Nuestra Señora de la Soledad de la Paloma

Cuadro Nuestra Señora de la Paloma

Virgen de la Paloma

¡Virgen de la Paloma, casta y buena; sois de todo mortal tierno consuelo…!

La entrañable historia tiene su origen en los últimos años del siglo XVIII, concretamente en 1787, en la Villa de Madrid. Un grupo de chiquillos encontraron un cuadro de la Virgen de la Soledad entre los leños apilados en una tahona de la vecindad. Una humilde vecina de la calle de La Paloma, María Isabel Tintero, al verlo en manos de los niños —que lo usan inocentemente para jugar— y temiendo que fuera dañado de manera irreversible, lo pone a salvo comprándolo por unas pocas monedas. Era una copia, en aquella época muy popular, de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad del Convento de la Victoria (demolido con la desamortización de Mendizábal y que pertenecía a la Orden de los Mínimos, congregación fundada por San Francisco de Paula). Una vez restaurada la pintura, la coloca en la portería de su propia casa. Una noche, Doña Isabel buscando consuelo a sus penas se postra ante el cuadro y comienza a rezar. Entonces, un resplandor aureola la imagen de la Virgen y la piadosa mujer queda en éxtasis durante horas, desapareciendo la causa de sus pesares.

El marqués de Casa-García Postigo, alcalde de Madrid, refirió el hecho por escrito en 1791, informando que «... resulta que la expresada Isabel Tintero, mujer de Diego Charco, de ejercicio cochero, viendo a principios del año 1787 que unos muchachos llevaran arrastrando como por juguete un lienzo de Ntra. Sra. de la Soledad, lo arrebató de las manos de aquellos, lo hizo retocar y lo colocó en marzo del propio año en el portal de su misma casa, y esmerándose en su culto, le ha promovido con tanto fervor que ha conseguido extender su particular devoción; de modo que se hallan alumbrándola varios faroles y lámpara a expensas de personas de primera clase, además de las muchas velas que la devoción de los fieles la presentan, reconocidos a los singulares beneficios que dicen haber conseguido ellos por intercesión de esta su Poderosa Madre, y en señal de este reconocimiento se ven las paredes de la actual Capillita llenas de presentallas. (…) A impulsos de esta devoción se reza el Rosario todas las noches ante esta santa Imagen, cubriendo el Concurso gran parte de la calle…».

En aquella época se había producido un cierto abandono en las prácticas religiosas, pero gracias a este humilde lienzo —que logra acercarse al alma entristecida de la virgen, transmitiéndonos un vivo sentimiento de ternura— mucha gente comienza a recuperar su fe (“Le dio a Madrid la Virgen su retrato como un mensaje de cariño grato que trae de su dolor el suave aroma. Y el pueblo se ve favorecido en requiebro de amor hondo y sentido…”, escribiría acertadamente el poeta). Los fieles, cada vez más, se congregan a rezar el rosario. Muy pronto se le comienzan a atribuir cualidades milagrosas a la imagen de Nuestra Señora de la Paloma; su fama y admiración van creciendo por la ciudad. La Reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, pide la curación de su pequeño hijo enfermo: Fernando VII, futuro rey de España. Y la virgen lo sana. En agradecimiento, se levanta la primera capilla en 1796. Desde entonces, la devoción continúa aumentando con los años. Finalmente, en marzo de 1912, se inaugura la actual iglesia —en sustitución de la antigua capilla— que hoy en día sigue custodiando aquella imagen que Isabel Tintero rescató del olvido y de su definitiva pérdida. Aunque todo el mundo la conoce popularmente como la Iglesia de la Paloma su nombre oficial es el de Parroquia San Pedro el Real.

El cuadro permaneció oculto desde 1936 hasta 1939 —período de la Guerra Civil de España—, salvándose de su posible destrucción. Ante esta bendita imagen de la Virgen Santísima acuden las embarazadas y las madres a presentar a sus hijos pequeños y a pedirle su amparo y protección. Es también la Patrona de los Bomberos madrileños. Cuenta la tradición que un voraz incendio en la Plaza Mayor no terminó de sofocarse hasta la llegada del cuadro de la Virgen de la Paloma. Es, ciertamente, una advocación muy querida por los madrileños y reconocida como patrona «oficiosa» de la villa. En este sentido, el escritor Francisco Azorín acertó a decir: “La Virgen de la Paloma no es patrona de Madrid, pero sí reina plenamente en muchos corazones humildes que habitan la villa”.

Virgen de la Paloma3

La Virgen de la Paloma

«De la fe madrileña
vivo reflejo,
que entre sombras y nubes
luciente asoma
allá, en un rinconcito
del Madrid viejo,
tiene su altar la Virgen
de la Paloma.

Aunque apartada y triste,
la estrecha calle
no asusta al que en su Virgen
busca consuelo;
que así son los caminos
que desde el valle
entre zarzas y espinas
suben al cielo.

La imagen es tan bella
como sencilla;
el templo es pequeñito,
pobre y austero,
y allí la fe cristiana
radiante brilla,
y allí cabe el cariño
de un pueblo entero.

No es la artística talla
la que se adora,
ni la rica diadema
de luz brillante:
¡Una Madre Divina
que sufre y llora,
con copia en el lienzo
tiene bastante!

No busca que por rica
se la venere;
que las vírgenes huyen
de la riqueza.
¡Cuanto más pobrecitas
más se las quiere
y, cuanto más humildes,
más se las reza!

A ofrecerla sus cruces
va allí el soldado
a que bendiga el premio
de sus hazañas;
y allí imploran las madres
su amor sagrado
presentándole al hijo
de sus entrañas.

Allí no existen clases,
rangos ni cunas;
y van con las duquesas
las menestrales.
¡Con un hijo en los brazos
todas son unas!
¡A los pies de la Virgen,
todas iguales!

Jamás niega al que sufre
su influjo raro;
su imagen es del alma
divino espejo,
y por eso la gente
busca su amparo
allá en un rinconcito
del Madrid viejo.

Dicen que obra milagros
y obralos puede,
que el amor, a sus ojos,
piadoso asoma.
¡Todo lo que le pido
me lo concede
y es mi Virgen la Virgen
de la Paloma!»

                             José Jackson Veyán.

Virgen de la Paloma

A la Virgen de la Paloma

Así decía la Señora Encarna,
con tono de amargura y de tristeza,
al verse ya vencida por los años,
muy angustiada, a Soledad, su nieta:
—Siendo mu joven aún, perdí la vista;
tu abuelo, entre metines y entre huelgas,
no traía un jornal, y entonces tuve
que ira a implorarles a las almas buenas
una limosna, y a la ermita fuime
de la Paloma, colocá en su puerta,
a suplicarle al que en la ermita entrara
¡una limosna pa la pobre ciega…!
No t’avergüences, no; no t’avergüences,
que, mal que bien, con las limosnas esas
os mantuve; tú ya ties un oficio;
ya te he puesto, hija mía, en la vereda
de que ganes el pan honradamente.
Tú eres el capullito que ahora empieza
a entreabrirse a la vida; yo, la flor
marchitada y deshecha;
tú, la mocita alegre y vivaracha,
la alondra mañanera,
que al taller va cantando; yo, la pobre
anciana que no puede con sus piernas,
que ya no vuelve al templo de la Virgen,
donde pasó, bien mío, su existencia.
Yo te pido, hija mía, que en mi nombre,
y al irte siempre p’al taller, la veas,
y digas: “Mi abuelita ya no puede
venir a verte, y vengo por mi abuela…!”
Quiérela siempre como yo la quiero;
pon, nietecita mía, tu fe en Ella,
qu’es tanta su bondad y su hermosura,
que con mirarla encuentras
alivio a tus pesares. Es mi Virgen,
mi Virgen madrileña,
Reina y Señora de los barrios bajos,
venerada morena,
que allá, en un rinconcito muy humilde
del Madrid popular, tie su vivienda.
Rico trono es su altar, que lo perfuman
las rosas y la albahaca verbenera.
Yo, que hace muchos años no la veo,
pues de tanto sufrir me quedé ciega,
entro en el templo de la Virgen mía
y la veo sin verla,
y sin que m’hable escucho lo que dice,
y dialogo con Ella.
¡Son tan dulces, mi vida, sus palabras,
y a mis oídos llegan
tan milagrosamente, que parece
que cuando las escucho me consuelan!
Los príncipes, los reyes y los pobres,
todos van a su templo y la veneran;
las madres, a ofrendarla sus hijitos;
la mujer del torero, con su vela,
pa que luzca durante la corrida
y pa que ileso su marido vuelva.
La madre, que la pide fervorosa
por el hijo que lucha allá en la guerra.
La mujer, pa que quite de los vicios
al marido; la moza pinturera,
a pedirla un buen novio que la lleve
cuanto antes a la iglesia;
el chavalín, que aprende a santiguarse
ante la Imagen bella;
el mocerío del alegre barrio,
que acude al repicar a la verbena,
su primera visita es pa la Virgen;
después, a ahogar en vino sus tristezas.
Los príncipes, los reyes y los pobres,
todos van a su templo y la veneran.
Virgen de la Paloma, Virgencita,
mi Virgen madrileña,
Reina y Señora de los barrios bajos,
venerada morena,
en un escapulario, y en mi pecho,
siempre te llevaré, Virgen excelsa.

…………………………………………………

Yo te pido, hija mía, que en mi nombre,
y al irte siempre p’al taller, la veas,
y digas: “¡Mi abuelita ya no puede
venir a verte, y vengo yo por ella!”

                                  Antonio Casero Sanz

* * *

Vídeo: Himno de la Virgen de la Paloma (F. Palazón)

Enlace: Oración y Novena a la Virgen de la Paloma

¡Virgen Santísima de la Paloma!, ampáranos y guárdanos siempre para tu servicio y nuestra felicidad. 

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