Las calles -fragmento-

Las calles  ∼fragmento∼

Estas calles amables tienen un gesto amigo.
Mi calle me conoce. Cuando vuelvo a su abrigo,
los árboles se mueven con largos movimientos
pausados, y las hojas, donde musita el viento
su oración musical, dormidas bajo el rayo
del sol, me dan sus sombras en un largo desmayo.

Sus casas, blancas, tienen un aire de pureza,
un aire humilde y bueno, que reconforta y pesa
tan blandamente… Calles con aire provinciano,
tranquilas, silenciosas…
Como de un mar lejano,
la voz atormentada de la Ciudad. La vida
fluye, corre, se pierde, sin rumor, recogida
como en meditación.
Aquí se aquieta el ansía,
y una mano de seda, bañada de fragancia,
resbala, adormeciendo los nervios, largamente…

Estas calles amables!… Bajo su sombra, siente
mi espíritu una inmensa quietud. En sus ventanas
la luz tiembla con algo de una mirada humana;
y sus puertas humildes se abren tan cariñosas,
como si se animaran, y hasta se tornan rosas
las espinas que os hieren.
Y en estas calles buenas,
maternalmente buenas, ni recuerdo que hay penas,
y cuando en las entrañas traigo el horror del Centro
parece que estas calles me salen al encuentro!…

En su iglesia, más pobre que una ermita aldeana,
he vuelto a ver el rostro de la Fe, tan lejana,
y en la voz temblorosa de la vieja campana,
el rumor de las preces de mi edad más temprana.

                            * * *

Solloza largamente la oración de la esquila,
y se hunde en el silencio de la tarde tranquila…
Se oyen voces de niños, la tristeza de un piano,
el temblor de las hojas y un rumor muy lejano…

Ha venido la noche y ha encendido la gracia
de sus ojos de estrellas.
Trémulan las acacias
sus incensarios blancos. Todo el aire está lleno
de perfume y de paz.
En el fondo sereno
de los muros, anuncian las ventanas la santa
comunión del hogar.
Y la calle me encanta
con sus tímidas luces, con sus sombras amables,
sus árboles fragantes y su amor inefable…

Y en estas calles buenas, maternalmente buenas.
mis heridas se cierran y se olvidan mis penas…

Carlos R. Mondaca

La Cruz

La Cruz

En lo alto del monte la Cruz, y pendiente de la Cruz, el Hombre-Amor. Decía un ilustre hijo de la Iglesia que la Pasión de Jesucristo ha de ser por todos los siglos fuente de vida para el mundo. En la Cruz se enseña con la lección sublime del Justo que muere, que da el divino ejemplo de la Redención.
La Religión y el recuerdo del grandioso misterio del Gólgota llevan al pueblo cristiano a la Casa de Dios, para oír de los labios del Sacerdote el relato de la vida de Jesús, que le dice al hombre como se vence con humildad, como se redime con dolor.
La obra de la Redención tiene un símbolo que no desaparecerá jamás, símbolo hermoso, sencillo, como todo lo verdaderamente grande: La Cruz. Aquí es donde se encuentra la única racional enseñanza del alma: la caridad, el perdón y el sacrificio.
La mano del hombre la forma casi espontáneamente y ella es la más firme representación de las promesas que se hacen, es el testigo de las conciencias honradas. Por sí sola lleva al corazón y al pensamiento impresiones dulces e ideas nobles.
En los días de Semana Santa, en esos días magnos, se nos viene a la memoria el cuadro más grandioso, más patético y conmovedor que la humanidad ha visto: el de una Madre que llora al pie del Santo Madero la muerte del hijo inocente y santísimo, coronado de espinas, que devuelve a sus verdugos, a cambio del suplicio, miradas de perdón y de su amor infinito e inextinguible. Así la pasión de Cristo se acrecienta y se centuplica reflejada en lágrimas de María.

Antonio Férnandez (Icod de los Vinos)
Heraldo de Orotava, marzo de 1923.

* * *

¡Pobre Madre!
(La Virgen María al pie de la Cruz)

Al pie del madero santo,
sola, triste y afligida,
ve morir al que es su vida,
desecha en amargo llanto.
¡Pobre Madre! Tu quebranto
grande como el mar, de duelo
viste la tierra y el cielo,
y al eco de tus gemidos
mi alma y corazón heridos
gimen con gran desconsuelo.

        Augusto Olangua, C.M.F.

Imagen ilustrativa: «Crucifixion», de Carl Bloch Heinrick.

Sonetos a la Virgen María

El Nombre de María

Su embajada de luz dice la rosa
para anunciar el nombre de María.
Y por el aire de la profecía
pasa el juguete de la mariposa.

Es la luz de la boca que se posa
sobre la rosa de la letanía,
y es la alegría del Avemaría
de la mañana misericordiosa.

Es la alegría de llorar con ella
su llanto claro en la temida suerte,
frente al milagro de la misma estrella.

Y es la esperanza de perder la vida
para entrar por el bosque de la muerte
con su rosa en la mano renacida.

          Ignacio B. Anzoategui

* * *

Al gozo de Nuestra Señora cuando se supo Madre de Dios

Igual que la caricia, como el leve
temblor del vientecillo en la enramada,
como el brotar de un agua sosegada
o el fundirse pausado de la nieve,

debió ser, de tan dulce, tu sonrisa,
oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada,
al sentir en tu entraña la llegada
del Niño Dios como una tibia brisa.

Debió ser tu sonrisa tan gozosa,
tan tierna y tan feliz como es el ala
en el aire del alba perezosa,

igual que el río que hacia el mar resbala,
como el breve misterio de la rosa
que, con su aroma, toda el alma exhala.

                     Rafael Morales

* * *

Oración

Bella flor de pureza inmaculada,
A del jardín del Señor divino anhelo,
pasionaria sublime que del Cielo
al dolor fuiste ya predestinada;

ese llanto que nubla tu mirada,
de infinita congoja sin consuelo;
flores hace brotar del duro suelo,
y es rocío del alma atribulada.

¡Quién pudiera, Señora, tu calvario
compartir noche y día en dura vela,
como lámpara viva del Sagrario,

y, siguiendo, al morir, tu pura estela,
conservar cual preciado relicario,
una lágrima tuya en la escarcela!

                    Anónimo

* * *

Asunción

Alas de luz suavísima y serena
y Ángeles que rodean tu cintura
te llevan dulcemente hacia la altura
que ambicionan el ave y la azucena.

Virgen y Madre, si de gracia plena,
fuiste también colmada de amargura;
y respondiste a cada desventura
con el temblor de una mirada buena.

Repetida orfandad nos acongoja
después de tu asunción; su sangre roja
verterán los Apóstoles cristianos.

Mas consuela el dolor de tu partida
pensar que desde hoy, su frente herida
descansará Jesús entre tus manos.

                      Arturo Benet

* * *

Ave Maria Gratia Plena

Eres, Madre de Dios, triste, llorosa,
Madre del Hombre que en la Cruz perdona;
diadema de puñales te corona
el corazón de «Mater dolorosa».

Eres, Madre del Hombre, venturosa
Virgen en la que Dios se nace persona,
y en tu pecho de nácar se sazona
la Trinidad del Ser: ¡seda en la rosa!

Dios te salve María, madre nuestra,
que a la diestra del Padre, eternamente,
abogas por tus hijos pecadores.

Ya tu Calvario al corazón le muestra
cómo te ha de llamar, humildemente,
Nuestra Señora -Tú- de los Dolores.

                          Anónimo

* * *

Soneto en la dulzura innumerable de María

Es dulce tu puñal, dulce María,
y su punta me hirió tan dulcemente,
que la quiero clavada eternamente;
deme dolor la dulce Poesía.

Hiéreme más, oh dulce Madre mía,
hiéreme el pecho, hiéreme en la frente,
que a más puñal tu mano inmensamente
versos en luz eterna me daría…

Oh Madre dulce, el lírico secreto
del puñal que me hiere y me da vida
hácese ya dulzura de soneto

por el dulce milagro de la herida.
¡En tu panal, oh Madre —graves, tersos—,
mi Vía-Crucis de catorce versos!

              Luis Doreste Silva