A la Virgen del Pino
El manto de la noche tachonado
con brillo de infinitos luminares
se extiende en derredor de tus altares
alfombrando tu Trono perfumado.
De silencio tu monte coronado
hay paz augusta en los tranquilos lares
y al correr de los tiempos los azares
se acrecienta tu culto venerado.
Con las luces primeras de la aurora
de amor se inflamarán los corazones,
y en las cumbres ingentes que el sol dora
las aves piarán sus oraciones.
Tu esquila desmayando de emociones
despertará a tu pueblo que te adora,
y en tu templo con paso presuroso
desgranarán sus rezos rumorosos.
Cante ya Teror
su linda folía
de amor a María
al pie de su altar.
Y al Niño Divino
María del Pino,
que riendo está,
rezad con fervor.
Baja Virgencita
hollando el azul
ceñido de gasa
de seda y de tul.
Baja Princesita
Reina del Amor
pues te necesita
tu amado Teror.
Pasea tu gracia,
da tu bendición,
de toda desgracia
libra al corazón.
El órgano resuene estremecido
cuando vuelva tu imagen sacrosanta,
y a compás de la música el latido
de los pechos de muchedumbre tanta.
Sube Virgen del Pino ya a tu Nido
dulce Paloma en hornacina Santa,
y en aqueste feliz cincuentenario,
rézale una vez más, Pueblo Canario.
Félix Idoipe, “A la virgen del Pino” (en el cincuentenario de su coronación)
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