Señor de Magdalenas
¡Oh, Señor de la Cruz y del madero,
que trajiste a los hombres su destino:
ante mí el árbol tuyo ya crucero
llegó, Señor, me señaló un camino;
camino cierto, infancia que prefiero,
oh, Señor de los pobres y pasivos
y lisiados, Señor sepulturero
de los resucitados, de los vivos…
Me acerco a Ti sin rezos ni amargura,
—Señor de Magdalenas, prisionero
de soñadores, puerto en la negrura,
dador de piernas y ojo en el sendero—,
para que llenes mi vida futura
de amor y olvido y seas mi asidero.
José Quintana S.
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