Descubriéndonos que también el arte contemporáneo puede crear atmósferas adecuadas para la oración y el silencio. Una obra tan polémica y desafiante que tuvo que ser supervisada por el Papa Juan XXIII, quien la apadrinó en 1962 como un experimento previo del revolucionario Concilio que se avecinaba.

La sala principal otorga una sensación de grandiosidad envolvente y transformativa producida, no solamente por la amplitud sino, principalmente, por la ordenada filtración de luz, con exquisitos matices de los vitrales -obra del artista dominico Fray Domingo Iturgaiz-. Destaca sobremanera, conmovedora y exquisita, las catorce estaciones de la pasión de Cristo hechas de piedra y hierro. El conjunto interior de la Iglesia El Rosario se complementa con imágenes de La Virgen del Rosario, Santo Domingo de Guzmán, Santa Lucía, San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima o el Santo Entierro. También en su interior se encuentran los restos del prócer José Matías Delgado, quien diera el primer grito de independencia de Centroamérica. En definitiva, nos encontramos ante un monumento a la sinceridad, el recogimiento, la contemplación y la humildad.

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Dominicos en Centroamérica

Monseñor Óscar Romero y San Martín de Porres

Retratos de Monseñor Óscar Arnulfo Romero (J. Puig Reixach, 2012) y de San Martín de Porres (Blanca Chávarri, 1964).

*Monseñor Romero y San Martín de Porres

Si bien es cierto que Monseñor Óscar Romero y San Martín de Porres (1579-1639) coinciden en el amor por los pobres, a primera vista pareciera que sus modus operandi son totalmente contrarios. Monseñor Romero denunciaba el atropello sistemático a los derechos de los pobres, mientras que el Santo de la Escoba “nunca planteó reivindicaciones sociales ni políticas” y se limitó a practicar la caridad de manera particular. Los devotos de Fray Martín cuentan que curaba a enfermos, levitaba, poseía dones de bilocación y clarividencia, y hasta hablaba con los animales, mientras que los seguidores de Mons. Romero advierten que no se trata de un “santo milagrero”. (Sobrino, El seguimiento de Monseñor Romero, Proceso, 9 de febro de 2005). En fin, parecería que es como el comparar el día y la noche. La primera indirecta de que podría haber una mayor comunalidad entre los dos surge en las palabras pronunciadas por el Beato Juan XXIII durante la canonización del venerado santo mulato hace cincuenta años. “Hay que tener también en cuenta” —dijo el pontífice— de que Fray Martín, “siguió caminos, que podemos juzgar ciertamente nuevos en aquellos tiempos, y que pueden considerarse como anticipados a nuestros días”. (Homilía de Canonización, domingo 6 de mayo de 1962). El papa Pío XII lo declaró Patrono de la Doctrina Social y el mismo Mons. Romero predicaba que, “el mensaje de San Martín”, es que “no son las posiciones altas, privilegiadas, las que atraen las bendiciones mejores del Señor, sino las almas humildes que…saben hacer de su escoba, de sus quehaceres más humildes o grandes, el instrumento de su santificación”. (Hom. 6 de nov. de 1977).

De hecho, solo para poder ingresar a la orden de los dominicos como hermano pleno, el Fray Martín tuvo que romper esquemas: su origen racial y estado de hijo ilegitimo era un fuerte impedimento en aquella sociedad tan rígidamente ordenada. Es más: “A pesar de la biografía ejemplar del mulato Martín de Porres, convertido en devoción fundamental de mulatos, indios y negros, la sociedad colonial no lo llevaría a los altares”. (La Primera, supra.) Pasarían 198 años antes de su beatificación y 323 antes de su canonización, que no se dio hasta los tiempos del Concilio Vaticano Segundo y del movimiento de derechos civiles para los Negros en Estados Unidos. (Orsini. Esa larga espera bien pudiera sernos instructiva a los seguidores de Mons. Romero para que seamos más comprensivos con estos procesos). El papa Juan retomó el hecho al declararlo santo: “juzgamos muy oportuno el que este año en que se ha de celebrar el Concilio, sea enumerado entre los santos Martín de Porres”. (Homilía, supra.)

La relevancia de San Martín no se limita ni a los siglos de la Colonia como tampoco a aquella época conciliar, sino que sigue vigente para nuestros tiempos. En el marco del 50 aniversario de su canonización, el Papa Benedicto XVI pide “que interceda por los trabajos de la nueva evangelización”. (Oración «Regina Cæli», 6 de mayo del 2012). El mismo pontífice también elogió la labor de Mons. Romero en la evangelización cuando habló del estímulo a los sentimientos religiosos del pueblo que el mensaje cristiano haya sido “predicado también con fervor por pastores llenos de amor de Dios, como Mons. Óscar Arnulfo Romero”. (Discurso a los Obispos Salvadoreños, 28 de febrero de 2008). Cuando este “amor de Dios” fue puesto a prueba, tanto Mons. Romero como San Martín de Porres respondieron en voz clara y sin ambigüedades. Ya sabemos que Mons. Romero hablo de manera profética, pero ¿qué de San Martín?. Al ser acusado por desobediencia cuando desafió la prohibición de sus superiores de abrir un nuevo albergue para enfermos por peligro de contagio, el fraile mulato supo responder, “contra la caridad no hay precepto, ni siquiera el de la obediencia”. (Vicaría «San Martín de Porres»).

Tanto Mons. Romero como San Martín encontraron el rechazo y la humillación, tristemente en su propia Iglesia. El fraile mulato “perdonaba duras injurias”, nos dice el Papa Juan. (Homilía, supra.). Otros autores detallan cuan duras: en una ocasión, un religioso lo llamó un “perro mulato” en presencia de otros. (Vicaría, Op. Cit.). Tal era la discriminación racial de aquella época que nadie cuestionó el rechazo del novato Martín cuando trató de inscribirse en la orden de Santo Domingo, pese a que su padre, Juan de Porres, era un noble español perteneciente a la Orden de Alcántara y descendiente de cruzados. No obstante tan ilustre estirpe por el lado paterno, Martín fue aceptado solamente como un “donado”, y fue asignado los oficios más bajos y humillantes. (Ibid.) Por su parte, Mons. Romero no enfrentó un mal trato racial, sino que ideológico. Fue acusado afuera y hasta adentro de la Iglesia de tendencias marxistas, de fomentar el odio de las clases, de hasta de agitar a la violencia, pese a su insistencia de que solo lo motivaba “la violencia del amor” (Hom. 27 de nov. de 1977). La voluntad de permanecer al lado de los pobres y marginados bajo esas adversas circunstancias abona la santidad de los dos hombres. San Martín tomó su opción, asumiendo el rol de “hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres”. “Proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los débiles”, nos dice Juan XXIII, “favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad”. (Homilía, supra.) Por supuesto, Mons. Romero asumió también un rol protagónista a favor de los más pobres.

Si bien el oficialismo demoró bastante en canonizar a San Martín de Porres, la aceptación a nivel popular ha sido inmediata por toda la América Latina desde que la devoción ha sido promovida por la Iglesia. De hecho, el santo peruano ha tenido mayor aceptación en El Salvador, donde las Obras Fray Martín de Porres fueron fundadas en 1956—aún antes de su canonización—con el fin de ayudar espiritual y materialmente a las personas más necesitadas del área de San Salvador. Los coordinadores de las Obras consideran a San Martín “uno de los santos más conocidos y venerados en el país”. Y el mismo Mons. Romero constató la “forma típica” en que la fiesta de San Martín de Porres se celebra en El Salvador: “muchos niños vestidos de Fray Martín, como dominicos con su escobita y muchas niñas, vestidas de Santa Rosa de Lima -qué cosa más simpática- habían preparado una confirmación de jóvenes, junto con el P. Roberto, las Hermanas Religiosas Dominicas y las Religiosas Belgas” (Hom. 5 de nov. de 1978). Su imagen ha sido difundida masivamente por la cultura popular, en telenovelas, y hasta adaptado para un video musical de la cantante Madonna. Taraborrelli, Madonna: An Intimate Biography. Simon and Schuster, Nueva York (2002) pág. 173. Sin embargo, Mons. Romero insiste en que las insignias de la Iglesia, como San Martín, no pueden ser arrebatadas y que, lejos de las intrigas del mundo, “la Iglesia es esta comunidad, comunión de amor, comunión de fe, vida, esto es lo que quiere la Iglesia”, dice monseñor. (Hom., supra.)

Ahora hace falta reclamar la imagen de Mons. Romero como propiedad de la Iglesia que ha sido tomada por otras fuerzas y que es necesario regresar a su lugar propicio.

*Fuente del texto y enlace recomendado: polycarpi.blogspot.com.es

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Más información sobre Monseñor Óscar Romero y su causa de canonización, AQUÍ