La devoción al Patriarca San José
Muchísimos son los devotos de San José que han atestiguado haber hallado consuelo y remedio a sus necesidades, implorando la protección de este glorioso Patriarca: hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, todos, siendo fervientes devotos de San José, han experimentado la poderosa virtud de su patrocinio, porque según dice San Bernardo: «él mismo abre su pecho para que de sus piedades se surtan y provean todos largamente».
¡Cuántas miserias templadas y cuantas desgracias remediadas por su poderosa intercesión! Leamos la vida de Santa Teresa de Jesús, escrita por su mano y en ella encontraremos elocuentísimas palabras, asegurando que habiendo tomado por abogado al glorioso San José y encomendándose mucho a él con verdadera devoción; no recordaba haberle suplicado cosa que la hubiera dejado de hacer, y en todas las sabias y meritísimas obras de tan gran santa, recomienda eficazmente esta devoción, porque siempre resulta para consuelo de los cristianos, que San José es su protector, su amparo, su sombra y su refugio; que su patrocinio no solamente es seguro, sino también poderosísimo: que la representación de nuestras miserias, su piedad y ternura, el ejemplo de su misericordiosísima Esposa y de su Hijo, los intereses de la sangre del unigénito de Dios vertida por nosotros, y últimamente la experiencia testificada por los Santos; todo está acreditando una finísima voluntad y un patrocinio seguro.
Testimonio elocuentísimo de esta voluntad y patrocinio, lo es, el que en todo el orbe católico se celebra con la mayor solemnidad la festividad de San José, del Padre putativo del Hijo-Dios, del esposo amantísimo de la Virgen María, y cuando por todas partes y en todos los sitios se cantan las glorias del benditísimo Patriarca, entonces el alma cristiana respira de gozo y siente una verdadera satisfacción, nacida de la esperanza, porque el esposo de María Santísima no desoye nunca cuanto se le pide, escucha atento los ruegos de sus devotos, intercede é implora de la divina Providencia la realización de los favores que se le piden.
Postrémonos todos a los pies de San José, llenos de esperanza, pero practicando a la vez las virtudes cristianas, en la seguridad, de que con su patrocinio seremos verdaderamente venturosos, verdaderamente felices y verdaderamente cristianos.
Francisco Jiménez Marco (1898)
* * *
Al Patriarca San José
Diste a Jesús tu cariño,
y es tu cariño tan fuerte,
que jamás logramos verte
si no es con el tierno Niño.
Y estés andando o parado,
y estés sentado o de pie,
siempre en tus brazos se ve,
y a ti en mirarle obstinado.
Tus brazos trono le dan;
tus labios miel y dulzor,
y tu mirada ese amor
que El busca con tanto afán.
Mas la actitud extasiada
de tu bendita figura,
también, José, nos augura
¡que en el taller no haces nada!
Pues al quererle cuidar
con tanto y tanto ardimiento,
¡no tendrás nunca un momento
para darte a trabajar!
Yo, pues, que siento gran pena
de que no ejerzas tu arte,
vengo gozoso a brindarte
un medio de hacer faena.
Para que tú, buen José,
tomes la gubia o la sierra.
¡al Rey de cielos y tierra
yo en mi regazo tendré!
Su frente es blanco jazmín;
su boca es rojo clavel,
y allí mis besos de miel
pondré con ansia sin fin…
Mis brazos trono le harán,
mis versos daránle honor,
y el corazón ese amor
que Él busca con tanto afán.
Pero… ¿no quieres?… ¿Te humilla?…
¿Qué pena tu pecho embarga?
¿Qué es esa lágrima amarga
que resbala en tu mejilla?…
Ah!, sí…, ya sé…; ¡no te atreves!
¡Tan necio y tan loco he sido!
¡Tantas veces le he ofendido
con mis acciones aleves!
Mas… ¡dámelo! ¿No querrás?
Yo mi constancia aseguro…
Déjamelo… ¡Yo te juro
no abandonarlo jamás!…
Yo pagaré con usura
todo el gran mal que le he hecho;
verás, verás en mi pecho
¡qué incendio de amor fulgura!
Y si algún día, atrevido,
Satán de nuevo me intima,
y ves que avanzo a la sima…
y ves que de Dios me olvido…;
si ves que corro obcecado
y extiendo hacia el mal mis alas…
¡oh!, sea a buenas o a malas,
¡líbrame tú del pecado!
Muéstrame que eres mi amigo…
Detén mi fuga inaudita…
¡Toma tu vara bendita,
y usa tu vara conmigo!…
Pascual Lull Giménez
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