El Inmaculado Corazón de María

corazón de maría (2)

Al llegar el octavo día de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen a los cielos en cuerpo y alma declarado ya dogma de fe por la Santidad de Pío XII colmando los deseos de toda la cristiandad que desde larga tradición tenía y creía cosa cierta que la excelsa Madre de Dios había sido asumida en cuerpo y alma a los cielos después de su Hijo por los méritos de sus buenas obras, por las grandes virtudes que en Ella habían resplandecido, por sus grandes tribulaciones que une a las de Cristo por la salvación de los hombres, por la imitación y acercamiento a su Hijo en cuanto que era su Madre, motivos todos que eran suficientes para ser levantada a tanta gloria y que la exceptuaban de la condición a que—como castigo y pena estaba sujeto el resto de la humanidad, la Iglesia ha establecido en su liturgia una nueva fiesta para presentar al mundo a esta gran Señora bajo otra modalidad con la evocación de su Corazón Inmaculado.

Es que ese hecho de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos no podía suponer el término de sus grandezas ni el fin del encargo que le había hecho en el calvario el Hijo del Hombre agonizante de cuidar y ser la intercesora de la humanidad al decirle aquellas sublimes palabras: «MULIER, ECCE FILIUS TUUS».

Ahora cuando se encuentra junto a su Dios y junto a su Hijo en la misma forma en que se encuentra durante su vida mortal, es cuando empieza en verdad su patrocinio en favor de los hombres.

Por eso no podemos tener como extraña esta nueva forma en que se la empieza a venerar, presentando su Corazón Inmaculado como refugio de la humanidad pecadora y como signo seguro que entrega al hombre para conseguir su salvación.

Al terminar su vida mortal, ser asumido en cuerpo y alma para ser coronada por la Trinidad Beatísima que coloca en sus sienes triple corona porque el Padre la corona como su Hija, el Hijo como su Madre y el Espíritu Santo como su Esposa, era necesario empezara a cumplir, a seguir aquella mediación empezada en la tierra al concluir en ella Cristo la misión que había traído.

Nunca mejor podía hacerlo que ofreciendo su corazón, aquel corazón de Madre buena que sufre y sangra sin ser traspasado por una lanza para que su sufrimiento y su sangre puedan tomarse también para rescatar el hombre de su pecado.

Y aunque lo muestra rodeado de las espinas con las cuales los hombres ingratos lo hieren a cada momento con sus blasfemias y con sus ingratitudes como dijo la misma Virgen a Sor Lucía, la vidente de Fátima, en una de sus apariciones, sin embargo nos llena de esperanzas porque el fin es señal de su inmenso amor hacia nosotros, toda vez que el corazón se toma y se le tiene como sede exclusiva y única del amor que con sus dulces latidos ofrece como medio para conseguir nuestra vida eterna.

Al venerar este Corazón como centro de toda la vida física de María, se venera el símbolo psicológico de su Corazón de mujer y de Madre en la obra redentora de la humanidad.

P. Carlos Delgado y Delgado. Santa Cruz de Tenerife

* * *

Oh Corazón Inmaculado de María, Maestra y guía de los hombres: aumentad la fe de los pueblos; fomentad la piedad; sostened las familias verdaderamente católicas; apagad los odios y venganzas con que se abrasa el mundo.

Omnipotente sempiterno Dios, que en el Corazón de la Virgen Santa María preparaste una morada digna del Espíritu Santo: concede propicio; que celebrando devotamente la fiesta del mismo Inmaculado Corazón, podamos vivir según tu Corazón. Por N.S.N.J. Amén.

Pío XII, después de consagrar a todo el género humano al Inmaculado Corazón de María, para ponerlo bajo la protección de la Madre del Salvador, decretó el 4 de mayo de 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente —el 22 de agosto, día de la octava de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen—una fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María. Posteriormente, en 1970, llevados por los principio señalados por el Vaticano II se reforma el calendario y el santoral litúrgico. Entre otros cambios, la fiesta del Corazón de María se trasladó al día después del Sagrado Corazón de Jesús.

Consagración de la familia a los Corazones de Jesús y María

Oración a los Corazones de Jesús y María

«Sea nuestro hogar como el de Nazaret, el asilo inviolable del honor, de la fe, de la caridad, del trabajo, de la oración, del orden y de la paz doméstica».

La Iglesia ha celebrado la fiesta del Sagrado Corazón y la del Inmaculado Corazón de María durante este viernes y sábado respectivamente. Por ello, nos encontramos en un momento muy especial para rezar esta oración de Consagración, en la que pedimos amparo a los Corazones de Jesús y María para nuestras familias.

Oración de Consagración

Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas, y nuestras familias a Vosotros.

Conocemos que el ejemplo bello
de Vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener, con Vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que os disteis.

Que nuestro hogar sea lleno de gozo.
Que el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo sean dados libremente a todos.

Que nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.

Y que siempre estemos cerca de los sacramentos.

Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tantos los difuntos como los vivientes;
que la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
conceded la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.

Mantened nuestras familias cerca
de Vuestros Corazones;
que Vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.

Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.
Amén.

Imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón de María en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán (La Orotava). Foto por José J. Santana.

Fiesta del Inmaculado Corazón de María

Corazón de María

4 DE JUNIO DE 2016: INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

                 Padre Jesús Martí Ballester

María, Madre amorosa, consoladora, educadora, mediadora y compasiva.

Aunque la concepción de Jesús se realizó por obra del Espíritu Santo, pasó por las fases de la gestación y el parto como la de todos los niños. Admirablemente el Corazón de María dio su sangre y su vida a Jesús Niño, pero la maternidad de María no se limitó al proceso biológico de la generación, sino que contribuyó al crecimiento y desarrollo de su hijo.

Siendo la educación una prolongación de la procreación, el Corazón de María educó el corazón de su Niño, y le enseñó a comer, a hablar, a rezar, a leer y a comportarse en sociedad. Ella es Theotokos porque engendró y dio a luz al Hijo de Dios, y porque lo acompañó en su crecimiento humano.

Jesús es Dios, pero como hombre tenía necesidad de educadores, pues vino al mundo en una condición humana totalmente semejante a la nuestra, excepto en el pecado (Hb 4,15). Y como todo ser humano, el crecimiento de Jesús, requirió la acción educativa de sus padres.

El evangelio de san Lucas, particularmente atento al período de la infancia, narra que Jesús en Nazaret estaba sujeto a José y a María (Lc 2,51). Y «María guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51).

LA EDUCADORA

Los dones especiales de María, la hacían apta para desempeñar la misión de madre y educadora. En las circunstancias de cada día, Jesús podía encontrar en ella un modelo para imitar, y un ejemplo de amor a Dios y a los hermanos. José, como padre, cooperó con su esposa para que la casa de Nazaret fuera un ambiente favorable al crecimiento y a la maduración personal del Salvador. Enseñándole el oficio de carpintero, José insertó a Jesús en el mundo del trabajo y en la vida social.

María, junto con José, introdujo a Jesús en los ritos y prescripciones de Moisés, en la oración al Dios de la Alianza con el rezo de los salmos y en la historia del pueblo de Israel. De ella y de José aprendió Jesús a frecuentar la sinagoga y a realizar la peregrinación anual a Jerusalén por la Pascua. María encontró en la psicología humana de Jesús un terreno muy fértil. Ella garantizó las condiciones favorables para que se pudieran realizar los dinamismos y los valores esenciales del crecimiento del hijo.

María le dio una orientación siempre positiva, sin necesidad de corregir y sólo ayudar a Jesús a crecer «en sabiduría, en edad y en gracia» (Lc 2, 52) y a formarse para su misión. María y José son modelos de todos los educadores. Su experiencia educadora es un punto de referencia seguro para los padres cristianos, que están llamados, en condiciones cada vez más complejas y difíciles, a ponerse al servicio del desarrollo integral de sus hijos, para que lleven una vida digna del hombre y que corresponda al proyecto de Dios (Juan Pablo II).

Aunque fue su madre quien introdujo a Jesús en la cultura y en las tradiciones del pueblo de Israel, será él quien le revele su plena conciencia de ser el Hijo de Dios, siguiendo la voluntad del Padre. De maestra de su Hijo, María se convirtió en su discípula. Jesús empleó los años más floridos de su vida, educando a su Madre en la fe. Lo trascendental que resulta y fecundo gastar largos años en la formación de un santo. Tres años de vida itinerante y treinta años de vida de familia.

La mejor discípula del Señor, fue formada por el mismo Señor, su Hijo. ¡Qué tierra más fértil la suya para recibir sus enseñanzas! Ella fue la única que dio el ciento por uno de cosecha. En realidad dijo toda verdad aquella mujer: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron! -Más dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la practican» (Lc 11,27).

¿CULTO AL CORAZÓN?

Según Santo Tomás, cuando damos culto al Corazón Inmaculado de María honramos a la persona misma de la Santísima Virgen. «Proprie honor exhibetur toti rei subsistenti” (Sum Theol 3ª q 5 a.1). El honor y culto que se da un órgano del cuerpo se dirige a la persona. El amor al Corazón de María se dirige a la persona de la Virgen, significada en el Corazón.

Una persona puede recibir honor por distintos motivos, por su poder, autoridad, ciencia, o virtud. La Virgen es venerada en la fiesta de la Inmaculada, de la Visitación, de la Maternidad, o de la Asunción con cultos distintos, porque los motivos son distintos. El culto a su Corazón Inmaculado es distinto por el motivo, que es su amor.

Todas las culturas han visto simbolizado el amor en el corazón. En el de María, honramos la vida moral de la Virgen: Sus pensamientos y afectos, sus virtudes y méritos, su santidad y toda su grandeza y hermosura; su amor a Dios y a su Hijo Jesús y a los hombres, redimidos por su sangre. Al honrar al Corazón Inmaculado de María lo abarcamos todo, como templo de la Trinidad, remanso de paz, tierra de esperanza, cáliz de amargura, de pena, de dolor y de gozo.

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS

En cada época histórica ha predominado una devoción. En el siglo I, la Theotokos, la Maternidad divina, como réplica a la herejía de Nestorio. En el siglo XIII, la devoción del Rosario. En el XIX, la Asunción y la Inmaculada. A mediados de ese mismo siglo se fue extendiendo la devoción al Inmaculado Corazón de María, adelantada ya por San Bernardino de Sena y San Juan de Ávila; y en el siglo XVII, San Juan Eudes.

San Antonio María Claret, fundó la Congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María en el XIX. Y en el siglo XX, alcanza su cenit con las apariciones de la Virgen en Fátima y la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María.

En Fátima, la Virgen manifestó a los niños que Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón como medio para la salvación de muchas almas y para conservar o devolver la paz al mundo. La Beata Jacinta Marto, le dijo a Lucía: «Ya me falta poco para ir al cielo. Tú te quedarás aquí, para establecer la devoción al Corazón Inmaculado de María».

También se lo dirá después la Virgen. El año 1942, después de la consagración de varias diócesis en el mundo realizadas por sus respectivos obispos, Pío XII hizo la oficial de toda la Iglesia, con lo que la devoción al Inmaculado Corazón de María se vio confirmada y afianzada. Y después Pablo VI y, sobre todo, Juan Pablo II, que se declara milagro de María: “Santo Padre, -le dijeron en Brasil-: Agradecemos a Dios, sus trece años de pontificado”. Y contestó, tres años de pontificado y diez de milagro.

El ha sido el Pontífice que ha acertado a cumplir plenamente el deseo de la Virgen, cuyos resultados se han visto con el derrumbamiento del marxismo y la conversión de Rusia.

Cuando en el siglo XVIII el mundo se enfriaba por el indiferentismo religioso de doctrinas ateas, se manifiesta Cristo a Santa Margarita María de Alacoque en Paray le Monial, y la constituye promotora del culto al Corazón de Jesús, y cuando en el siglo XX, el mundo se va a ver envuelto por amenazas de guerras, divisiones y odios, herencia nefasta del materialismo y del marxismo, pide la Virgen a los niños de Fátima, que difundan la devoción al Inmaculado Corazón de María.

Como remedio a los males actuales, la misma Virgen nos ofrece su Corazón Inmaculado, que es ternura y dulzura, pero también exigencia de oración, sacrificio, penitencia, generosidad y entrega. No basta el culto; hay que imitar sus virtudes.

EL CORAZÓN

El corazón desarrolla una sinergia, un lazo invisible, pero de irresistible fortaleza, que nos une con Dios, con los hombres y con las criaturas.

El Corazón de María, expresa el corazón físico que latía en el pecho de María, que entregó la sangre más pura para formar la Humanidad de Cristo, y en el que resonaron todos los dolores y alegrías sufridos a su lado; y el corazón espiritual, símbolo del amor más santo y tierno, más generoso y eficaz, que la hicieron corredentora, con el cúmulo de virtudes que adornan la persona excelsa de la Madre de Dios.

El Corazón es la raíz de su santidad, y el resumen de todas sus grandezas, porque todos sus Misterios se resumen en el amor. Dios, que creó el mundo para el hombre, se reservó en él un jardín donde fuera amado, comprendido, mimado, como el huerto cerrado del Cantar de lo Cantares. Es su obra primorosa y singular.

Su Corazón y su alma son templo, posesión y objeto de las delicias del Señor. Sólo su corazón pudo ser el altar donde se inmoló, desde el primer instante, el Cordero inmaculado. Según San Bernardo, María «fuit ante sancta quam nata»: nació antes a la vida de la gracia que a la de este mundo…No hay un Corazón más puro, inmaculado y santo que el de María. Como el sol reverbera sobre el fango de la tierra, su Corazón brilló sobre las miserias del mundo sin ser contaminado por ellas. Es la Mujer vestida del sol del Apocalipsis (12,1).

La plenitud de la gracia que recibió María repercutió en su Corazón en el que no existió la más leve desviación en sus sentimientos y afectos. Su humildad, su fe, su esperanza, su compasión y su caridad, hicieron de su Corazón el receptáculo del amor y de la misericordia. El Corazón de María es el de la Hija predilecta del Padre. El Corazón de la Madre que con mayor dulzura y ternura haya amado a su Hijo. El Corazón de la Esposa donde el Espíritu realizó la más grande de sus maravillas, concibió por obra del Espíritu Santo.

El Corazón de María es también un corazón humano, muy humano. Es el corazón de la Madre: Todos los hombres hemos sido engendrados en el Corazón Inmaculado de María: «Mujer, he ahí a tu hijo» (Jn 19,26. San Juan nos representaba a todos. Porque amó mucho mereció ser Madre de Dios y atrajo el Verbo a la tierra; con sufrimiento y con dolor, ha merecido ser Madre nuestra. El amor a su Hijo y a sus hijos es tan entrañable y tierno, que guarda en su corazón las acciones más insignificantes de sus hijos, hermanos de su Hijo Jesús, el Hermano Mayor.

MADRE DE CADA HOMBRE

Si María fuera sólo Madre de la Iglesia como comunidad, y no Madre de cada uno de los miembros, sólo se preocuparía del bien de la Iglesia. Pero cada cristiano carecería de seguridad. Sería como un general que ama mucho a su ejército, pero no vacila en sacrificar a todos los soldados para salvar a la nación; y de intimidad, porque en una multitud tan grande, ¿cómo puede cada uno acercarse a Ella? El soldado no tiene fácil acceso al general; ni el ciudadano al Jefe del Estado. María no sería nuestra Madre, sino nuestra Reina, o nuestro general, distante de nuestras pequeñas preocupaciones.

Si una madre de diez hijos los amara sólo en grupo, y no se preocupara de cada uno en particular; si preparara comida, camas, descanso, trabajo, recreo para su pollada, no sería madre de familia, sino administradora de un colegio o de un cuartel, donde la revisión médica y la vacuna colectiva se hace para todos una vez. La madre de familia, lleva al médico a cada hijo siempre que lo necesita o se queja: no tiene un día al año de revisión ni de vacuna para todos. Con la Virgen María no estamos en un cuartel, ni en un colegio, sino en una familia: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el Reino» (Lc. 12,32).

A María le sobra corazón para atendernos a todos como si fuéramos únicos: Dios le ha dado Corazón de Madre para que con él ame a todos y cada uno de los hombres, los de hoy y todos los de ayer y de mañana. Nosotros somos como la última floración, como el benjamín, al que prodiga sus cuidados.

LOS MÁS DESVALIDOS

Toda madre tiene amor particular a cada hijo y más al más desvalido, al subnormal, al extraviado al más necesitado. El Corazón de María nuestra Madre, ama a cada hombre con el mismo amor con que ama a toda la Iglesia. Ninguna madre cuando tiene el primer hijo restringe su amor, reservándolo para los que vengan. Da todo su amor al primero y al segundo, sin quitar nada al primero, y sin ahorrar nada para el tercero. Cuida de todos, y de cada uno como si no tuviera otro.

Sólo saboreando el amor singular de su Corazón a cada uno, se puede gustar la delicia de sentirse amados por Ella, y se dialogará con ella y se intimará con Ella y se gozará en Ella. Para llegar a su intimidad, que es importantísimo para nuestra vida interior, es preciso tener firme fe en ese amor particular.

MADRE DE LA IGLESIA

Durante el Concilio, Pablo VI proclamó solemnemente que María es Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores» Más tarde, el año 1968, en el Credo del Pueblo de Dios, ratificó esta afirmación de forma más comprometida:

«Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos. El Concilio ha subrayado que la verdad sobre la Santísima Virgen, Madre de Cristo constituye un medio eficaz para la profundización de la verdad sobre la Iglesia… Por consiguiente, María acoge, con su nueva maternidad en el Espíritu, a todos y a cada uno en la Iglesia, acoge también a todos y a cada uno por medio de la Iglesia. En este sentido, María, Madre de la Iglesia, es también su modelo. En efecto, la Iglesia -como desea y pide Pablo VI- «encuentra en María, la más auténtica forma de la perfecta imitación de Cristo».

El egoísmo afecta a todo amor creado, incluido el de las madres, con ser el más puro. Sólo el amor de la Virgen María no tuvo jamás mezcla de egoísmo. El amor de su Corazón es virginal, sin mezcla de egoísmo, amor puro. Amándonos con amor virginal, sabemos que no se busca a sí misma: sólo busca nuestro bien.

Incluso nuestra correspondencia de amor a Ella, no la quiere por bien suyo, aunque en ella se goce como madre, sino por bien nuestro, para poder lograr nuestra transformación en Dios. El amor particular que nos tiene engendra nuestra intimidad con Ella, y el abandono en su Corazón. Con el mismo amor con que ama a su Jesús. Al amar a Dios lo ha hecho «Emmanuel», «Dios con nosotros» y al amarnos a nosotros, nos identifica con El.

El amor de los padres resulta con frecuencia ineficaz para proteger y defender a sus hijos, que no pueden impedir que enfermen, sufran accidentes, mueran. Hacen por ellos lo que pueden, pero pueden muy poco. Pero como María nos ama con su Corazón de Madre de Dios, su eficacia es absoluta, porque tiene en sus manos la omnipotencia divina, no por ser madre nuestra, sino por ser Madre de Dios.

COMPARTIR

En una familia de cinco hijos si uno es muy rico y poderoso y los otros cuatro pobres, la madre no consentirá que el rico no socorra a sus hermanos pobres. María no podrá consentir que su Hijo Jesús le impida usar de su infinita riqueza y poder para socorrernos a nosotros. Esto no va a ocurrir nunca, pues Jesús la ha hecho nuestra madre, y administradora de su Corazón. Jesús jamás pondrá límites al uso que su Corazón haga de sus tesoros infinitos.

Si el Padre hubiera concedido al Corazón de María algo a condición de que no fuera también nuestro, ella lo hubiera impedido: Si me haces su madre no me des nada que yo no pueda compartir con ellos.

Al darnos el Corazón de su Madre y nuestra Madre, ha hecho nuestros todos los dones y riquezas que puso en su Corazón: su predestinación si la queremos, el cariño con que la envuelve, y los regalos con que Dios la recrea. No se puede amar a la Madre, si no se ama a sus hijos, ni se puede dar gusto a la madre, si se abandona a sus hijos.

SU CORAZÓN ES NUESTRA SEGURIDAD

Si a un niño pequeño le diéramos una joya preciosa, la perdería. Por eso se la damos a su madre, para que la conserve. Por eso Dios no ha querido darnos sus dones directamente, para que no nos pase como Adán. Se los ha confiado a María, que nunca los perderá.

Estando en sus manos son nuestros. Ella nos los conserva. Su Corazón es nuestra seguridad, nuestro tesoro inviolable. Todo lo suyo es nuestro, Ella lo quiere para nosotros. Toda la inocencia de María, su pureza, su santidad, su humildad, su amor a Dios y a los hermanos es nuestro, porque Ella es nuestra. (San Juan de la Cruz. Dichos de luz y amor, 26). Y como son nuestros los podemos ofrecer a Dios, sobre todo cuando no tenemos nada que ofrecerle. Entonces es cuando le ofrecemos más y la conquistamos más, porque somos más pobres, como su Hijo, recibió los dos reales de la viuda.

SUFRE CON NOSOTROS

Su Corazón hace suyos nuestros pecados y dolores, como los hizo suyos Jesús en su pasión y en la Eucaristía. Y nuestras tristezas y aflicciones. «Este es el Cordero de Dios, que toma sobre sí, los pecados del mundo»; los dolores y sufrimientos: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (He 9,4).

Como en la Eucaristía Jesús sufre viendo nuestras carencias que reactivan su pasión, y goza inefablemente cuando nos ve a su lado, el Corazón de María, las considera suyas como se identificó con los sufrimientos de Jesús como Corredentora, sufriendo todos nuestros dolores y pecados, y recibiendo hoy el consuelo de nuestra gratitud e intimidad. Siempre y en cada momento compadece con nosotros.

Cuando pecamos, vuelve a sentirse como avergonzada y pecadora. Por eso Jesús nos perdona tan fácilmente, para quitarle a su Madre la humillación de nuestros pecados, que la oprime porque somos sus hijos. De la misma manera que el Padre nos perdona para quitar a su Hijo el oprobio que en la Eucaristía siente de nuestros pecados porque los hace suyos, y al quitárnoslos se los quita a El.

Sin la Eucaristía sería muy difícil nuestro perdón, a pesar de la pasión de Cristo, que quedaría demasiado lejos, y es ahora cuando necesitamos que El haga suyo lo nuestro. Por eso no debemos desconfiar ni desesperar. María es refugio de pecadores. Y cuando después del pecado nos echamos en sus brazos, Ella nos anima diciendo: Me siento Yo manchada; mas como mi Hijo quiere verme totalmente limpia, os limpiará a vosotros para que todos estemos limpios.

El Corazón de María es nuestro consuelo. No nos acompaña en el sufrimiento por pura fórmula. Llora con nosotros, sufre con nosotros nuestro mismo dolor, está con nosotros, tratando de que superemos la depresión de vernos solos y abandonados en el sufrimiento y en el dolor, especialmente en esta época de angustia, vacío y ansiedad.

Siempre nos queda su Corazón, sus brazos acogedores maternales que llevan nuestra misma carga, haciéndola ligera. Y Jesús, amando a su Madre, para hacer ligera la carga de Ella, la lleva con Ella y con nosotros, y nos dice: «Venid a Mí todos los que estáis cargados y agobiados, y yo os aliviaré, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera» (Mt. 11,28). Si aprendemos a ir a Jesús por María, hallaremos fortaleza y hasta verdadera delicia en el sufrimiento y en el dolor.

La compañía que nos hacen los que nos aman es externa y desde fuera: son incapaces de llegar al nivel de nuestro dolor. El Corazón de María siente en nosotros y con nosotros todas nuestras angustias y dolores, porque conoce ahora, y siente en su carne, lo que estamos pasando. Y si su Corazón prefiere sufrir con nosotros ese dolor antes que quitárnoslo, es porque ve que es necesario pasarlo.

Cuántos bienes deben seguirse de estos sufrimientos, humillaciones, anonadamiento y aislamiento, olvidos, desprecios, dolores físicos y morales, y hasta los mismos pecados que nos humillan y confunden, cuando el Corazón de María, pudiéndolos evitar, prefiere hacerlos suyos, y sufrirlos en nosotros y con nosotros. Si lo tenemos presente veremos la luminosidad de la cruz, y entenderemos lo que nos dice San Pablo: «Dios, a los que decidió salvar, determinó hacerlos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom. 8,29), y «seremos conglorificados con El, si padecemos con El» (Rom. 8,17). Entonces comprendemos los deseos ardientes que los santos tuvieron de sufrir, y no nos extrañará oír a Santa Teresa: «O padecer o morir» y a San Juan de la Cruz: “Padecer y ser despreciado por Vos”.

Autor: Padre Jesús Martí Ballester.

Fuentes:

www.oblatos.com

www.catholic.net

Salutaciones al Sacratísimo Corazón de la Virgen María

Inmaculado Corazón de María

María es “vida, dulzura y esperanza nuestra”

La Santísima Virgen María presentó -a uno de los videntes de Fátima- su Corazón adorable como refugio seguro y camino de vida que conduce a Dios. El Corazón de Jesús quiere que conjuntamente con su corazón sea venerado el Corazón Inmaculado de María: dos corazones que aman a todos y cada uno de los hombres, en cualquier tiempo. Hoy, en íntima reciprocidad, sus hijos y devotos rinden un merecido homenaje de su amor, renovando con unción santa su consagración a María: así como Madre, Salvadora del Mundo y áncora de Salvación. Por ello, nuestra esperanza ha de venir por medio del amor a María y a cuanto significa su hermoso corazón (¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!).

Salutaciones a la Santísima Virgen

1º: Os saludo, Corazón santísimo de María,
con el coro de los Serafines, y os
suplico que me alcancéis un corazón
verdaderamente grande para amar y
servir a Dios y para hacer bien a todos
los hombres. Ave María.

2º: Os saludo, purísimo Corazón de
María, con los Querubines y os ruego
me alcancéis una caridad llena de
amabilidad. Ave María.

3º: Os saludo, perfectísimo Corazón de
María, con el coro de los Tronos, confiando
que me obtendréis la gracia de
ser compasivo de corazón. Ave María.

4º: Os saludo, Corazón amantísimo de
María, con el coro de las Dominaciones,
suplicando me concedáis el verdadero
fervor. Ave María.

5º: Os saludo, Corazón rectísimo de María,
con el coro de las Virtudes, esperando
me concederéis la limpieza de
corazón. Ave María.

6º: Os saludo, Corazón fidelísimo de
María, con el coro de las Potestades, y
os ruego que me alcancéis la mansedumbre.
Ave María.

7º: Os saludo, Corazón clementísimo de
María, con el coro de los Principados,
esperando que me ayudaréis a ser humilde
de corazón. Ave María.

8º: Os saludo, Corazón piadosísimo de
María, con el coro de los Arcángeles,
confiando que me alcanzaréis fortaleza
para cumplir siempre la santa Ley
de Dios. Ave María.

9º: Os saludo, Corazón prudentísimo
de María, con el coro de los Ángeles,
suplicando me alcancéis la paciencia
y resignación en los trabajos y sufrimientos. Ave María

virgen maría y niño jesús

El Admirable Corazón de la Madre de Dios explica el amor que María ha tenido a Dios y a sus hijos, los hombres.

El corazón de María es la fuente y el principio de todas las grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan, de todas las cualidades eminentes que la elevan por encima de todas las criaturas, hija primogénita del Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo y templo de la Santísima Trinidad…Este santísimo corazón es la fuente de todas las gracias que acompañan a estas cualidades…y además que es la fuente de todas la virtudes que practicó…Porque fueron la humildad, la pureza, el amor y la caridad del corazón lo que la hicieron digna de ser la Madre de Dios y consiguientemente poseer todas las dotes y prerrogativas que acompañan a esta excelsa dignidad.

San Juan Eudes

Corazón de María 1

El Corazón admirable de la Madre de Dios, por San Juan Eudes

Fiesta del Inmaculado Corazón de María Santísima

El triunfo del Inmaculado Corazón de María

Inmaculado Corazón de María

Virgen María,

Madre nuestra,

refúgianos en tu

Corazón Inmaculado

y condúcenos a Jesús,

que es nuestra Paz.

La Santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, quiso manifestar en Fátima -durante sus apariciones a los tres pastorcitos- la ternura de su Inmaculado Corazón; trayéndonos mensajes de salvación y de paz que son un verdadero programa de vida cristiana: «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará».

Corazón de la Santísima Virgen

Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía, yo me ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón y te consagro mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones. Quiero ser como tú quieras que sea, hacer lo que tú quieras que haga.

No temo, pues siempre estás conmigo.

Ayúdame a amar a tu hijo Jesús, con todo mi corazón y sobre todas las cosas. Pon mi mano en la tuya para que siempre esté contigo. Amén.

Inmaculado Corazón de María

Preparación para la Cosagración al triunfo del Inmaculado Corazón de María

Festividad de Nuestra Señora de Fátima