Nacimiento de Dios

Nacimiento de Dios

Y Tú, Señor, naciendo, inesperado,
en esta soledad del pecho mío.
Señor, mi corazón, lleno de frío,
¿en qué tibio rincón lo has transformado?

¡Qué de repente, Dios, entró tu arado
a romper el terrón de mi baldío!
Pude vivir estando tan vacío,
¡cómo no muero al verme tan colmado!

Lleno de Ti, Señor; aquí tu frente
que vuelve a mí sus múltiples espejos
y abrillanta mis límites de hombre.

Y yo a tus pies, dejando humildemente
tres palabras traídas de muy lejos:
el oro, incienso y mirra de mi nombre.

                     José García Nieto