Mendigo
Y él dijo: «Siempre voy sereno,
aunque el guijarro afile dagas
y los zarzales sus anzuelos.
El oído en la estrella y en las piedras.
Recibir el colchón, mirando a Venus,
cuando se embruja toda polvareda.
Mi vieja provisión de envidia
la fui arrojando antes las flores
y entera se quedó en la serranía».
* * *
En mi silencio hay un tumulto
liberador que no reprimo.
¡Los pobres ojos me los lleva
detrás de su alma este mendigo!
Ángel Acosta
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