Sólo Dios basta
La historia de Rafael Arnáiz, del Hermano Rafael, es de esas que tocan el corazón y dan a las cosas su auténtico valor, más allá de la frivolidad de las personas.
Rafael, estudiante de Arquitectura, es el prototipo bueno del joven rico; es el modelo del intelectual que busca a Dios. Como un nuevo Agustín de Hipona, este muchacho dejó todo para seguir a Cristo; como otro Juan de la Cruz, abandonó la sabiduría de los hombres para abismarse en la contemplación de Dios, única y plena sabiduría; repitiendo los pasos del también trapense Thomas Merton, escribió desde la soledad de Dueñas su particular montaña de los siete círculos, montaña impregnada de dolor físico, de muerte prematura y a la vez de exaltación amorosa, de esa plenitud de felicidad que sólo conocen los que han hecho de la amistad de Dios su mayor tesoro.
Recuerdo al Hermano Rafael por dos motivos: porque me impresionó de adolescente, cuando supe que había dejado la Universidad para consagrarse a Dios, e incluso su ejemplo me sirvió a mi en cierto modo de orientación; y porque Martín Descalzo le quería una barbaridad. No puedo olvidar lo ilusionado que estaba José Luis con que el Hermano Rafael lo curara, con que fuera un milagro suyo el que le salvara de la diálisis y de la muerte que le acechaba, y que ese milagro hubiera podido servir para llevar a los altares a su admirado monje.
Pero de todos los sentimientos que me asaltan ahora, lo que deja un poso más fértil en mi alma, es recordarle como modelo de la elección de Dios. Me imagino a Rafael dejando los libros para entrar en clausura dejando futuros proyectos, y me lo imagino repitiendo gozoso, incluso en medio de la enfermedad, la oración de Santa Teresa: «Sólo Dios basta».
Dichoso tú, Rafael; dichosos contigo todos aquellos que han sabido descubrir en qué campo estaba escondido el verdadero tesoro y fueron capaces de vender todo lo demás para comprarlo.
Santiago Martín
Tu «Sólo Dios» fue todo tu destino
y ése es el lema que llenó tu vida.
Tan solo a El estaba el alma asida
cubriendo de este modo tu camino.
Es cierto: Dios te diseñó ese sino,
la senda por ti luego recorrida.
En toda la existencia así vivida,
huiste de cualquier mal desatino.
Cruel enfermedad, que hasta la Cruz
de morir, si hacer tu profesión,
sufriste con paciencia y alegría.
Ayúdanos a coger cada día
la nuestra, que nos lleve hasta la luz
y allí tenga su fin nuestra pasión.
José A. Carbonell
Teresa y Rafael en comandita
acertaron a ver la trascendencia
de un Dios, que a cada hora, se evidencia
en el céfiro etéreo que musita…
Su empuje desde adentro se acredita,
y quien todo lo alcanza, la paciencia,
y cada instante es la mejor ciencia,
que da la hora y marca cada cita.
En la cocina y entre los pucheros
y con los libros en la estantería,
y en la labor del campo y de los aperos…
Y presidiendo siempre está María,
que marca las trochas y senderos,
y la velocidad en la autovía…
Cruces de algarabía,
se aclaran en silencio de clausura
¡con gracia singular y galanura!
Germán Lezcano, OCD.
Del boletín informativo San Rafael Arnáiz Barón, nº 181 (Julio – Diciembre 2014)
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San Rafael Arnáiz fue uno de los patrones de la Jornada Mundial de la Juventud 2011 (Madrid). Su testimonio de vida es todo un ejemplo para los jóvenes, tal y como señaló el Papa Juan Pablo II, en Santiago de Compostela (JMJ 1989). De familia acomodada, gozaba de una buena posición social y le aguardaba un futuro prometedor como arquitecto. Sin embargo, a los 23 años dejó sus estudios en la Universidad para ingresar como monje de clausura en el Monasterio Cisterciense de San Isidro de Dueñas, en Palencia. Pronto se dio a conocer por su hondura espiritual y sus milagros.
San Rafael Arnáiz Barón, Hermano Rafael. Monje trapense (Orden Cisterciense)
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