La caridad universal de Fray Martín

caridad universal

Su demostración de caridad ha traspasado los límites del tiempo y del espacio.

En el concepto de Fray Martín el tiempo era un artículo de lujo. Para él significaba momentos preciosos en los cuales podía ejercer la caridad en múltiples formas. Es de admirar la diversidad de sus obras de caridad, su constante trabajo, y el éxito sorprendente que conquistaban sus humildes esfuerzos. El éxito de su apostolado entre los pobres puede atribuirse en gran parte a que, por inspiración del Todopoderoso, se daba por entero de todo corazón a toda obra de caridad de que tuviera noticia. La vida de Martín es la contestación, por demás convincente, a aquellos que arguyen que no se dedican a realizar obras de misericordia espirituales y corporales porque carecen tiempo suficiente para ello. Martín desde luego, era absolutamente desprendido; nunca se tomó a si mismo en consideración cuando de hacer algún bien se trataba. La miseria en cualquier forma constituía para él una llamada urgente a su compasivo corazón. Su corazón ardía en una sed insaciable para mitigar el dolor; y no argüía, como haríamos muchos de nosotros, que estaba sobrecargado de trabajo y que sus responsabilidades religiosas y múltiples deberes le impedían en absoluto ejercer la caridad. Por el contrario, aprovecha con avidez toda oportunidad, todas las ocasiones que se le presentaban, para mostrar su honda compasión por los que sufrían y padecían necesidad. Sabía que la caridad tocaría el corazón de estas pobres criaturas, que cualquier bondad que se tuviera con ellos produciría sus frutos para la salvación de sus almas. De ahí la prodigalidad de su caridad: por eso a veces nos sentimos sorprendidos por el interés de Martín en las criaturas más bajas de la creación. Pero esto es fácil de comprender si en ello vemos un desbordamiento, una superabundancia, un celo imponderable que no conoce fronteras. Al igual que San Francisco de Asís, estaba Martín consciente de que todas las criaturas, no importa lo bajas o despreciables que fueran, tenían su razón de ser en el plan de la creación. A menos que comprendamos esto, el Beato Martín de Porres se nos presentará a los que leamos su vida como un enigma. Quizás también tuviera el Beato Martín lo que Chesterton pudiera llamar una comprensión del humorismo divino. Algunos podrán sorprenderse de ver los cuadros en que aparece el Beato Martín cuidando de perros y gatos y ratas y ratones, pero eso no es más que una muestra de la bondad de su carácter. Es un símbolo demostrativo del interés ilimitado de Fray Martín por todas las criaturas de Dios -una demostración de caridad que, como hemos de ver más adelante, parece haber traspasado los límites del tiempo y del espacio-…

Caridad universal

Ángel de la Paz llamaban al Beato Martín porque había restablecido la paz en otros hogares además del de su hermana. Para ello se valía de medios característicos de él: daba de su propia caridad a los que carecían de esta virtud. El alma de Martín era todo serenidad celestial. Su misión era diseminar la paz del alma y del corazón que proviene de una sumisión absoluta a la voluntad de Dios: esa paz que está por encima de todo conocimiento mundano.

No es fácil comprender el cariño que sentía Martín por los animales domésticos. Uno de sus grabados nos lo presenta dando de comer a perros y gatos en el mismo plato sin que se pelearan, y hasta consiguió que un perro, un gato y un ratón comieran de la misma escudilla. Esta sencilla escena es símbolo de la magnitud de la bondad del Beato Martín. Revela al observador comprensivo lo profunda y sencilla que ha debido ser la inmensa caridad que movía su noble corazón hacia los seres humanos y sus almas inmortales. Repartía Martín su tesoro entre sus prójimos, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, mitigando penas, consolando aflicciones, alumbrando tinieblas. Dios hizo de él la fuente bienhechora de la cual manaban la gracia y la misericordia que a todos alcanzaba. Sus superiores, sus Hermanos, sus amigos, los enfermos y los pobres, los niños sin hogar: todos recibían los favores que repartía este mulato de tan noble corazón como si manaran de un inagotable manantial.

Y así lo contemplamos, espíritu y esencia de humildad, movido siempre a compasión hasta por los seres más viles de la creación, obtener los más señalados favores y alcanzar las gracias más íntimas y privilegiadas de los más gloriosos y bienaventurados escogidos del Señor en el Cielo. ¡En verdad que es Martín ejemplo vivo, hecho realidad, de la promesa de Cristo: «el que se humilla será ensalzado»!.

Extracto del capítulo 4 del libro «Conozca a Fray Martín de Porres. Breve historia de su vida» (1951). P. Norbert Georges, O.P.

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