Cristo, Rey desde la fe

Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.

Hoy celebra la Iglesia —escribía don Joaquín Artiles en su inolvidable «Cristo en la calle»— la fiesta de Cristo Rey, el reinado de Cristo sobre las almas y sobre los cuerpos, sobre los cielos y sobre la tierra, sobre el mundo entero. Un reinado sin altivez, manso y humilde, que penetra suavemente en los corazones y los transforma, que impregna lentamente las inteligencias y las domina. Reinando sobre nuestro querer y nuestro entender, sobre nuestros instintos, sobre nuestras pasiones, sobre nuestras generosidades para premiarlas y sobre nuestras infidelidades para esterilizarlas.

Hoy es día de triunfos y de glorias; hoy es día de vítores del corazón y de aplausos y de sumisión de todas las voluntades. Porque hoy es un Día Universal en que la Iglesia proclama los derechos de Cristo a reina sobre toda la creación, sobre todos los seres racionales y sobre todos los latidos de todos los corazones. Es un derecho universal en la geografía y en el tiempo. Es un derecho sin mediatizaciones y sin fronteras, absoluto, ilimitado, único. Es un derecho sobre todos y cada uno de los hombres, queramos o no queramos, lo admitamos o no.

Pero este derecho exige unos deberes que Dios ha fiado a nuestra frágil libertad humana. Y aquí es donde puede fallar, y de hecho falla, el reinado de Cristo. Cristo no reina en muchas almas. Son muchas las inteligencias rebeldes que no se dejan alumbrar por las claridades del Evangelio de Cristo. Son muchos los pechos que anidan las víboras del pasado. Son muchas las pasiones sin ataduras, los Instintos sin encauzar. Nuestro cuerpo, muchas veces, no es propiedad de Cristo. Nuestra alma, muchas veces, divaga por regiones que están muy lejos de la soberanía de Cristo. Somos como islotes rebeldes enclavados en la geografía del reino de Cristo…

Cada vez que incumplimos uno de sus mandamientos nos afianzamos en una rebeldía absurda y suicida. Cada uno de nuestros pecados es un grito subversivo… Humillemos hoy nuestra inteligencia hasta los pies de este gran Rey. Inclinemos nuestra voluntad ante su querer. Sometamos nuestras pasiones a su imperio. Cristo en todo nuestro ser y nuestro obrar. Cristo siempre y en todo.

P. José Cabrera Vélez¹.

* * *

Cristo Rey

Por ser Hijo de Dios, Verbo encarnado,
porque en la cruz fue tuya la victoria,
y porque el Padre te vistió de gloria
con la luz del primer resucitado.

Por eso eres, Jesús, Rey coronado,
señor y Pantocrator de la Historia,
libertador de noble ejecutoria,
triunfador de la muerte y del pecado.

Ya sé que no es tu Reino de este mundo,
que es sólo dimensión de algo interior,
-lo más cordial del hombre y más profundo-
donde te haces presente y seductor;
allí donde tu encuentro es más fecundo,
allí donde tu Reino se hace Amor.

            P. José Luis Martínez, SM.

¹. El Eco de Canarias, noviembre de 1982. Extracto de artículo.

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